Las dolorosas imágenes de cadáveres apilados como bultos; el cortejo fúnebre despidiendo a los galenos que han perdido la vida tratando de contener los devastadores efectos del virus; la letanía de productores del campo rogando por aportes estatales que faciliten su labor de proveer la comida que preserva la vida; el grito desesperado de los informales agobiados por hambre; la súplica de los propietarios de los pequeños y medianos emprendimientos acosados por las deudas (el arriendo, los servicios, etcétera) que se cubrían con dificultad todos los días; la invocación silenciosa de millones sin ingresos, apurados por la escasez; realidades planetarias semejantes, las mismas que todos aturdidos observamos.
No son una ficción, ni una proyección cinematográfica producto de la fantasía, es la dura y cruda realidad que estamos viviendo. ¿Cómo afrontarla?, ¿qué hacer para aliviar tanto dolor y desesperanza? Podemos imaginarnos que la respuesta es sencilla, sin embargo, los días transcurridos nos muestran visiones diferentes.
Por un lado, están los dueños del poder, apegados al mismo libreto que se impuso en el mundo desde los años ochenta, convirtiendo al Estado en un garante de las utilidades de los grandes negocios, en esa dirección apunta los decretos expedidos.
Transcurrido más de un mes de la aparición del contagio, el personal de salud aun no recibe el material de bioseguridad que requiere para su labor porque, en esa lógica, quien debe proveerlo son la ARL, entidades de carácter privado, que solo ven en esta responsabilidad un gasto que golpea sus balances, razón por la cual continuarán tomándose su tiempo, si es que se deciden entregarlo; de igual forma, los recursos disponibles para la atención de los infectados se giran a las EPS respetando el criterio de la salud como un negocio y no a las instituciones prestadoras del servicio que son las que atienden los pacientes, así no dispondrán oportunamente de recursos para pagar personal, adquirir medicamentos y resolver la logística que demanda la pandemia, las cuentas de los servicios prestados dormirán en los archivadores de las EPS, como ya viene ocurriendo, protegiendo el lucro y no a los enfermos.
A los agricultores endeudados hasta la coronilla se les ofrece más crédito, ningún alivio e importaciones para que no quede duda de la continuidad del libre comercio que los arruinó; al resto de empresarios nacionales idéntico remedio y otra reforma fiscal para que pongan lo que hay que exonerar a monopolios y banqueros; a la masa desvalida la misma limosna de familias en acción y los mercados envenenados por la corrupción.
Y para esa feria, una dosis adicional de deuda externa que nos hipoteque de por vida.
Otros pensamos que así no es y que puede ser de otra manera.