Hace ya unos años, caminando por las calles del barrio obrero de La Perseverancia en el centro de Bogotá, me encontré con la estatua de Jorge Eliécer Gaitán, quien con el puño alzado y mirando al norte de la ciudad gesticula un grito a la injusticia. Esa imagen me evocó al periodo de la violencia que me contaba mi abuela, quien el 9 de abril del 1948, en el barrio de Las Cruces, vio cómo se descolgaban hombres y mujeres al grito de "mataron al negro Gaitán", mientras que cientos de liberales, gaitanistas y humildes buscaron incendiar el capitolio nacional para externalizar un poco la rabia.
Tiempo después tuve la oportunidad de conocer a algunos abuelos de La Perseverancia, quienes me contaron que el líder político liberal era de los más recordados y queridos por el barrio, pero que había algo que no contaba la historia oficial y era que a la par del Bogotazo existió un Perseverazo. Ellos, con su voz pausada, clara y propia de la comunidad barrial, decían que a Gaitán le gustaba tomar chicha donde el papá de doña Tere, comer picada en la plaza de mercado y dar sus discursos a los obreros de Bavaria desde el balcón de la panadería de la esquina.
Por eso cuando mataron al líder social, muchos de ellos bajaron a la Séptima a manifestarse porque habían perdido a su antihéroe, aquel que representaba las ideas de igualdad, justicia y dignidad, mientras otros fueron directamente a recuperar de los almacenes máquinas de coser y los famosos radios Philips; bienes muy importantes, ya que el primero permitía generar ingresos para la familia, mientras que los radios eran fundamentales para conocer la situación del país. Esas razones daban para que la gente de La Perseverancia sufriera la brutalidad de la policía chulavita, la cual no le perdonaba que tuviera un arraigo obrero, popular y de larga trayectoria sindical.
En tal sentido, en la memoria de sus habitantes queda el recuerdo de cómo asedió al barrio la policía con sus cañones, mientras los obreros con sus pocas armas resistieron la ofensiva, armando en la primera línea a las mujeres y los hombres más aguerridos para resguardar a los indefensos. Sin embargo, por falta de munición, logística y de una dirección nacional del levantamiento fueron sometidos. Después de eso vinieron las requisas y los allanamientos, donde fueron reprimidos por el delito de ser chusmeros, gaitanistas y cachiporros. Ay de la persona a la que se le encontrara una máquina de coser o un radio Philips, inmediatamente era golpeada, torturada y encarcelada. Por esa razón cuentan que a muchos les tocó enterrar en la montaña cada una de las cosas que habían recuperado de los mercados para no sufrir las reprimendas.
Así pues, el Perseverazo duró 15 días aproximadamente. Al año, ellos como acto de rebeldía construyeron una estatua en bronce de Gaitán, pero los trabajadores de la basura que en ese momento eran conservadores se la robaron una mañana: ataron un lazo al monumento, dieron vivas al Partido Conservador y tumbaron todo calle abajo con el camión. Eso motivó a la comunidad a construir la estatua de yeso que hoy se mantiene resistiendo las diversas amenazas que sobre el barrio se ciernen.
Finalmente, un 9 de abril vi a un abuelo llorando en silencio mientras con el pincel retocaba los colores de la estatua, él tenía a su lado un alijo de botellas. Luego, fue rodeado por sus compañeros, que con cerveza en mano leían las palabras de Gaitán al final de la estatua: "Gente de paz, gente de angustia, gente tenaz, gente que siente con el alma, gente de La Perseverancia".