Cuando todo indicaba que su gobierno entraba en una profunda crisis, Iván Duque se encuentra con una pandemia que momentáneamente apacigua los ánimos de sus detractores. En hora buena le ha llegado afrontar esta temible situación, pues la gente está más preocupada por la cuarentena, por no contagiarse del coronavirus y por salir avante de este mal momento que vive el mundo. Él, que de por sí es incompetente, ha sabido escuchar a sus consiglieris, los cuales le han dicho qué hacer y como obrar en un momento de mucha incertidumbre.
Todo indica que lo salvó la campana, porque se le avecinaban marchas, paros y se lo estaba viendo muy débil: apenas sostenido por los bandidos que conforman su peligrosa bancada de fascistas. La cuarentena le ha caído bien, tanto así que se ha vuelto más osado, pues su ministro Carrasquilla ya planea una segunda reforma tributaria. Por estos días su maltratado barco, que sorteaba una ola bastante picuda, ha salido de la tormenta, claro está, mientras todo vuelva a la normalidad y algunos intenten torpedear las medidas económicas que quiere implementar.
Creo que el gran reto de su jefe, Álvaro Uribe Vélez, está en encontrarle un sucesor en el solio de Bolívar, pues aunque sea cojeando, con marchas en su contra y cuanta crítica le caiga, Duque terminará en el 2022 con su mandato presidencial. La cuestión está en que ya nadie cree en su malogrado mentor, que la gente ve en el uribismo una canal de agua contaminada, y que ahora más que nunca es posible que se tome enserio el hecho de escoger a un gobernante competente. Los bandidos que lo acompañan lo saben, entienden que Uribe ya no tiene la popularidad de antes, los escándalos lo maltratan y cada día se cree menos en su derrotero gubernamental.
Tampoco vamos a decir que la bancada de Duque lo tiene todo perdido, porque por los lados de la izquierda, la derecha decente y cuanto partido hay aquí, igualmente no se vislumbra un candidato que se robe el fervor de todos los colombianos. Se podría pensar en Petro, pero mucha gente le tiene miedo a su ideal progresista. Ni qué decir de los industriales que harían todo lo posible porque no ganara, y colocarían dinero en todo el país para que se malogren sus aspiraciones. Lo que sí está claro es que esta vez nos toca elegir bien.
Mientras tanto Duque, otro Pastrana por su ineptitud, descansará por estos días, disfrutará de las emisiones televisivas en las que aparenta ser el gran presidente que nunca ha sido. Llegó al poder por la corrupción de este país, no por sus capacidades y su don de mando. El coronavirus le ha hecho un favor, pues no es lo mismo decirle a la gente que no salga a la calle por su salud, que gobernar con criterio para que las cosas de verdad marchen bien en esta república bananera.