A estas alturas de la pandemia del coronavirus covid-19 hay una fuerte candidata al mejor manejo de la crisis entre todos los líderes mundiales. Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, 39 años, una millennial a quien no le tiembla la voz para anticiparse a las decisiones más difíciles, pero tampoco para seducir a sus compatriotas con un liderazgo tranquilo y de mucha empatía, acaba de dar un parte de victoria. "La primera ministra de Nueva Zelanda puede ser la líder más efectiva del planeta", tituló recientemente la muy prestigiosa revista estadounidense The Atlantic, entre una larga cadena de elogios en muchos medios.
Los resultados están a la vista. John Hopkins señalaba el 1 de mayo que había 1.476 casos confirmados, 19 fallecidos en un país de 5 millones de habitantes. Desde el domingo pasado no hay sino un nuevo caso reportado, más de la mitad de los confirmados ya no están activos y la tasa de trasmisión es 0,3 % , frente a la media internacional de 2,5 %. . Jacinda lo ha logrado con una fórmula que tiene mucho del adagio español “el que pega primero pega dos veces”, que ella llevó más allá con “dale pronto y dale duro”. Su estrategia no era solo “aplanar la curva”, -un término que es hoy es del diario vivir- sino eliminar de una vez por todas al coronavirus. Para eso acudió a un estudiado plan de cuatro etapas que empezó a poner en marcha cuando el número de contagiados se contaban en los dedos de las manos y la crisis avasallaba al planeta.
Esta no es la primera que Jacinda ha tenido que sortear. 19 meses después de su posesión, el 25 de marzo del 2019 tuvo, literalmente, una prueba de fuego. Brenton Tarrant, australiano, atacó dos mezquitas de Christchurch, en la isla sur del país, dejando 51 personas muertas. Ese domingo de horror lo recuerdan los neozelandeses y el mundo. La primera ministra dio, entonces, la primera muestra de su liderazgo fuerte y empático: de inmediato reformó la ley de armamento, fustigó a las redes por mostrar al asesino en vivo y en directo, y en una de sus usuales muestras de compasión se cubrió con una yihab y consoló a los familiares de las víctimas en un acto público. El mundo la aplaudió.
La masacre en las mezquitas de Christchurch, dejó ver su lado más compasivo y el liderazgo más fuerte.
Foto: video RTNZ
La socialdemócrata, feminista no ha dejado de sorprender. Lo hizo cuando llegó al poder tomando la posta del renunciado líder de su Partido Laborista de Nueva Zelanda, con una arrolladora campaña de siete meses; lo hizo cuando poco después anunció que estaba embarazada, lo hizo cuando tomó firmemente las riendas del manejo de la crisis y sin que tuviera un solo caso de contagio prohibió la entrada de pasajeros desde China.
Cuando tuvo seis casos de contagio obligó el aislamiento de 14 días a todos los que llegaran a Nueva Zelanda, y prohibió la entrada de extranjeros al país. Era el 14 de marzo. El 19 cerró las fronteras. El 25 impuso el confinamiento nacional mucho antes que los demás líderes mundiales. Y lo hizo a su estilo. Con una sudadera y acabando de acostar en la cuna a la bebé le habló a la población dos días antes sobre la necesidad y las dificultades de permanecer en las casas con ejemplos en un tono amable buscando el compromiso personal con la “cacería” del virus. El 95 % cumplió el compromiso.
Jacinda es una comunicadora. Diariamente responde a la prensa sobre el curso de la pandemia y se conecta desde las redes sociales. No es extraño ver en su escritorio algún juguete sintonizando el trabajo y la actividad doméstica, y percibir su vocación de servicio que ella dice haber heredado de su padre policía de su madre empleada en la cafetería de un colegio. Cuenta The Atlantic que en alguna ocasión un periodista olvidó su pregunta, y ella inmediatamente salió al paso diciendo que probablemente no había podido dormir bien.
El 88 % de los neozelandeses creen que Jacinda tomó las decisiones correctas contra el coronavirus.
Foto: Instagram/Jacinda Ardern
Lo insólito de un mandatario en ropa casual dirigiéndose a los ciudadanos y a su vez tener su confianza y credibilidad se explica porque las políticas que Ardern ha puesto en marcha han funcionado y los resultados han sido importantes a nivel mundial. Una encuesta e Colmar Brunton de principios de abril reveló que el 88 % de los neozelandeses cree que el gobierno tomó decisiones en la dirección correcta contra el covid-19 y el 84 % aprueba la repuesta a la pandemia.
En la aceptación de los ciudadanos ha sido clave la parte relativa a sus ingresos. Cuando el confinamiento dio signos de llevar la economía al borde de la recesión, la primera ministra se rebajó 20 % el sueldo por lo menos seis meses. Y antes de decretar la cuarentena anunció un paquete de 7.300 millones de dólares para apoyar los negocios, las familias de bajos ingresos y los más vulnerables. Menos de una semana después ya se había entregado casi la mitad de esos recursos a los afectados. A los negocios otorgó subsidios durante doce semanas para el sueldo del personal si podían demostrar que los ingresos habían caído 30 % a causa de la pandemia. Muchos empresarios reportaron que dos días después de registrarse on line tuvieron el dinero en sus cuentas.
La salud mental fue paralela a las ayudas económicas. A mediados de este mes ya estaban funcionando tres aplicaciones: Mentemia, creada por una leyenda del equipo de rugby All Blacks -famoso por la haka antes de los partidos- y experto en salud mental, Sir John Kiewan; Melon dirigida al grupo de los jóvenes entre 13 y 24 años, y Staying on Track una herramienta de terapia por internet que enseña estrategias prácticas contra el estrés y los trastornos de la vida diaria.
Jacinda también ha estado pendiente de los más pequeños. Por eso, hace unas semanas los tranquilizó diciéndoles que el Ratón Pérez y el Conejo de Pascua eran considerados “trabajadores esenciales” y por eso irían a sus casas. El 28 de abril a estos dos trabajadores se unieron 400.000 que volvieron a sus empleos porque se empieza a desescalar el confinamiento: el nivel 4 de alerta máxima pasó al 3. Ahora toma sentido la respuesta que la primera ministra le dio al diario The Independent al principio de la crisis cuando le preguntó si estaba asustada: “No —dijo— porque tengo un plan”.