Trump, el líder de la segunda economía más competitiva del mundo (después de Singapur, según el Foro Económico Mundial, 2019) y la tercera potencia en materia de desarrollo científico, siguiendo a Japón y Alemania, ha logrado imponer en los Estados Unidos, por encima de sus instituciones, sus métodos y su ausencia de visión en esta crisis de salud pública, tal como lo haría cualquier sátrapa de país de bajo ingreso.
Nunca se sabrá cuantas decenas de miles de muertos, o más, se deberán acreditar a la cuenta de este bárbaro que, con sus orientaciones, hizo perder más de dos meses, tiempo literalmente vital, en la puesta en marcha de una política para contener y mitigar la pandemia en los Estados Unidos. Enmendó, sí, pero muy tarde.
Los datos, al escribir ésta columna, son sorprendentes: con el 4.3 % de la población mundial, Estados Unidos reúne el 26% de los infectados por el coronavirus. En Nueva York, una ciudad de casi nueve millones de habitantes (el área metropolitana, de 20 millones, incluye parte de New Jersey, que tiene sus propias estadísticas), han fallecido ya más personas que en la China, que tiene 150 veces su población.
Como trinó Hillary Clinton: Trump había prometido que América sería la primera...
Las proporciones, con certeza, van a cambiar en la medida en que África y América Latina comiencen el ascenso de la cuesta dura de la curva. Es probable que, gracias a otro bruto, Bolsonaro, hombre de ignorancia atrevida, el pueblo brasileño tenga penas equiparables al norteamericano.
Un libro, Por qué las naciones fracasan, publicado en 2012 (Acemoglu, Robinson), comenzaba con el cotejo de los destinos de las dos partes de que consta Nogales, municipio partido por la frontera entre los Estados Unidos y México. La del norte, próspera, con una ciudadanía respetuosa de la democracia, productiva, participativa; la mexicana, al contrario, caracterizada por altos índices de corrupción, inequidad, bajos niveles educativos. ¿La explicacion? La fortaleza de las instituciones norteamericanas.
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En Nueva York, una ciudad de casi nueve millones de habitantes, sin contar el área metropolitana, han fallecido ya más personas que en China, que tiene 150 veces su población
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Trump ya ha hecho historia. Más allá de tener responsabilidad directa en la pérdida innecesaria de vidas, es notable que haya cambiado el paradigma que venía haciendo carrera desde fines del siglo pasado: la fortaleza de las instituciones, creíamos, eran factor fundamental en la prosperidad y la cohesión social de las naciones. Son tan sólidas, se pensaba, que ningun vándalo, así fuera presidente, podría imponerse a ellas. En el 2020, las instituciones norteamericanas no fueron lo suficientemente sólidas para trancarlo y el precio será más fallecidos que la suma de los muertos en todas las guerras en las que los Estados Unidos han participado en su existencia como nación, sumándole los del ataque a las torres gemelas.
En este recorrido, de vida y muerte, los politólogos tendrán que revisar qué ocurrió en el país que tiene las mejores universidades del mundo y que se precia de ser la democracia más poderosa del planeta para haberle dado luz verde a un sujeto que niega el cambio climático y que, a fines de enero, cuando ya se conocía la información de lo que estaba ocurriendo en China y Corea, no tuvo el menor empacho en afirmar que no había, en absoluto, ninguna preocupación acerca de una pandemia, que estaba todo bajo control y que lo único ocurrido hacía referencia al ingreso a EE. UU. de un individuo portador del covid-19, procedente de China.
El consejero económico de más alto nivel de Trump, Kudlow, no tuvo problema, el 25 de febrero, en decirle a los medios que el riesgo ya estaba contenido. Y, hace menos de un mes, Trump no veía peligro grave, ya que solo había 546 infectados y 22 muertos, cifras manejables para que la economia siguiera funcionando plena.
El Dr. Antonio Fauci, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas ha sido la esperanza de la sensatez, pese a que la politica de contención y mitigación comenzó a ser aplicada tardíamente.
No sabemos cómo transcurra la curva en Colombia, si conseguiremos aplanarla, es decir, si se logra que el número de contagiados y de aquellos que requieren atencion hospitalaria no desborde, en algún momento, la capacidad del sistema de salud. Hay en Colombia, según las cifras, 1.485 personas infectadas y 35 fallecidos (5.4.20), cifras mayores que las de Estados Unidos hace un mes (221 contagiados, 12 muertos). Las medidas tomadas han sido oportunas, aunque solo en las próximas semanas podamos constatar que nuestra curva tiene inlinacion menor, que la cuarentena habrá dado sus dividendos en términos de salvación de vidas humanas.
Con certeza, el presidente Duque y la alcaldesa mayor de Bogotá, Claudia López, tomaron oportunamente la medida de la cuarentena que, probablemente, deberá ser prorrogada después del 13 de abril.