El pueblo colombiano entregó ayer un contundente respaldo al proceso de paz en Colombia y, de manera especial, a los diálogos entre la insurgencia y el Gobierno Nacional en La Habana.
Y, además, repudió, con sus más de 7.816.000 votos por Juan Manuel Santos, la política de guerra y crímenes de Estado de Álvaro Uribe Vélez, quien había asumido la campaña de Óscar Iván Zuluaga como un plebiscito contra la búsqueda de la paz en el país.
Así que el gran perdedor de esta jornada es Uribe, que anoche, después de la intervención de Santos ante sus seguidores, apareció en los medios de comunicación con una sarta de justificaciones de la derrota dejando ver que su guerra contra la paz continuará y que su gestión de odios y maniobras autoritarias no se detendrá.
Lo secundó el candidato a la Vicepresidencia, el vallecaucano Carlos Holmes Trujillo García, ex alcalde “liberal” de Cali, quien resultó más uribista que Uribe y se despachó en el acto de Zuluaga con una andanada contra el proceso de paz y los diálogos con la insurgencia, demostrando su metamorfosis hacia la extrema derecha.
Trujillo García es uno de los grandes perdedores de esta jornada: en su departamento de origen, otrora fortín del holmismo, el grupo político fundado por su padre, él y su fórmula presidencial fueron estruendosamente derrotados por Juan Manuel Santos.
Y al lado suyo, otro de los derrotados es el gobernador del Valle, Ubeimar Delgado Blandón, quien se empleó a fondo en la campaña de Zuluaga, le organizó dos actos públicos en menos de una semana en Cali --que contaron con la participación de numerosos funcionarios y contratistas del Palacio de San Francisco-- y una gira por el departamento.
Aquí, Santos pasó de 313.000 votos el 25 de mayo a 827.275 este domingo, mientras que Zuluaga pasó de 216.822 a 459.820.
En este crecimiento de la votación de Santos en el Valle se reflejó la votación de quienes estuvieron con Clara López y Aída Avella en la primera vuelta presidencial, circunstancia que se reprodujo en el plano nacional, pues se puede considerar que en Bogotá el salto de Santos también es en gran medida producto de que la mayoría de los 500.000 sufragios de la fórmula Polo-UP en la capital acompañaron la opción por la paz y contra Uribe.
Estas cifras demuestran el peso en los resultados de Santos de la participación de la izquierda (sectores del Polo impulsados por Clara López, Iván Cepeda y Alirio Uribe; la Unión Patriótica, liderada por Aída Avella; los progresistas de Gustavo Petro; el sector de la Alianza Verde encabezado por Ángela Robledo y otros), lo mismo que de numerosos movimientos sociales, sindicales y alternativos.
Lo anterior mostró a un amplio sector de la izquierda y el centro izquierda con una lectura acertada del momento y una definición precisa del enemigo fundamental, a pesar de otro que, encabezado por el Moir y el senador Jorge Robledo, prefirió mantener una posición cerrada para aparecer “incontaminado”, una actitud que favorecía al uribismo y dejaba en evidencia que poco le importaba el asunto estratégico: el futuro del proceso de paz.
Robledo y quienes coincidieron con él, entre ellos dirigentes polistas del Valle del Cauca, también resultaron derrotados en esta contienda y perdieron la lid frente a la presidenta de su colectividad, Clara López, a quien incluso llegaron a pedirle la renuncia a la Presidencia del partido, como lo hizo el senador Alexander López.
Consecuencia de las decisiones políticas estratégicas tomadas por Clara López, Iván Cepeda, Alirio Uribe y muchos líderes de base del Polo que respaldaron a Santos solo por la defensa de la paz, manteniendo su oposición al régimen, es evidente la nueva fractura interna del PDA, frente a la cual el sector derrotado no la tiene fácil y deja la hegemonía del Moir dentro de la tolda amarilla en declive.
En todo caso, en gran medida la votación por Santos no fue propiamente por él, sino a pesar de él y, especialmente, contra la amenaza del retorno de Uribe en cuerpo ajeno, con sus prácticas criminales contra la oposición y su decisión de prolongación de la guerra en detrimento de la solución negociada del conflicto social y armado.
La izquierda y los sectores alternativos que respaldaron la opción de la paz tienen ahora la tarea de liderar la lucha social y política en calles y campos para que Santos cumpla no solo con la finalización exitosa del proceso de paz, sino con la apertura de espacios democráticos, comenzando con la reforma política que anoche mismo anunció y siguiendo con el freno de medidas nefastas para el pueblo en materia de salud, educación, empleo y medio ambiente.
El respaldo de la izquierda no fue en vano: debe hacerse valer en el proceso de paz, sobre todo en la perspectiva de que el Frente Amplio por la Paz crezca para hacer posible la constituyente popular que procure las reformas estructurales que el país necesita luego de los eventuales acuerdos con las Farc-EP y el ELN.
A diferencia de lo que piensan algunos que siguen mirando la política en blanco y negro, lo cierto es que la segunda vuelta dibuja un nuevo espectro político gracias a la decisión de los sectores mencionados de respaldar la opción menos mala, y es precisamente esa posición la que permite exigencias, con toda autoridad moral y política, al Gobierno.
Santos lo avizoró así en su discurso del triunfo: anunció que cambiará lo que haya que cambiar, y reformará lo que haya que reformar. El quid de la cuestión está en que los sectores alternativos y de izquierda serán los encargados, desde las posiciones ganadas en este debate, de exigir que esos cambios y reformas sean en el sentido que el pueblo colombiano requiere.
Y, en todo caso, tendrán que estar ahora a la cabeza de la oposición, pues el respaldo dado a Santos tenía límites claramente expresados desde el comienzo.
Cali, domingo 15 de junio de 2014.