El contexto económico de los más vulnerables, entre los que se encuentra la población desplazada, los habitantes de calle, los parados –desempleados— y demás, simplemente no es favorable en cualquier punto del ciclo económico, pero mucho menos ante la coyuntura derivada de la crisis sanitaria y la guerra de los precios del petróleo entre Arabia Saudita y Rusia.
En este panorama, donde las expectativas son negativas pero realistas —se espera que Colombia tenga su segundo año en la historia con crecimiento negativo—, el ambiente se encuentra plagado de riesgo, incertidumbre y volatilidad. Estos ingredientes afectan a todos los agentes económicos, pero especialmente a los menos afortunados.
La situación es la siguiente. En épocas normales no se les puede reprochar a estos grupos demográficos sus bajas tasas de ahorro. ¿Cómo pensar en ahorrar, para invertir, cuando se tiene hambre?, ¿cuando no se sabe dónde se pasará la noche?, ¿cuando las esperanzas alimenticias se basan en panes piadosos de personas anónimas, desconocidas?
Ahora, en época de recesión y crisis, como la que se avecina, ¿Dónde encontrar esa filantropía? Cuando las empresas se quiebran, los parados se multiplican, se prohíbe salir a las calles, no podéis vender chicles en el semáforo o el bus, la iglesia se encuentra cerrada, no hay autos para limpiarles el parabrisas, el dinero no circula.
La respuesta ante tal adversidad, dos esperanzas. En primer lugar, el Estado mediante los gobiernos de turno y sus políticas públicas; es fundamental que los gobiernos se encarguen de la provisión de los mínimos vitales para alcanzar su fin último del bienestar social; aunque es de tener en cuenta que, debido la situación de las cuentas fiscales, el Estado no se encuentra en su mejor momento.
Esto nos lleva a la segunda esperanza, nosotros. Las transferencias, ayudas y cooperación de los que ahora nos encontramos en una relativa mejor posición son esenciales para minimizar los efectos y profundidad de la pandemia. Tal vez no seamos Bill Gates, Jeff Bezos, Carlos Slim, pero recordemos que, para el vendedor de chicles, el habitante de calle, el desplazado, somos Bill Gates, somos Bezos, somos Slim. Y aun si dejamos de lado los sentimientos más generosos, es la decisión más racional que podemos tomar como individuos de sociedad; aquellos vulnerables que no encuentren sustento en las arcas del estado y en la ayuda del prójimo, generarán situaciones de crimen y violencia a causa de las demandas sociales insatisfechas.
Finalmente, quisiera concluir con la reflexión de que la mejor manera de ayudar a sortear el contexto económico adverso, tanto de los más vulnerables como el propio nuestro, es la cooperación y las instituciones; aunque pareciera ser que a corto plazo lo más sensato es pensar en términos individualistas, el largo plazo llegará y cobrará fractura.