Hola, padre
Padre Ramón: ¿Hola qué tal?
Mamada padre, perdone que se lo diga así, pero ¡no aguanto más!
Tranquila, dígame, ¿qué le sucedió?
Cuento los días para que termine esta cuarentena. Vivir todos los días con mi familia es un caos. Yo los quiero, pero tener a mi esposo, a mis hijos y a mi nieto pequeño, ¡es peor que el coronavirus ese!
Jajaja, si la entiendo, es difícil estar confinado en la casa sin poder salir.
No padre eso no es lo difícil, habitualmente yo permanezco en casa todos los días. Me levanto muy temprano, les preparo el desayuno a todos y se van cada uno a sus obligaciones y en la tarde voy por mi nieto al colegio. Lo que pasa es que yo tenía mis propios espacios y ahora los perdí. No me disgustaba tener a mi familia un fin de semana, un rato el domingo, pero ahora padre, las 24 horas del día a mi esposo y a todos, de verdad ¡¡es terrible!!
Ciertamente querida amiga esta pandemia nos ha puesto todo de cabeza, pero vamos a ver, exactamente que es lo que la tiene tan inquieta, ¿que todos estén en su casa todo el día o que usted no sepa qué hacer con ellos todo el día?
Son muchas cosas, creo que algunas veces se recuestan mucho en mí y termino haciendo todo yo sola, pero lo que más me duele es que ahora que estamos mucho tiempo juntos me di cuenta que el tiempo hizo su parte y ya no somos los mismos que antes. Mi relación con mi marido cambió drásticamente y aunque hablo mucho con mi hija, me doy cuenta que es otra mujer.
Es que el activismo salvaje en que vivimos y las rutinas diarias nos habían impedido reconocernos de nuevo. Y pues al estar juntos sin salir por la cuarentena se nos caen inevitablemente las máscaras que vamos poniéndonos para vivir. Pero eso no es malo, no hay que asustarse por eso. Dios nos da una oportunidad de estar juntos y reelaborar nuestras relaciones. Seguramente esto le llevará a pensar como reelaborar sus relaciones como madre, como esposa, como mujer… ah, y como abuela.
Tiene razón padre Ramón, pero ahora que comienza la Semana Santa, imagínese, yo estaba acostumbrada a confesarme, a que me bendijeran el ramo, la vela, el agua. Mejor dicho, yo me equipaba con todo para la Semana Santa y no bajaba ninguna procesión y ahora con estos que no les gusta nada sino dormir toda la semana.
Bueno esta semana va a ser para que aprendamos las palabras de Jesús de ser “verdaderos adoradores en espíritu y verdad”. El templo va a ser su casa, y la Iglesia va a ser su familia, vamos a tener la posibilidad de participar por Cristovisión y las redes sociales en toda la Semana Santa. Pero lo más importante es que usted puede reunir a los suyos alrededor de la mesa o en la sala a orar, a dialogar y a que se reconozcan como familia, donde todos se apoyan, se quieren y se respetan. A través de preguntas sencillas sobre lo que Jesús realizará cada día santo, pueden hacer presente a Jesús y vivir la experiencia del Resucitado en medio de su familia. Así fue que empezó la Iglesia, en las casas de los creyentes.
Voy a intentarlo padre, gracias.