En una carrera contra el tiempo, cerca de 35 compañías e instituciones académicas están compitiendo en el mundo para crear una vacuna contra el COVID-19. Esta velocidad sin precedentes se debe en gran parte a los primeros esfuerzos chinos para secuenciar el material genético de Sars-CoV-2, el virus que causa Covid-19. China compartió esa secuencia a principios de enero, permitiendo a grupos de investigación de todo el mundo cultivar el virus vivo y estudiar cómo invade las células humanas y enferma a las personas.
Los coronavirus han causado otras dos epidemias recientes: el síndrome respiratorio agudo severo (Sars) en China en 2002-04 y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (Mers), que comenzó en Arabia Saudita en 2012. En ambos casos, el trabajo comenzó con vacunas que luego se archivaron cuando se contuvieron los brotes, sin embargo, la experiencia y los desarrollos logrados están resultando de gran importancia en la carrera por encontrar la vacuna. El Sars-CoV-2 (nombre oficial del nuevo coronavirus) por ejemplo, comparte entre 80% y 90% de su material genético con el virus que causó Sars, de ahí su nombre. Ambos consisten en una tira de ácido ribonucleico (ARN) dentro de una cápsula de proteína esférica que está cubierta de espigas.
Tradicionalmente, la inmunización se ha logrado utilizando formas vivas y debilitadas del virus, o parte o la totalidad del virus una vez que ha sido inactivado por el calor o los productos químicos. Los riesgos de contraer la enfermedad se reducen al preparar el sistema inmunitario, la red de defensa natural del cuerpo, para reconocer, combatir y destruir ciertas bacterias y virus. Algunos de los proyectos de vacunas Covid-19 están utilizando estos enfoques probados, otros están trabajando en vacunas que utilizan partes específicas del germen, como su proteína, azúcar o la carcasa que lo rodea.
Adicionalmente, están las vacunas basadas en ADN o ARN que pueden producirse en el laboratorio. Consisten en extraer el código genético para el pico de proteína en la superficie de Sars-CoV-2, que es la parte del virus con mayor probabilidad de provocar una reacción inmune en humanos, y pegarlo en el genoma de una bacteria o levadura. La inteligencia artificial y los avances tecnológicos han permitido que por ejemplo Moderna en EE.UU., solo le haya tomado 42 días en el diseño de la vacuna utilizando la plataforma genética ARN mensajero (ARNm) y se encuentre en ensayos clínicos. Curevac también está trabajando a partir del ARNm, y el grupo chino CanSino Biolgics utilizó el sistema de biorreactor de un solo uso para ahorrar tiempo durante el desarrollo y entrar en ensayos clínicos.
Novavax con sede en Maryland, ha reutilizado vacunas para Sars-CoV-2, y dice que tiene varios candidatos listos para participar en ensayos en humanos esta primavera. El Instituto Pauster, Themis y la Universidad de Pittsburgh trabajan en una vacuna que usa como vector al virus del sarampión. La Universidad de Hong Kong en una vacuna basada en el virus de la gripe. Jenner Institute, Universidad de Oxford, en una vacuna recombinante que emplea como vector un adenovirus del chimpancé, ChAdOx1. La compañía farmacéutica Johnson & Johnson anunció que realizará en septiembre pruebas clínicas empleando la misma tecnología que había usado para desarrollar una vacuna-candidata contra el virus del ébola.
Es en estas primeras etapas donde la ciencia ha logrado asombrosos recortes de tiempo y es la razón por la que se habla de meses para la producción de la vacuna contra el coronavirus y no de años como ocurría anteriormente. Sin embargo, los ensayos clínicos en humanos, necesarios para la aprobación regulatoria, deben pasar por fases de pruebas definidas, que toman meses, e involucra el proceso iterativo de probar en un número progresivamente mayor de humanos para evaluar sus efectos. Es muy importante encontrar la cantidad adecuada de respuesta por parte del sistema inmunológico, un error podría generar el efecto contrario, por ejemplo, una vacuna que se produjo en la década de 1960 contra el virus sincitial respiratorio (un virus común que causa síntomas similares al resfriado en los niños) se descubrió que agravaba los síntomas en los bebés que luego contrajeron el virus.
Adicional a esto, existe un problema de producción. Tan pronto como se apruebe una vacuna, esta será necesaria en grandes cantidades, y muchas de las organizaciones en la carrera por esta vacuna simplemente no tienen la capacidad de producción necesaria. El desarrollo de vacunas es un asunto muy arriesgado en términos comerciales y económicos. Su producción requiere de un alto componente de control de calidad, en 1955, aproximadamente 200 personas quedaron paralizadas y diez murieron después de contraer polio de la vacuna de Salk, ya que algunos lotes contenían virus activos aún, a pesar de que los fabricantes habían cumplido con las normas del gobierno federal
Es aquí donde entra el multimillonario de Microsoft Bill Gates, quién indicó que a través de su Fundación financiará la construcción de fábricas para siete candidatos a la vacuna, dado que probar y construir simultáneamente las fábricas es esencial para llegar a la mejor versión de una vacuna. Gates dijo que la fundación terminaría eligiendo solo uno o dos de los siete, lo que significa que miles de millones de dólares invertidos en manufactura serían abandonados.
El trabajo colectivo en la búsqueda de vacunas y medicinas que permitan para tratar la enfermedad COVID-19, entre la academia, cuerpo médico, empresas de biotecnología, farmacéuticas, gobierno, entes reguladores y financiadores, ha generado un ecosistema de colaboración pocas veces visto, que da una luz de esperanza en el control de esta pandemia.