Fútbol sin cerveza y con nueva ciudadanía

Fútbol sin cerveza y con nueva ciudadanía

Por: oscar escobar a.
junio 16, 2014
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Fútbol sin cerveza y con nueva ciudadanía
Imagen Nota Ciudadana

"El anfitrión Brasil puede que sea el gran favorito para ganar la Copa del Mundo-2014, pero cualquiera que sea el país que levante el trofeo el 13 de julio, el verdadero ganador será la industria del alcohol", señaló el estudio del British Medical Journal (BMJ). (El Espectador 10/06/2014)
Envío: Mr.Marín

Sí al fútbol. Sí al juego. Sí a la plasticidad vibrante de Van Persie para anotar ese golazo contra España, o a la intuición genial de Ibrahimovic, (Zlatan Ibrahimovic's Wonder Goal Vs England, aparece en YouTube), o las gambetas endemoniadas de Pelé, El Pelusa, Ronaldinho o Messi, o Willington o El Pibe, El Tino, Falcao, entre los nuestros. O a esos muchachos que están en los potreros en lista de espera de la esquiva gloria inmarcesible que acompaña a todo júbilo inmortal.

Mejor dicho, “Sísas parce” al fútbol. No al poder sucio (¿Todo poder es sucio?). No a la manipulación. No a la instrumentación perversa de convertir el deporte en el medio para aumentar el consumo de licores y tabaco, empezando por la juventud, una de las mayores vergüenzas de la humanidad de nuestro tiempo, de esta “civilización de la mentira” como bien podría nombrarse. (Con el mundial de fútbol la venta de licor en Bogotá aumentará un 35%, según lo advirtió la Federación Nacional de Comerciantes).

Antes era el cigarrillo el gran patrocinador, ahora es menos protagonista pero aumenta su consumo, un hábito que según la OMS (Organización Mundial de la Salud) produjo cien millones de muertes en el siglo XX, por enfermedades asociadas al tabaquismo. Con los licores sucede igual. Los costos sociales del exceso de consumo de licor, en accidentalidad, en salud, en delincuencia, en criminalidad, son altos para la sociedad. Y, de la misma manera que con el tabaco, en el fondo son negocios criminales y diabólicos, en el que están unos pocos señoritos, poderosos, asociados al poder político y económico, para mantener sus oscuros privilegios y que se lucran en forma desmesurada y vergonzosa de ello.

Está bien que cada cual haga uso de su libre albedrío y “que haga de su toga un sayo”, como dice el refrán, y el que se quiere pegar de un cartón de Marlboro o un petaco de cerveza, lo haga; pero no está bien que el Estado, cuya razón de ser es la prevalencia del interés general y del bien común, permita ese libertinaje de unos empresarios patrocinadores que cooptan, es decir, someten, o sea capturan en su favor los instrumentos jurídicos, políticos, institucionales y mediáticos que les permitan actuar con libertad a sus anchas, enriqueciéndose hasta la opulencia en forma inmoral y enriqueciendo ilícitamente lo que tocan a su paso, con el fin de vender más enfermedades y muerte por la vía de la excesiva publicidad y permisividad de licores y tabaco, empaquetados hábilmente en falsos mensajes emocionales de amor, placer, diversión y alegría.

Porque si no es ilícito, sí es inmoral que cada año, según la citada OMS, mueran en el mundo 3,3 millones de personas a consecuencia del consumo nocivo de alcohol y que sea un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos, todo para que los dueños de Philips Morris o Bavaria vivan como príncipes entre una multitud de descamisados que deambulan sin norte y votan sin guía, pero fuman y beben sin medida porque eso es lo único que les han enseñado los medios.

Mejor dicho, licores y tabaco, digamos que sí, aceptemos, en aras de la llamada “libertad de empresa”, (que nadie debería tener la libertad de fundar una empresa dañina para la humanidad). Pero sin ninguna publicidad y con impuestos inmensos. Mejor dicho, protesto por Budweiser y Águila como grandes patrocinadores de la FIFA y de la Selección Colombia.

Nos urge el libre ejercicio de una nueva ciudadanía como esa fuerza dentro de la Constitución y las leyes, al alcance de todos en una democracia, capaz de producir los cambios sociales, culturales, políticos y ambientales necesarios para la transformación que necesita Colombia para ingresar con firmeza y seguridad al siglo XXI. Y que presione al Estado y a la sociedad en la lucha contra el creciente consumo de licores y tabaco en la juventud.

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