En estos días, una fuerte brisa sopló y desacomodó todo lo que creímos que estaba en su lugar, sin importar la posición geográfica o económica de los individuos, sin duda así fue. El modus vivendi de cada ser humano cambió sus características de forma significativa. En cada rincón de las redes sociales se escuchan reflexiones subjetivas cargadas de melancolía tales como: “éramos felices y no lo sabíamos”.
Ahora bien, siendo objetivos, invito al lector a que reflexione sobre qué tan verídica resulta esa expresión en el contexto de una sociedad que vive intoxicada por el ego, ahogada en la insatisfacción, agonizante, sobreviviendo al día a día a expensas de consuelos banales como un viaje a fin de año o un cóctel de psicotrópicos cada fin de semana, por mencionar dos ejemplos cualesquiera.
Hoy tenemos una oportunidad probablemente única en nuestras vidas y es la de reencontrarse con un ser bueno, lleno de amor, con deseos de ayudar, noble, bondadoso, que sabe perdonar y en general virtuoso; ese ser es usted, que en el fondo sabe que todos estos adjetivos le pertenecen pero el entorno y la sociedad de características ya descritas se han encargado de arrebatárselos uno a uno, quizá al punto que en este momento no se sienta del todo satisfecho con su modo de obrar como persona.
Hay que reconocer que resulta un poco aterrador cómo el medio nos predispone a generar con facilidad una tormenta de sentimientos negativos ante cualquier falta de nuestro semejantes. Hechos tan minúsculos como que un vecino estacione su vehículo de forma incorrecta, que un compañero de trabajo olvide llenar un formato o que alguien esté en desacuerdo con algún asunto bastan para que nuestra mente y espíritu se intoxiquen con una tormenta de odio y madrazos. En contraposición a esto, sí que nos cuesta decirle al vecino de tantos años o al colega con el que se han librado batallas juntos un simple “te apoyo", "te quiero" o "cuenta conmigo si necesitas ayuda”. Esto en gran parte se debe a las dañinas y deletéreas expresiones del ego que menoscaban cada día el hermoso ser que somos, es por ello que en esta pandemia debemos dedicarnos al reencuentro con nosotros mismos, a ser lo que realmente somos, a sentirnos orgullosos con nuestras acciones, a no cansarnos nunca de hacer el bien porque jamás encontraremos autodecepción o deshonra en ello.
Reinicia tu vida, con estimación pide perdón si sientes que has errado, con esto dejarás atrás los rencores y la amargura. Sin importar que alimentes tu espíritu en la biblia o en la filosofía, en Eclesiastés o el jardín de los epicúreos, el mensaje es el mismo: puedes ser rico con mucho o poco, solo debes ponerle fin a tu codicia. En este estado de emergencia no dejes de disfrutar, sigue aportando desde tu rol, deléitate con el comer y el beber, y permítete sentirte orgulloso de tu labor pero sobre todo de tu ser, ese será tu mayor legado.