Frustración y motivación… esa es la dicotomía que ha emergido en los últimos días producto del carácter complejo de este proceso de virtualizar la práctica pedagógica en nuestras instituciones educativas de un momento a otro, especialmente en aquellas de carácter oficial.
Frustración porque desafortunadamente estamos inmersos en una cultura de la inmediatez y el facilismo; en muchas ocasiones propiciada por nuestras propias prácticas como docentes, al desconocer cómo funciona todo esto de la educación virtual. Debemos reconocer que vivimos en una cultura en la que “da pereza leer”, en la que un grueso número de padres de familia pretenden que todo se resuelva rápido, fácil y como por arte de magia a través de un bombardeo de mensajes de WhatsApp a los celulares de los docentes. ¡Y no los culpo! Desafortunadamente, la incertidumbre y la emergencia que acompaña estos tiempos de pandemia ha ocasionado que de la noche a la mañana los padres tengan que trabajar, responder con los quehaceres del hogar y dedicar más tiempo al acompañamiento escolar en casa; esto último incluso es toda una novedad para algunos padres.
De manera errónea muchos maestros, padres de familia y estudiantes tienen la idea de que “la educación virtual es sinónimo de replicar lo que comúnmente se hace en el salón de clase a través de distintas herramientas tecnológicas”. Sería injusto culparnos ya que que todos estamos dando lo mejor de nosotros para salir adelante; ¡Simplemente, a todos “nos cogieron con los calzones abajo” …No estábamos preparados para afrontar este difícil momento!
Muchos maestros estaban confiados de su infalible método TTS (Tiza, Tablero y Saliva) que genera un estado de confort absoluto y placentero. Incluso, existe una tendencia por mostrar indiferencia cuando alguien ha tenido la intención de compartir su conocimiento en asuntos relacionados con las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, al punto de haber creído que la tecnología jamás se convertiría en algo necesario en nuestra profesión y nuestras vidas.
¡Motivación! Es claro que nadie se encontraba preparado para este difícil momento, pero es precisamente ante las dificultades que debemos expresar nuestra mejor actitud y junto a ello el amor por nuestra profesión y nuestros estudiantes, la tolerancia, el buen sentido del humor y sobre todo mucha paciencia. Interiorizar estas virtudes es lo que nos debe mantener motivados a desaprender, aprender y reaprender, a ser conscientes que nuestro mundo es un espiral complejo que se mueve en múltiples direcciones, a ser conscientes que es perentorio generar en nuestros estudiantes y padres de familia una cultura lectora y una cultura de trabajo autodirigido.
Esta emergencia sin duda nos está dejando grandes enseñanzas y una de las principales es que la educación en nuestros tiempos insta a transformaciones curriculares y prácticas pedagógicas irreverentes que rompan la linealidad que el actual sistema propone, para así formar individuos capaces de reinventarse, adaptarse y vivir en esta sociedad permeada por la complejidad y la incertidumbre.