Los cambios por la pandemia
Opinión

Los cambios por la pandemia

Valoramos más los amigos, el silencio, los vecinos, el zoom, buscamos los gurús, somos más conscientes del tiempo, intensificamos relaciones, y pensamos en la muerte

Por:
abril 05, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Los amigos. En estos días de cuarentena, he hablado con algunos amigos. Valoramos más, quizás, las amistades en estos tiempos. Siempre he pensado que es importante diferenciar entre un conocido y un amigo. Tenemos pocos amigos y está bien, las amistades requieren de una atención que sería imposible brindar a muchas personas. Las redes sociales, tan importantes en estos tiempos, nos han llevado a pensar que tenemos miles de amigos, al fin y al cabo, ese es el negocio, el crecimiento de esa red de “amigos”. En esas conversaciones indago sobre cómo viven estos tiempos las personas. Tengo el privilegio de tener amigos en Pakistán y en Tanzania entonces he disfrutado de escuchar narraciones de lugares tan distantes. Creo que es la primera vez que la humanidad realmente está conectada por un tema. El coronavirus. Solamente en algunos pocos lugares aislados, sospecho, no se enterarán de la pandemia. Un amigo, me dijo algo que me dejó pensando, “Sospecho que nada va a cambiar realmente. Esto va a pasar y quince días después habremos vuelto a lo que hemos llamado “normalidad””. Arriesgada hipótesis. Parecería que el consenso es que la pandemia sí nos va a “cambiar”. Quizás tiene razón en que no hemos pensado lo suficiente cuáles serían esas transformaciones. Después de hablar con él, he estado pensando en esos cambios ocurridos durante este tiempo que, a lo mejor, van a durar un poco más de quince días. Otro privilegio: tener amigos que lo dejan pensando a uno.

El silencio. No sé cómo le habrá ido al lector, pero en mi barrio hemos tenido mucho silencio. Usualmente, entre semana, el primer ruido fuerte de la mañana es a las 5:30 a. m. Es la sirena del bus de un colegio que recoge a los niños de un edificio del frente. Unas por otras, probablemente es más seguro que un bus pite mientras reversa, pero también está el costo de despertar a toda la cuadra. Luego viene el murmullo de más y más carros, buses escolares a horas más razonables, conversaciones, perros que ladran, la vida de la ciudad. Los fines de semana, invariablemente, hay una fiesta en algún apartamento cercano. A mí siempre me ha parecido eso egoísta. Ahora con una bebé en casa, aún más. En los tiempos de la pandemia, estamos pues en silencio. Ya no hay la sirena del bus a las 5:30 am, pero sí muchos pájaros. Hay nuevos cantos. Me pregunto si siempre estaban ahí y yo no los escuchaba o si hay alguno nuevo. No ha habido fiestas. Un par de intentos, muy breves. Hubo por ahí una ranchera a las dos de la mañana, pero pasó rápido. Los únicos ruidos de antes que quedan ahora son las motos: hay motos a todas las horas. Yo disfruto mucho el silencio en general pero más cuando estoy en el campo. Ahora que estoy en una ciudad gigantesca sumida en un silencio profundo, disfruto por momentos y también, a veces, pienso que el silencio es el sonido de la muerte.

Los vecinos. Estamos más cerca de los vecinos. Sin quererlo, ya conozco, más o menos, las rutinas de los vecinos que puedo ver desde mis ventanas. Hay un vecino bien particular, sale al balcón solamente las tardes de los sábados y los domingos, con un libro y gafas negras y se queda ahí durante horas. Admiro su concentración en el libro y en el atardecer. Creo que vive solo. Discretamente, cuando alguna rutina parece haber cambiado, reviso bien que no haya visto mal. Hay dos hombres que viven en el edificio de en frente que solían cocinar buena parte del día. Hace un tiempo, no suben la cortina. Espero que estén bien, y hayan decidido aislarse un poco más. No sé. O se fueron de vacaciones. Mi vecino más cercano, hace deporte en su terraza, con música que ha pasado de U2, a clásica, a Silvio Rodríguez. La pone en un volumen razonable. Me ha gustado.

Las caras. Salgo con Boban, el perro, unas pocas veces al día. A medida que pasan los días he notado que, las pocas personas que me encuentro, saludan cada vez menos. A lo mejor soy yo, aunque trato de saludar siempre que puedo. También, encuentro que es más común que cuando alguien me ve de lejos se cambie de acera. Somos repelentes. Toca acatar las órdenes del distanciamiento social. Yo no me cambio de acera, por supuesto, soy prudente con la distancia, pero no me cambio de acera al ver a otra persona salvo que me sienta en peligro. Me parece que ese es un peligro mayor: que nos tengamos todos miedo. Con el paso del tiempo, cada vez más personas más usan tapabocas. La evidencia no es concluyente y yo mantengo el respeto de la instrucción de dejarlos al personal de salud. Es probable que esa instrucción cambie, seguiré en ese momento lo que indiquen las autoridades. He pensado que, de seguir esto y con la amenaza latente de tener más epidemias, nos va a cambiar la manera de relacionarnos: ya no nos vamos a ver las caras. Vamos a ver solamente lo poco que deja al descubierto el tapabocas. La especie humana, durante miles de años de evolución, había desarrollado mecanismos sofisticados para entender, tan solo viendo las caras, algunas señales no verbales. Ahora será más difícil.

El paso del tiempo. Quiero pensar que el encierro nos hará más conscientes del paso del tiempo. Estoy convencido de que, la mayor libertad a la que puede aspirar un ser humano, es la de decidir a qué le presta atención y en qué gasta su tiempo. Hacemos grandes planes para la vida sin contemplar en qué se gastan los minutos. La vida, sin embargo, no es más que la suma de los minutos. En estos días, por ejemplo, hablé con otro amigo que me dijo que estaba leyendo Ana Karenina durante la cuarentena. Escogió bien en qué gastar una parte del tiempo. Cada uno tendrá limitaciones y disposiciones diferentes, pero todos podemos, con mayor conciencia, escoger cómo actuar con las restricciones propias. A lo mejor, bajar y bajar la línea de tiempo de twitter, no es la mejor manera de pasar el tiempo. La pregunta qué puede guiar esa búsqueda es sencilla: ¿en qué se gasta el tiempo la persona que yo quisiera ser?

La distancia. Estamos lejos. No en todos los sentidos. En estos días, un par de chats de “amigos” de wasap que jamás se habían reunido desde que se creó el grupo, se han encontrado por zoom. Mágico y entretenido. A lo mejor hay ahí una cercanía. No es forzada: al fin y al cabo, no había que hacer la llamada de zoom. El whatsapp, los grupos y las llamadas son unas de las cercanías más importantes entre los humanos, antes de la pandemia y ahora más. Pero antes, teníamos siempre la idea que, si quisiéramos, se podía ir al café, hacer la visita y, sobre todo, el abrazo. Puede ser que, la mayoría de veces, no invitáramos al café, no recibiéramos la visita y no diéramos el abrazo. Pero es distinto, ya no podemos. Estamos físicamente lejos. Es un cambio importante. No sabría cómo se va a ramificar.

Las relaciones. Un aspecto inevitable, además de la distancia, es la intensidad en aumento de algunas relaciones. Al fin y al cabo, la mayoría (¿?) no quedamos aislados solos. Es terreno fértil, sin duda, para mayor violencia intrafamiliar. En espacios físicos reducidos, con mayor ansiedad por los cambios, en contacto todo el día, parece razonable suponer que puede aumentar la violencia. Contra los más vulnerables, al fin y al cabo, el violento suele ser cobarde. Quisiera pensar que también hay un aspecto positivo, en algunos casos, en muchos casos, ojalá. Mayor atención a las personas con las que más nos relacionamos. Entender mejor, algo más de paciencia, reconocer algún gesto olvidado por la rutina. Inventarse un nuevo pasatiempo, disfrutar más alguna película.

Los gurús. En tiempos de crisis, buscamos guías. Ha sido, para muchas personas, un encuentro difícil con la ciencia, con el método científico. Son pocas las certezas en la ciencia y en el campo médico, y las pocas que se tienen, son producto de fallos numerosos por falsificarlas. La mejor prueba es la ausencia de falsificación. Eso toma tiempo. Los modelos epidemiológicos son todos falsos, dice la sabiduría matemática, pero algunos son útiles. Hemos visto, una vez más, que el campo de definición de esta utilidad tiene bastante de político. Inevitablemente. Parecería un chiste, pero no lo es: es Trump el que más influencia ha tenido en la opinión pública en el tema de qué medicamentos podrían funcionar. En medio de las dificultades de la ciencia por proveer una guía clara – a esta altura, no han podido definir el papel de los tapabocas en la contención del virus, justamente, porque es un problema difícil-, queda un campo fértil para los charlatanes. Son hábiles para responder entrevistas, tirar alguna frase buena, criticar a alguna figura pública, y no mucho más. Los mejores, cultivan audiencia, y la replican. En política, los populistas corren un riesgo si están fuera del poder: queda en evidencia su falta de solidaridad y su búsqueda constante de aprobación, en unos casos, y, en otros, la ignorancia total, probada por el incendio de la indignación con noticias falsas. Si están en el poder, la están pasando mal, inevitablemente quedan en evidencia. No creo que los gurús de esta crisis sean los populistas. Ya veremos cuáles quedan después de los quince días esos, que decía mi amigo.

La muerte. Hemos pensado más de lo usual en la muerte. Es interesante porque, pese a todo, los números de muertos por el coronavirus aún son bajos. Hemos encontrado en las redes historias dolorosas de víctimas de la enfermedad, ampliada por miles por las nuevas dinámicas en la comunicación. Sin las redes, el virus sería aún una noticia pequeña. A lo mejor es bueno, como advertencia. En algunos casos, para cultivar empatía. Los estoicos sugerían pensar en la muerte, todos los días. Paradójicamente, para apreciar mejor lo único que realmente tenemos, el momento presente. Marco Aurelio escribió: “No te comportes como si estuvieras destinado a vivir para siempre. Lo que está destinado se cierne sobre ti. Mientras vivas y mientras puedas, sé bueno ahora.” Quisiera pensar que amigo está equivocado y que esta pandemia, nos dejará más bondad.

@afajardoa

 

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
El gran debate colombiano

El gran debate colombiano

¿Decir lo que se le dé la gana?

¿Decir lo que se le dé la gana?

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--