¿Quién le dice carro loco a Carro Loco?

¿Quién le dice carro loco a Carro Loco?

Fragmento del libro en construcción "Anécdotas de la guerra contadas por primera vez" de quien fuera un amigo cercano de Carlos Pizarro en sus años de militancia

Por: Mateo Malahora
abril 27, 2020
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¿Quién le dice carro loco a Carro Loco?

En los últimos meses de 1986 Carlos Pizarro Leongómez me había solicitado sus deseos de sostener una conversación con el Concejal de Popayán, Luis Fernando Velasco y algunos jóvenes que hubiesen demostrado posiciones favorables en torno a la solución pacífica del conflicto colombiano, como ya había ocurrido con los parlamentarios liberales, avalada por las bancadas conservadoras, integradas por los parlamentarios Edgar Marino Orozco y  José Darío Salazar, quienes en respuesta a la invitación, por mi conducto le hicieron saber que apoyaban toda iniciativa pacificadora, pero en atención a sus posiciones ideológicas se abstenían de participar en ellas, mientras fueron explícitos en que no adoptarían oposición en el congreso y como ciudadanos no le colocarían obstáculos a la iniciativa.

Ya los parlamentarios Miguel Gómez y Humberto Peláez Gutiérrez habían sostenido prolongados diálogos en las montañas con el heroico guerrillero colombiano.

Concertamos la reunión en las montañas de Corinto y subimos a pié con el Concejal Luis Fernando Velasco Chávez, con quien Pizarro deseaba establecer el diálogos, en compañía de Guillermo Alberto Cabrera Yalanda, conocido en las lides políticas proclives a las ideas progresistas, como “El Indio Yalanda”.

En el ascenso hacia el encuentro no faltaron las expresiones sarcásticas y Luis Fernando apuntó: “Haber, quien es capaz de decirle en la cara Carro Loco a Carro Loco”.

Y, coincidencialmente, yo le llevaba a Carlos Pizarro varias revistas y periódicos donde con visibles titulares registraban: “Carro Loco se tomó a Roncesvalles”.

El remoquete había sido asignado por la Tercera Brigada y era una forma de burlarse de sus operaciones subversivas y rebeldes. ´Apelad a la deshonra y la burla de los actores se suele decir en la guerra`.

Carlos Pizarro, en una ocasión que le llevé la prensa para que se enterara cuál era su accionar guerrillero, según los medios de comunicación escritos, no concluyó la lectura y los arrojó al suelo, rebajando su importancia, no sin expresar su irascible incomodo.

“Bueno dije yo”, retomando la propuesta de Luis Fernando, hoy Senador de la República, “Yo le digo, pero que se cristalice con una apuesta, una botella de buen licor no sería malo”.  “Que no sea un devaluado guarapo”, apuntó Yalanda. Todos asentimos y continuamos avanzado hacia la Vereda de Huellas, donde nos esperaba.

La presencia de Carlos Pizarro imponía respeto y  admiración. La presenté a Luis Fernando y a Guillermo Alberto Yalanda, y nos dijo: “Qué hay de buena en La Ciudad Blanca, no la conozco pero espero en paz, conocerla, sé que allí está “enterrado” Don Quijote.

No recuerdo el contenido de la charla porque el tiempo y la memoria conspiran para evocar el momento pero recuerdo que le dijo a Luis Fernando, “Nuestro proyecto político es favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Desde Rousseau reconocemos que el pueblo es la única fuente de poder. En Grecia era el pueblo el que daba aprobación a las leyes, claro está que los esclavos y los trabajadores, de baja condición social, no podían participar, ni siquiera los artesanos y las mujeres. Hoy, Jorge Eliecer Gaitán nos sigue mostrando caminos.

Nos recordó que conocía los acontecimientos del Cauca y salieron a flote nombres como Omar Henry Velasco, Olid Larrarte, Gustavo Mejía, el sacerdote de Corinto y Napoleón Rodríguez, quienes, en su tiempo, impulsaron la lucha de los campesinos e indígenas por la tierra y crearon las condiciones para la Fundación del CRIC en los primeros años de la década de los setenta.

Le manifesté que el Rally transamazónico pasaría por la vía Bogotá Pasto, y, sería de suma importancia, aprovechar ese evento internacional para que el M19 le hiciera llegar al mundo un mensaje de paz.

Inmediatamente, al tener conocimiento, tomó el radio y se comunicó con sus militantes en La Línea. Le dije: “Comandante, no pasan por La Línea, pasan por Bogotá, Neiva, Coconuco, Popayán y Pasto”. Llamó a Sotará, donde operaba el “Batallón América” y el encargado del grupo le dijo: “Ya pasaron, precisamente pasó el último carro y al observar su notoria frustración le expresé: “Lástima Comandante, habría sido un hecho extraordinario y notorio, porque la opinión internacional se habría percatado, inmediatamente, de los propósitos de paz del M19, el haber parado los vehículos para enviar un mensaje. Habría sido un hecho espectacular. ¿Se imagina usted haber suspendido la movilización por unos momentos, haber parado un “Carro Loco” en el descenso  de Coconuco, por ejemplo?” En ese momento noté que Luis Fernando y Guillermo Yalanda hicieron esfuerzos sobrehumanos para contener la risa. La apuesta había sido ganada.

Carlos Pizarro no lo entendió como una alusión a su sobrenombre y por el respeto que le profesaba y la gran amistad que nos unía, seguimos desarrollando el diálogo sin inmutarnos.

Meses después, cuando se suscribió el Acta de Desmovilización en el Despacho del Palacio Presidencial, el 8 de Marzo de 1.990, firmado por el Presidente Virgilio Barco Vargas y los dieciocho comandantes guerrilleros, acto al cual fui invitado por Carlos Pizarro, en calidad de mediador y representante de la sociedad civil al evento, al concluirse la ceremonia, espontáneamente formamos grupos para celebrarlo y me ubiqué donde Luis Carlos Galán y Gricerio Perdomo dialogaban.

Se acercó Carlos Pizarro y, sorpresivamente, sin mediar palabras, colocándome la mano en el hombro nos dijo: “ Jorge ha sido el único colombiano que me ha dicho Carro Loco en la cara”, lo que produjo en Galán, Gricerio Perdomo y, dos personas cuyos nombres no recuerdo, una sonora carcajada, aprovechando la oportunidad para contarle que lo había hecho para ganarme una apuesta hecha con Luis Fernando Velasco y Guillermo Yalanda, y no con el ánimo de  menospreciar su dignidad y rango.

Del libro en edición Anécdotas de la guerra contadas por primera vez.

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