Parece que todo esto que está pasando fuera sacado de una película de terror. Las epidemias han tenido a lo largo de la historia un impacto fundamental en el desarrollo social y económico de un país. La declaratoria de esta nueva pandemia como lo es el COVID-19 es una sorpresa para muchos debido a que hace muchos años no presenciábamos algo semejante.
Hay algunos que piensan que la economía pasa a un segundo plano en toda esta situación y que lo prioritario son las consecuencias sanitarias de toda esta situación, pero yo creo que la economía es tan importante y fundamental como lo demás debido a que es lo que mueve y sostiene a un país. Ahora bien, debemos pensar: ¿por cuál camino queremos irnos?, ¿por el de la vida o por el del comercio?, ¿vale la pena arriesgar el comercio que trae grandes consecuencias negativas para el mundo por preponderar la salud y/o la vida?
Se dice que arriesgando el comercio, el país se inmiscuirá en una deuda garrafal, ya que se invertirán recursos en este estado de emergencia, sobre todo en el sector salud, para disminuir el efecto de la pandemia. Sin embargo, el sector productivo se descuidaría, llevándonos a que cuando pasen los efectos de la pandemia tengamos que iniciar desde cero, con miles de deudas y problemas que habrá que resolver volviendo a generar comercio.
Se podría pensar en un cambio de moneda para tratar de sopesar esta deuda o crisis, en caso de preponderar la salud y la vida, pero hay que preguntarse también cuáles son los efectos a largo plazo de este cambio, sabiendo además que es una transformación costosa que trae consecuencias negativas: como pasó con Ecuador en el año 2000 cuando decidió dolarizar debido a una gran crisis económica que sufrió en la década de los 90. En fin, el cambio de moneda ayuda a estabilizar la situación macroeconómica, eso es cierto, pero supone a su vez una disminución en el poder adquisitivo de las personas residentes del país que tome esa decisión. En el caso de Ecuador se presentaron disminuciones en la economía familiar que truncaron sectores como el turismo e hicieron que la soberanía monetaria perdiera su poder.
El impacto de la economía, sin embargo, es del todo incierto porque debemos esperar a que pasen los días para realmente saber los efectos que conlleva esta pandemia, ya que no todos los sectores se verán afectados comercialmente. Si se deteriora la actividad comercial y productiva se podrían lanzar algunos planes de gasto público para corregir las consecuencias que se pueden presentar. No podemos dejar de mencionar que no se deben abandonar todas las medidas necesarias para sobrellevar el avance del virus en cuestión de salud para salvar la economía, porque no puede pasar lo que ocurrió en Italia, que por no querer descuidar o herir la economía no adoptó a tiempo medidas de prevención necesarias, llevando a la rápida propagación del virus.
Con eso claro, una de las propuestas que se hace aquí en Colombia es una cuarentena inteligente, que permitirá parcialmente retomar la vida no social sino productiva, donde con las medidas adecuadas, los sectores productivos podrán trabajar para así sopesar una crisis futura. No obstante, no podemos confundir parcial con el hecho de que cualquier persona pueda salir. En este punto el gobierno debe hacer un control estricto, ya que se especifica que ni los colegios ni las universidades podrán retomar sus actividades comunes, por lo que entendemos que los niños y jóvenes no harán parte de esto, ni tampoco la población mayor de 60 años.
Finalmente, hay que mantener la calma porque una situación como esta no es nueva y el mundo ha superado peores. A largo plazo los cambios que existirán serán graves, pero ahí es donde el gobierno debe entrar a idear prácticas efectivas para minimizar desde ahora esos posibles cambios que generarían daños irreversibles en la economía de nuestro país
