Hoy en día a la definición de mundo se le puede agregar el adjetivo de “acelerado”, dando un lugar a la afirmación: “lo más importante de una persona es su tiempo”. Esta es una idea aceptada en el mundo empresarial, la cual se ve reflejada en diferentes tendencias que han ido invadiendo la totalidad de la vida de una sociedad, desde lo más cotidiano, hasta la producción masiva de una empresa. En otras palabras, toda gira en torno a la satisfacción de los objetivos a corto plazo. Esta situación en el día a día se puede considerar inofensiva e incluso una manera eficiente de administrar aquel recurso tan valioso pero limitado: el tiempo. El gran problema de esta carrera acelerada en contra del tiempo radica en las decisiones ciegas que se toman en el presente y sus repercusiones a futuro.
Ante todo, es importante pensar en el cortoplacismo y cómo esta manera de vivir afecta de manera negativa la apropiada gestión de la empresa en lo que respecta al bienestar interno de sus trabajadores y el impacto medioambiental.
Existen innumerables formas de explicar qué es el cortoplacismo, la definición que mejor encaja con el propósito general del presente artículo es la expuesta en el trabajo de Repenning y Henderson, en la cual el cortoplacismo se entiende como “un método de decisión empresarial en el que prima la consecución de objetivos cuantificables en el ejercicio actual, sacrificando a cambio otras acciones que contribuyen a la capacidad futura de la empresa, principalmente menospreciando proyectos e iniciativas con valor actual neto positivo”.
De lo anterior, se infiere que las empresas en pro de mejorar su rentabilidad a corto plazo tienden a regirse finalmente por decisiones que a futuro no beneficiarán a la misma ni a la sociedad. Por ejemplo, Zara, aunque bien fue considerada un caso de éxito en la industria de la moda, ha recibido fuertes críticas debido al impacto ambiental y social que este modelo de negocio denominado “moda rápida” ocasiona al presente y al futuro. Este tipo de críticas han generado que, aunque al final del periodo, la empresa obtenga un alto margen de ganancias, así mismo pierdan diariamente un cierto porcentaje de aceptación por parte de los consumidores, que son quienes tienen el poder de consumir o no hacerlo.
Finalmente, todo lo que acabo de exponer tiene que ver directamente con la ética empresarial, la cual no puede convivir con el cortoplacismo, dado que, al tomar decisiones, sin tener en cuenta el impacto que estas generan a lo largo del tiempo, podría ocasionar daños irreversibles para el medio ambiente, para los consumidores y para los trabajadores de la empresa, que no hay que olvidar, son quienes dedican su vida a la consecución de los objetivos de la compañía. Queda entonces preguntarnos, y en consideración a la situación de aislamiento que se vive actualmente el país, ¿es más importante para las empresas el tomar decisiones cortoplacistas para afrontar la crisis inmediata o el tener una visión más ética del futuro, considerando los retos que deberemos afrontar en Colombia y el mundo?