Lo recuerdo altivo, hablando como si fuera el dueño de un rebaño, de un establo. Así nos miraba a los colombianos. El maltrato a sus empleados, mientras fue presidente, hizo que los mismos pilotos parecieran que quisiera sabotear a la compañía. ¿Recuerdan las carreteadas interminables por las pistas del país? ¿el eterno plan tortuga? Ni hablar de las chuzadas de las que se quejaron miembros del sindicato de pilotos, lo recuerdo y lo voy a olvidar. Ya Efromovich no es el presidente de Avianca pero ahora quedó ensuciada la compañía por culpa de su arrogancia.
Y ahora quieren que los salvemos, se van a inventar un 4 x 1000 para que los colombianos, a los que Avianca no nos ha dado nada. Y la respuesta está en las redes, esas que dice Maria Fernanda Cabal están permeadas por la izquierda. Si no defender el capital extranjero me convierte en un guerrillero pues eso es lo que soy. No me vengan a decir pues que Avianca es colombiana. De Colombia tiene el nombre porque hasta un alemán que huyo de los nazis la fundó a mediados de los cuarenta.
Decir, en plena crisis, cuando una bomba social está a punto de estallar en el país, que tenemos que meter la mano al bolsillo para salvar una compañía que solo usan los ricos -si, sigo creyendo que un cliente de Avianca sólo puede ser una persona que tenga plata- es cinismo que raya en lo inmoral. Nunca voy a olvidar el comportamiento de Efromovich, Su voz, sus jugadas, que resumen lo que uno puede pensar de mal de un tiburón financiero, de un capitalista consumado, de un neoliberal descarnado.
Parece un chiste que se esté discutiendo la posibilidad del gobierno, cuando tantas familias están entrando en el umbral de la pobreza, de lanzarle un salvavidas a Avianca. Ya no nos queda ninguna duda que el presidente es sólo un peón de los grandes grupos económicos.