Si existe un presidente brutal es el de Filipinas, Rodrigo Duterte, un hombre de extrema derecha que se ha acostumbrado a combatir la criminalidad matando a atracadores y expendedores de drogas. Sus opositores políticos son perseguidos y encarcelados. Ahora, ha decidido afrontar la crisis generada por el Coronavirus con su puño de hierro. Acaba de afirmar que la policía y el ejército tienen orden de disparar a matar a todo aquel que incumpla con la cuarentena impuesta. El anuncio se hizo justo cuando miles de personas habían salido a protestar en Manila, la capital Filipinas, por la incapacidad que tienen muchas familias para soportar el aislamiento sin trabajar. Las manifestaciones están prohibidas en ese país.
En el lejano Turkmenistán su presidente, el estrambótico Gurbanguly Berdimuhamedow, ha decidido por decreto prohibir que se nombre la palabra Coronavirus. El que hable de la enfermedad será metido a la cárcel por difundir terrorismo. Ese país asiático es en el mundo donde más se restringe la labor de la prensa.
En la India la falta de espacio ha hecho que muchos de sus 1.300 millones de habitantes tengan que irse a vivir a los árboles y construir allí edificaciones improvisadas. Incluso muchos han emprendido extenuantes caminatas hacia los campos para huir de la plaga. El gobierno de Ram Nath Kovind, primer ministro de la India, ha sido duramente criticado porque la fuerza pública de ese país ha decidido extremar la fuerza para hacer cumplir la cuarentena de 28 días: a todo aquel que vean en la calle la fuerza pública está autorizada a darle una tunda de palos al infractor, además de que los obligan a hacer flexiones de pecho o sentadillas.