Del Dinero de la nada al Dinero para la Humanidad (III)
Opinión

Del Dinero de la nada al Dinero para la Humanidad (III)

Las urgencias que nos impone la pandemia nos obligarán a producir -léase emitir- dinero en la medida en que el dinero es la “nueva tecnología” más urgente de la coyuntura

Por:
mayo 03, 2020
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Sigo insistiendo en que el Dinero, como tal, ha venido experimentando una serie de transformaciones, tan profundas, que podemos afirmar que han llegado a provocar una mutación de su propia naturaleza.

Esta semana, la Junta Directiva del Banco de la República tomó algunas decisiones de política monetaria buscando sortear los desafíos actuales, todas ellas muy parecidas a las que tomó el mes pasado: redujo en 50 puntos adicionales la tasa de interés de intervención, dejándola en 3.25 %, sacó de nuevo dólares a subasta de contado para contribuir a solucionar afugias de los empresarios que tienen deudas en el exterior, decidió renovar los forward cuyos cumplimientos vencen antes de próximo 30 de mayo e incorporó a la Financiera de Desarrollo Nacional y a las sociedades titularizadoras para que puedan ejercer como colocadoras de operaciones de marcado abierto (Omas). 

Todas medidas válidas, que contribuyen, sin lugar a dudas, pero que sabemos que son, apenas, exploraciones tímidas frente a la magnitud del chubasco económico que nos ha impuesto la pandemia. 

Personalmente no dudo de las altas calificaciones y de las trayectorias importantes de los codirectores y del Ministro de Hacienda, sin embargo, pienso que la realidad les impone, como a todos nosotros, un replanteamiento a fondo de lo que han sido nuestras prácticas, nuestros referentes, nuestras formas de desempeñar lo que hacemos. La Historia nos muestra cómo los cambios consisten en que buena parte de lo que hacíamos deja de funcionar, que buena parte de las herramientas que usábamos dejan de ser útiles y, sobre todo, que muchas de las ideas que algún día fueron novedosas, fértiles, y que nos tutelaron por años, llega el momento en que dejan de servir y es preciso encontrar otras que se acoplen a los nuevos tiempos. 

En este orden de ideas, les sugiero que aprovechen la crisis universal de las economías -que también nos supone una crisis universal de las ideas- para intentar superar los marcos de la macroeconomía y la política monetaria como referentes principalísimos del manejo del dinero. 

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Para resolver la crisis y abrirnos a la nueva etapa histórica es preciso comprender las mutaciones del dinero, sus nuevas funciones económicas y sociales y sus nuevas fuentes de legitimidad

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Hoy, para resolver la crisis y abrirnos a los horizontes de la etapa histórica que nos llega sin permiso, no nos basta comprender el dinero desde la macroeconomía, la política monetaria y el modelo fundamentalmente bancario del universo financiero. Hoy es preciso volver a escalar a la Filosofía del Dinero para comprender sus mutaciones, sus nuevos significados, sus nuevas funciones económicas y sociales y, cómo no, sus nuevas fuentes de legitimidad.

Eso sí, haciendo siempre hasta lo imposible por no permitir que un tema tan definitivo siga siendo atrapado en esas discusiones estériles que lo circunscriben todo a las derechas o a las izquierdas, a las ortodoxias o a las heterodoxias, a lo neoliberal o a lo mamerto. Todo parto de pensamiento nuevo exige la mayor libertad creativa posible y su peor enemigo actual es ese fundamentalismo ideologista que suele secuestrar lo que debiera ser la más libre faena intelectual y democrática.

Una de las mejores formas de comprender los cambios que han ocurrido en su naturaleza consiste en aceptar que el Dinero a devenido en una nueva tecnología, entendida ella dentro de lo que hoy llamamos las “nuevas tecnologías”, esas que irrumpen, se universalizan a una velocidad sorprendente, se multiplican exponencialmente y modifican nuestros hábitos y nuestra cotidianidad hasta el punto de aceptar que nos impactan la cultura constantemente.

Para comprender la nueva naturaleza del Dinero va a ser necesario, incluso, que vayamos modificando giros del lenguaje corriente que hemos venido manejando hasta nuestros días. Es muy común que digamos que “cuando trabajamos producimos dinero”, que “el capital produce dinero” o que “las empresas producen dinero”. En términos de la Economía Política clásica el Capital, la Tierra y el Trabajo producían riquezas que terminaban expresándose en dinero, es decir que el Capital, el Trabajo y la Tierra producían el dinero. Hoy ya no es así, en términos reales. El Dinero ha llegado a adquirir tal grado de importancia, protagonismo y predominio que ahora es el dinero el que produce las empresas, el conocimiento, el trabajo, el capital y en general todas las acciones económicas. Considero que la prueba irrefutable de lo que afirmo radica en el endeudamiento extraordinario de las empresas y las personas naturales del mundo entero. En EE. UU. la mayoría de las grandes corporaciones tienen deudas que superan sus activos, en Colombia 1.600 de las más grandes empresas están endeudadas en cuantías que superan el 90 % de sus activos, las deudas sumadas de la humanidad superan varias veces el PIB mundial.

Evidentemente este cambio profundo nos exige repensar lo que han sido las políticas monetarias. No puede ser igual el manejo dado al Dinero como resultado de la economía que al Dinero como fuente principal de la actividad económica.

Por lo pronto, las urgencias que nos impone la pandemia nos obligarán a producir -léase emitir- dinero en la medida en que el dinero es la “nueva tecnología” más urgente de la coyuntura. Producir dinero será tan urgente como multiplicar las tecnologías de diagnóstico del coronavirus, como multiplicar las camas UCI, como garantizar la subsistencia de quienes deban conservar la cuarentena sin ingresos, como garantizar los salarios de quienes siguen empleados por empresas que no dan abasto, como inyectarles capital a las empresas que tenemos que salvar.

Lo que ocurre es que también tendremos que modificar los conceptos de la política monetaria y con ellos sus formas de medir las cosas, sus indicadores y las formas de llevar a la contabilidad de la nación las nuevas emisiones. Así como muchos ya reconocen que el método del PIB ya no es pertinente para medir la economía, comenzando por la OCDE, así mismo tendremos que modificar las formas de medir la política monetaria.

No estoy seguro, por ejemplo, de que debamos seguir considerando que las emisiones de dinero son inevitablemente inflacionarias.

¿Por qué habrían de ser necesariamente inflacionarias ahora, cuando los destinos del nuevo dinero no serán ni el mercado de la especulación financiera ni los consumos de lujo?

El dinero que se emita en las actuales circunstancias irá destinado obligatoriamente a cubrir necesidades indiscutibles de las sociedades obligadas a vivir la mayor austeridad de los últimos decenios. Y esto no puede ser inflacionario.

Soy consciente de que es posible que no cuente con la razón en una discusión tan compleja, sin embargo, estoy seguro es de que tenemos que abrir nuestra mentes y nuestros corazones a explorar caminos distintos.

 

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