Hoy leía con asombro y tristeza cientos de comentarios destructivos hacia Avianca, empresa donde orgullosamente trabajo. Incluso, con sorpresa, me encontraba con algunos líderes políticos que tal vez por populismo o simple mezquindad incitaban a la división y pedían no ayudar a Avianca. Según ellos “no tenía razón de ser el ayudar a una empresa no colombiana”.
Hace cinco años, cuando laboraba en Bancolombia, recibí una llamada donde me informaban que desde ese momento hacía parte de Avianca Holdings, para ser más exactos de Avianca Cargo, la unidad de negocio encargada de transportar las exportaciones e importaciones de cientos de industrias colombianas hacia casi todos los rincones del mundo.
Confieso que han sido años hermosos y de aprendizajes totales. Pasar de un banco a una aerolínea ha sido uno de los retos más grandes y satisfactorios que he tenido profesionalmente. No hay un día en el que no haya aprendido algo de esta industria fascinante o incluso de alguna de las tantas industrias que hoy atendemos (textileros, floricultores, industria química, farmacéutica, equina, manufacturera, minera, tecnológica, alimentos, entre otras más).
En estos cinco años he podido colaborar para que las "barrigas" de nuestros cargueros salgan repletas con la carga que representan los sueños de miles de colombianos, transportando millones de flores del sector más colorido de nuestro país, que cultivan nuestros campesinos en el oriente Antioqueño y las llanuras de Cundinamarca, y que viajan con la potencia de los Airbus A330 pero con la delicadeza exacta para llegar intactas a las casas de miles de parejas enamoradas en San Valentín o a millones de madres en su día por toda Europa, Asia y Estados Unidos.
En estos cinco años he visto llenar nuestros aviones con cientos de bultos con el mejor café del mundo, ese que nos hace famosos a los colombianos en lugares que no imaginaríamos como Rumania, Corea y Japón. He podido participar en las primeras exportaciones de productos agrícolas, que algún día serán el futuro colombiano; con toneladas de aguacate Hass para mercados orgánicos de Europa, y productos derivados del cannabis medicinal para Inglaterra y Suiza. En estos aviones he visto salir miles de cajas con confecciones colombianas, en especial aquellas que orgullosamente dan trabajo a miles de mujeres cabeza de hogar en Medellín.
En estos cinco años he visto pasar por nuestras bodegas cientos de animalitos que buscan reunirse con sus dueños en diferentes partes del mundo, hemos tenido chárteres completos de caballos que han representado a Colombia en mundiales equinos y hasta hemos ayudado a retornar a su hábitat natural a leones, lobos y toda clase de animales exóticos que han sido decomisados por las autoridades a circos y traficantes. He vivido el estricto protocolo de seguridad al transportar embarques valorados en millones de dólares como lingotes de oro, esmeraldas de exportación y obras millonarias de artistas ícono de Colombia como el maestro Botero, pero en paralelo he visto cómo cientos de embarques valorados en algunos pocos dólares, como cajas llenas de bombombunes, Colombianas Postobón y pandequesos, vuelan al otro lado del mundo para que algún colombiano pueda sentirse por algunos segundos más cerca de su tierra.
En estos aviones se han transportado algunas de las personas y cosas más significativas para muchos colombianos: la Selección Colombia, el Papa Francisco, cientos de cuadros y otras obras artísticas, así como los montajes e instrumentos de casi todos los conciertos que artistas, bandas y filarmónicas internacionales que hacen en nuestro país. Pero también, en contraste, hemos transportado con responsabilidad lo que jamás hubiéramos querido: los cuerpos de los fallecidos jugadores del Chapecoense y de miles de personas que han perdido su vida fuera de su país y lejos de su hogar.
En esta crisis, que sin duda ha golpeado al mundo entero, en diferentes niveles y desde diferentes frentes, como Avianca Cargo hemos volado orgullosamente sin parar un solo día. Aunque hoy tenemos más de ciento cincuenta aviones de pasajeros en tierra, hemos logrado mantener nuestros vuelos cargueros activos. Incluso, nos hemos adaptado rápidamente a los cambios, acondicionando algunos aviones de pasajeros, que hoy en lugar de llevar personas en sus sillas, llevan cajas con manufacturas colombianas al resto del mundo, manteniendo así parte de nuestra aparato productivo como país activo. Durante esta contingencia, además, hemos transportado toneladas de medicamentos, insumos médicos, camas hospitalarias y productos de primera necesidad para hacerle frente al COVID-19.
Hoy, como uno de los diecisiete mil empleados de Avianca, doy gracias a las personas que nos han apoyado, que entienden que esta compañía al igual que al resto es más que el rostro de algún socio mayorista de sus odios o amores. Esta empresa es el trabajo y sustento no solo de diciesiete mil familias colombianas, sino también el sustento de otros miles que hacen parte y dependen de nuestra cadena de valor como proveedores, clientes e industrias ligadas a la aviación como la hotelería y turismo.
Sabemos que con cada crisis vienen los aprendizajes y las oportunidades de mejora, como compañía sin duda alguna tomaremos las medidas que hagan falta. De esto saldremos no solo más fuertes, sino también mejores —lo digo con humildad— . Así lo exigen nuestros clientes y así será.
Para todos los empleados, en especial a mis compañeros de Avianca pasajeros —que hoy se sienten discriminados y maltratados en redes sociales por aquellas personas que no entienden que detrás de una empresa hay personas de a pie que se levantan cada día para ir a trabajar honradamente, para con sacrificio y amor dar lo mejor de sí a ellos—, solo queda decirles: fuerza, coraje y ánimo. La banderita estampada en nuestros aviones tiene orgullosamente el amarillo, el azul y el rojo... colores que seguiremos llevando a todos los rincones del mundo otros cien años más.
No es la primera vez que debemos volar en cielos turbulentos, no es la primera vez que debemos hacer un aterrizaje de emergencia y no es la primera vez que debemos transformarnos para convertirnos en una mejor versión No lo duden, volveremos a despegar con más fuerza... al fin y al cabo, los aviones siempre deben hacerlo con el viento en contra.