Quizás ahora, con una perspectiva distinta, podamos quitarnos la máscara que antes llevábamos en los ojos, para ser capaces de percibir realidades extremas que suceden en el mundo fuera de nosotros. Como la concentración y distribución de la riqueza, cuya tasa de acumulación durante los últimos 250 años ha crecido más rápido que la economía, al estar el 82% de la riqueza en manos del 1% de los más ricos del planeta. Contrastando la importancia de reducir las desigualdades entre los que tienen más y los que menos tienen, donde lo que se requiere es corregir la distorsión que produce el peso excesivo de la renta acumulada, mediante el restablecimiento de ciertas condiciones de competencia en los mercados relevantes, la aplicación de un impuesto progresivo sobre el capital y una coordinación fiscal entre todas las economías mundiales (que hoy no existe), a fin de evitar que el poder económico global capture al político.
Desigualdad extrema que es una creación de los seres humanos y que provoca profundas diferencias en el acceso a oportunidades, vinculada al conjunto de problemas que caracterizan la situación de emergencia del planeta en que todos habitamos. Desde la degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los recursos, a la explosión demográfica que se traduce en enfermedades, hambre y, en definitiva, en baja esperanza de vida. Existiendo en países como los Estados Unidos, Inglaterra y algunos otros estados de Europa, una marcada diferencia en la actitud frente a la pobreza a partir de la lógica puritana sobre el esfuerzo, a la que juzgan como pereza y, por lo tanto, no apoyan políticas que aspiren a una mayor redistribución de la riqueza. Que en contra del mito norteamericano del “self made man”, o que todo individuo consigue llegar a millonario gracias a su voluntad y esfuerzo, no responde a la realidad. Ni en los Estados Unidos, ni en otros países ricos con similar rigidez e inmovilidad social, donde los hijos de pobres están estadísticamente condenados a ser pobres (índice o coeficiente de Gini*).
Idea de que cada individuo tiene en sus manos las riendas de su vida, en la que culpabilizar a las personas, es el mejor camino para excluir a la sociedad de la responsabilidad conjunta de dar solución a un creciente problema, principalmente en aquellos lugares en los que la intervención del estado es prácticamente inexistente. Es más, se ha aumentado en Estados Unidos o Israel (4.1%) y se aumentarán en el mundo para el 2021 (5.5 %). Las cuales, en los países nórdicos de Islandia y Noruega, es donde mejor se representan las oportunidades igualitarias de participación. Estando Alemania justo por debajo de los diez primeros y Estados Unidos, por el contrario, ocupa hoy el puesto 36, a la cola de la clasificación. Siendo el riesgo de caer en la pobreza mayor en Israel (17,9 %) y en Estados Unidos (17,8 %), ya que el crecimiento de la economía no llega a muchas personas.
Carencias múltiples y simultáneas que a diario afronta gran parte de la humanidad**, que indican que el desafío de reducir la pobreza, no se debe limitar a los países de bajos ingresos, ya que la pobreza no está distribuida uniformemente en cada país, ni siquiera dentro de los hogares, sino que está en todas partes. Ya que en el mundo, 3.114 millones de personas viven en la pobreza (de 7.786 millones totales), de los cuales 15% lo hacen en países de renta media y 7.2% en los de renta baja. Pobreza que también alcanza a la edad de la población, pues la mitad de los pobres detectados son menores de 18 años. Siendo otro aspecto preocupante del análisis, el que más de una de cada cinco personas jóvenes en el mundo (menores de 25 años) no trabaja, ni estudia, ni recibe formación, por lo que sus perspectivas de trabajo se ven comprometidas. Considerando además que 2 mil millones de trabajadores _61% de la población activa mundial_ tienen persistencia en el empleo informal (personas que trabajan menos horas remuneradas de lo deseado).Trabajos que están caracterizados por salarios bajos, inseguridad, falta de acceso a protección social y a derechos laborales.
Cifras de pobreza en las que el bienestar depende de que exista un nivel de vida mínimo para todos y que en cualquier caso siguen siendo relevantes, porque la prosperidad de unos pocos no puede durar si se enfrenta a la extrema pobreza de la mayorías. Para que ahora y por primera vez en la historia de la humanidad, aprovechemos el momento para salir de nuevo al mundo exterior, a buscar lo que nos une y no lo que nos separa. Conscientes de que hay suficiente para todos, y que se cuenta con los medios, las capacidades y el talento para ayudar a los peor situados. Faltando solo la acción humana y la voluntad política para hacerlo.
Notas al texto.
(*) El coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad de los ingresos dentro de un país, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual. Índice que es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno), expresado en referencia a 100 como máximo. Una variación de dos céntesimas (o dos unidades del índice) equivale a una distribución de un 7% de riqueza del sector más pobre de la población (por debajo de la mediana) al más rico (por encima de la mediana).
(**) En Latinoamérica, según la CEPAL, Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe, la caída en el valor de las materias primas y en áreas como el turismo debido a la pandemia, harán que la región _con 626 millones de personas y 70% pertenecientes a los estratos medios-bajos_ se contraiga un 5,3% en 2020. Causando "la peor contracción de la actividad económica que haya sufrido desde 1900". Ubicándose la tasa de desempleo en 11,5 % (+3,4 % con respecto a 2019), con un número de parados cercano a los 37,7 millones (+11,6 millones que el año anterior). Siendo los países más afectados con la contracción, Venezuela (-18 %), México (-6,5 %), Argentina (-6,5 %), Ecuador (-6,5 %), Nicaragua (-5,9 %) y Brasil (-5,2 %). Y los menos impactados, República Dominicana (0 %), Guatemala (-1,3 %), Paraguay (-1,4 %), Panamá (-2 %), Colombia (-2,6 %) y Honduras (-2,8 %). Organismo que calcula que la tasa de pobreza aumentará este año al 34,7% (de 30,3 %), lo que significa un incremento de 28,7 millones de personas en situación de pobreza y un 13,5% o 16 millones de personas en pobreza extrema. Impacto socioeconómico de la crisis, que afectará a los países de manera diferente, dependiendo de las capacidades respectivas y de los recursos disponibles para responder a la enfermedad.
Referencias. Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI (2014). Fukuyama, Francis. “The end of history and the last man”. New York: The Free Press. Delsol, Chantal. “Populismos: una defensa de lo indefendible”. Havel, Václav. “El poder de los sin poder y otros escritos”. Borja Monreal, Ser Pobre. Emilio Ontiveros, 'Excesos: Amenazas a la prosperidad global'. John Donne - Devociones y duelo por la muerte.
