Habiendo llegado el dinero, en sus mutaciones, a convertirse en algo así como la nueva tecnología con la que se producen el conocimiento, los bienes y los servicios, llegamos también al problema de que es una nueva tecnología cuya producción es dada por el monopolio ejercido por los Estados, es decir, por el poder político.
Sin embargo, en medio de esta etapa histórica marcada por las grandes transformaciones derivadas del salto exponencial de las nuevas tecnologías, ha irrumpido en el universo del dinero un nuevo personaje que apenas muestra sus primeros perfiles y que, sin duda, ira destacando en un papel cada vez más protagónico: las criptomonedas.
Fueron dos elementos, principalmente, los que coincidieron para que aparecieran las criptomonedas. En primer término, una nueva lectura sobre la naturaleza del dinero, de sus fuentes, sus respaldos y sus significados, en la que se incorpora una buena dosis de indignación universal por los abusos cometidos por los bancos centrales y el sector financiero, y en segundo lugar, el surgimiento del blockchain, la nueva tecnología que las hizo posibles, en virtud de cuyas características se garantizan la transparencia, la trazabilidad y la confiabilidad con que pueden garantizarse todo tipo de transacciones comerciales, comenzando por las del dinero, sin acudir a intermediarios, entre ellos, obviamente, los bancos de cualquier tipo.
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El blockchain, la nueva tecnología que hizo posibles a las croptomonedas
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Las criptomonedas son un dinero, aún, muy germinal, surgieron en 2009 en cabeza del Bitcoin, hace tan solo 11 años, sin embargo su posicionamiento, su crecimiento y las perspectivas de sus alcances, ya las ubica en todas las páginas de reflexión sobre el dinero. Y tal como ha ocurrido con el nacimiento de cada tecnología a lo largo de la historia, sabemos que sus primeras páginas no pasan de ser unas pocas reseñas, de caligrafías precarias, frente a las ediciones imprevisibles y sofiticadísimas de sus páginas futuras.
Entre las innumerables transformaciones con que nos impactarán las criptomonedas hay una que podemos prever a corto plazo: la ruptura del monopolio de los Estados para emitir el dinero.
Habiéndose convertido el dinero en una nueva tecnología, que de alguna manera produce dinero sintético, de la nada, tal como lo advertía en mi artículo anterior, tendrá que ocurrir un fenómeno fundamental e inevitable: el eje de la legitimidad del dinero se irá trasladando de los Estados a las sociedades, del poder político a manos la gente.
Con el surgimiento de las criptomonedas la credibilidad del dinero ya no reposará fundamentalmente en quien lo emite sino en quienes lo acepten como tal, es decir, en quienes acepten entregar sus bienes y sus servicios a cambio de ese dinero, en quienes lo acepten como referente del precio de lo suyo y en quienes confíen en él como el depósito de valor en el cual conservar sus ahorros en espera de obligaciones u oportunidades futuras.
El traslado del poder que los Estados sobre el dinero hacia las manos de la gente tiene connotaciones telúricas desde el punto de vista del poder.
No hay lugar a dudas de que uno de los temas epicéntricos del debate político y social de los nuevos tiempos estará marcado por estos reacomodos del poder sobre el dinero, lo cual puede determinar, a su vez, una nueva mutación sobre la naturaleza misma del poder. El poder de los Estados sin el monopolio sobre la emisión de dinero ya no será igual.
¿Será que nos aproximamos a la democratización del dinero?
Sobre este tema llegará mi próxima columna
