Cuando Joao Havelange era el presidente de la FIFA, por allá en las tres últimas décadas del siglo XX, el fútbol se erigía como una máquina de hacer plata, pero terminaría catapultándose comercialmente con Joseph Blatter, que en su afán de engrosar sus cuentas bancarias hasta en un escándalo judicial se metió y del que todavía sigue respondiendo. Desde entonces la pecosa, como cariñosamente algunos le dicen a la pelota con la que se ganan la vida los héroes del mundo contemporáneo (los futbolistas), es sinónimo de grandes intereses, de compromisos mercantiles y de exageradas transacciones que hacen imposible ver la vida sin este fervoroso deporte.
Está más que claro que hay mucho dinero de por medio, que las ligas más importantes están perdiendo mucha plata con la pandemia, pero las cosas hay que ponerlas en su lugar: en estos momentos es más importante preservar la vida de la gente y de los mismos futbolistas. Sin embargo, en esta república bananera en la que vivimos, en donde cualquiera que dice ser periodista tiene la “razón”, ya se está pidiendo que se vuelva a jugar pese a la incertidumbre que vive el mundo. Una de esas voces es la del señor Carlos Antonio Vélez, un comunicador polémico, bastante controvertido, al que solamente siguen los que están llenos de bilis como él. Propone que se juegue aunque sea a puerta cerrada, argumentando que hay mucha gente que vive del coliseo romano de la modernidad.
Vélez, que siempre ha apoyado las iniciativas del incompetente de Duque, ahora sí lo crítica y reconoce que sus medidas sanitarias están llenas de politiquería. En su discurso se puede ver la prepotencia que siempre lo ha caracterizado, pues está demostrando que hay hacer lo que él dice porque siempre tiene la “razón”. ¿A dónde está su apoyo a Duque? Recordemos que le pidió a Petro que se fuera para Cuba, que no envenenara al país con su resentimiento y que según su parecer el terruño cuenta con un buen gobierno. Para que vea, amigo lector, cómo se contradice este señor, cuando las cosas no salen según su conveniencia.
Quiere que se vuelva a jugar porque debe respaldar los compromisos mercantiles que le pagan el sueldo, la productividad de los medios para los que trabaja y porque solo es feliz cuando maltrata al deportista con su discurso fascista. No piensa en que el virus puede perjudicar a cualquiera, como le pasó al expresidente merengue Lorenzo Sanz, que con toda la plata en el banco pasó a mejor vida. ¿A dónde está su respeto por la seguridad del otro? Todo indica que no lo tiene, que únicamente le importa enaltecer esa mafia que promueve la FIFA, y de la que los periodistas deportivos participan cuando la publicitan con sus desacertados comentarios.
Si hay gente que depende de la pelota ganando bien, pues también hay gente que no depende de ella ganando mal, por lo tanto, es responsabilidad del actual presidente de los colombianos impulsar una propuesta financiera que nos ayude a amortiguar este mal momento. Esa propuesta podría decirle a los bancos que den la mano al cobrar los intereses acostumbrados, financiando a las empresas que hoy no tienen para pagar una nómina, pero la solución no está, señor Vélez, en colocar a rodar la pelota aunque se arriesgue la vida.