Si acogemos la definición técnica de autismo [1], podríamos asegurar que este estado patológico identifica el comportamiento de las directivas administrativas y académicas del Sena, respaldadas por muchos coordinadores, que muy preocupados por el cumplimiento de metas estadísticas insisten en clausurar decenas de programas de formación que por las condiciones de confinamiento no pudieron ejecutarse satisfactoriamente, de acuerdo con las exigencias de una adecuada capacitación laboral
Programas que iniciaron de forma presencial (en el área comercial, industrial y agropecuaria), que requieren de prácticas y que debieron interrumpirse, como todo programa de educación formal, han tenido un pésimo desarrollo por medios virtuales. Esto debido principalmente a la situación económica de nuestros aprendices: muchos no poseen computadores ni conectividad en sus hogares y menos aún pueden darse el lujo de pagar datos para sus celulares, sobre todo cuando sus familias tienen dificultades para alimentarse. Además, existe la dificultad que representa para los instructores presenciales reconvertirse a la fuerza en instructores virtuales.
Sin embargo, los coordinadores académicos y subdirectores de algunos centros insisten en dar por terminados los programas, solamente porque se agotaron los tiempos estipulados bajo condiciones normales, dejando a los aprendices a menos de medio camino de recibir una formación profesional adecuada.
Una de las inexplicables razones de estos burócratas, que lo que menos entienden es de procesos educativos con calidad, es la angustia de programar las ofertas del tercer trimestre del año, porque sin asomo de vergüenza alguna ya dieron inicio a las ofertas educativas del segundo trimestre, insistiendo en repetir el horror de "virtualizar" la formación profesional, con o sin aprendices, asegurando al director general datos estadísticos de cumplimiento misional, así todo sea una vulgar mentira.
En ese afán por cumplir sus falsas metas se ven sacrificados los instructores de planta y de contrato, quienes hoy ven extendidas sus jornadas laborales, haciendo mil tareas para virtualizar lo que no puede dejar de ser presencial, intentado conectarse con sus aprendices, muchos de los cuales ni siquiera tienen forma de contestar.
Estas prácticas han convertido al Sena en una fábrica de certificados, mal que se inició en el gobierno de la “Seguridad Democrática”, pero de cuyos falsos resultados rentan la imagen de gobiernos ineptos en la aplicación de políticas de bienestar social.
El resultado son cientos de instructores con alto nivel de estrés laboral (con afectaciones al bienestar de sus familias que a su lado sufren las condiciones laborales que les impone una administración autista), aprendices frustrados por la educación laboral que hoy reciben y una institución con elevados niveles de desprestigio, como los que ostentan los principales gobernantes de este país.
Ofende en los medios académicos y en la comunidad educativa del Sena las declaraciones dadas por Carlos Mario Estrada, director general, quien afirmó que esta es la oportunidad para pasar de la formación presencial a la formación virtual, porque, según su concepción neoliberal, el futuro del trabajo se confina al denominado teletrabajo.
De manera oportunista, la actual administración del Sena pretende desconocer que lo que identifica a la formación profesional, con respecto a la educación formal, es el alto contenido en prácticas reales, que les permiten a los aprendices adquirir niveles de experticia en los oficios y ocupaciones para los cuales se capacitan. Todo ello en beneficio de la capacitación real de la fuerza laboral que requiere el mundo del trabajo y que redunda en la economía de un país y que por más de 60 años esto ha sido la esencia de la formación profesional en el Sena, así se haya insistido en desmejorar durante los últimos años.
El verdadero trasfondo de estas irregularidades es el cumplimiento del mandato neoliberal de liberar al Estado de esta obligación constitucional [2], objetivo en el que han avanzado mucho los últimos gobiernos, pero que ha encontrado resistencia entre trabajadores y comunidades que han estado prestas a defender el derecho de los colombianos a una formación profesional integral y de calidad.
[1] Trastorno psicológico que se caracteriza por la intensa concentración de una persona en su propio mundo interior y la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior.
[2] Artículo 54. Es obligación del Estado y de los empleadores ofrecer formación y habilitación profesional y técnica a quienes lo requieran. CPC 1991