Retrato de un abstencionista

Retrato de un abstencionista

Por: Andrés Aldana H.
junio 10, 2014
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Retrato de un abstencionista
Imagen Nota Ciudadana

Es común escuchar por estos días como los diferentes sectores políticos, que en plena contienda, encuentran como factor determinante para sus desventuras electorales el amplio abstencionismo que les rodea, o mejor, que ‘excluye’ a una porción de la sociedad colombiana de ser partícipe en la determinante vida política del país.

Por tanto, no seré uno más de los que con redundantes lágrimas se quejan y quejan de la aparente falta de compromiso de los ciudadanos con su país, sino por el contrario, como un abstencionista declarado, defenderé las banderas de los que aparentemente no cuentan o quieren tener una.

Para ello me he dado en la tarea de caracterizar someramente a los tipos de abstencionista e intentar encontrar, con base en su posición, lo que sustenta su aversión al sufragio.

El abstencionista sin educación política

La mayoría de votantes (que son la minoría en verdad) considera a todos aquellos que se niegan a sufragar como ignaros políticos; personas cuya educación no les permite entender lo ‘importante’ de la labor electoral en el proceso político y económico de un país.

En este grupo se incluirían a todos aquellos que deciden quedarse en casa el domingo almorzando con sus familias, viendo un partido de fútbol o haciendo las tareas de sus hijos, pues consideran que los procesos de votación son procesos innecesarios o de mínimo valor respecto a la administración de su energía y que la idea de gastar una tarde en su día ‘libre’ en elegir a sus ‘representantes’ es inadmisible.

Utilizando los términos de Zygmunt Bauman, es aquel que cambia sus derechos políticos por derechos sociales; quien cambia salud y educación por una tarde de sol, pero en este aspecto, habríamos de tener en cuenta cuan pernicioso es este abstencionismo si consideramos por otro lado, lo pernicioso de quienes SI deciden votar pero lo hacen a cambio de un tamal o un mercado.

El argumento principal en este aspecto de quienes atacan al abstencionista es que “quien no vota no puede quejarse” y esto es de por sí ilógico pues el que votó fue el que eligió y es él y solo él el responsable de los actos de quien eligió. El individuo que en su casa decide no votar, tiene toda la facultad de quejarse por las decisiones de aquellos que los votantes eligen si ellos se equivocan. El ilustre comediante estadounidense George Carlin ha resumido esta idea diciendo “Si tu votas, y eliges gente deshonesta e incompetente, llegan al gobierno y lo joden todo, ¡tú eres responsable de lo que han hecho!, ¡Tú causaste el problema, tú les votaste!, ¡Tú, no tienes derecho a quejarte! Yo, por otra parte, que no voté, que, de hecho, ni siquiera salí de casa el día de la elección, tengo todo el derecho a quejarme del desastre que creaste y con el que yo no tuve nada que ver”.

En este sentido es menos nocivo para el sistema ‘democrático’ tener una gran cantidad de abstencionistas que un público votante y desinformado.

El abstencionista que no cree en los candidatos

Es también posible encontrar a aquellos abstencionistas que no se encuentran representados en las diferentes colectividades elegibles y deciden, consecuentemente con sus posturas políticas, no votar.

En esto se resume, sin embargo, los siempre acomedidos votantes se quejan de esta actitud pues dicen que para ello existe el voto en blanco y es necesario que los individuos ejerzan el voto así no quieran elegir a nadie para afianzar las bases del sistema.

Algunos en la actitud más ‘democrática’ posible han propuesto la obligatoriedad del voto, lo que es también una tremenda incorrección lógica pues lo que proponen básicamente es obligar a alguien a ‘ser libre’ de elegir. Esto sería entonces como poner un revolver en la cabeza a alguien para obligarlo a decir “quiero morir”.

El abstencionista que no cree en la democracia representativa

Por último encontramos a todos aquellos que no consideramos votar pues no nos encontramos cobijados en el sistema democrático representativo; todos aquellos que creemos que la democracia es solo una artimaña más para que los mismos gobiernen en las mismas condiciones, quienes consideramos (Santander nos odiaría) que la política, la constitución y las leyes paradójicamente se han encargado de coartar libertades más que regularlas o proveerlas.

Somos todos aquellos quienes nos dedicamos a criticar el sistema en el que vivimos, política y económicamente, del cual hacemos parte sí, pero el cual no elegimos. La democracia representativa no nos representa, queremos una democracia directa para regir nuestras vidas (hablo por mí en este caso) y la abolición del estado y sus siempre restrictivas y ‘democráticas’ actitudes.

Es hacia nosotros, donde la mayoría de votantes (que son la minoría), decide enviar siempre sus democráticos improperios como ‘apátrida’ o ‘anarquista’ sin entender que muchos de nosotros deseamos representar esa otra minoría (que hace parte de la mayoría), llevar esa bandera que es la de no tener bandera.

Es así como el abstencionismo representa a la mayor parte de la población, ahora quienes defienden el sistema democrático y el sufragio tienen la labor de convencer a ese 60% que desencantado o desentendido tomó, como he dicho anteriormente por bandera la no inclusión, la no participación o la no colectividad. ¿Y no es acaso eso lo que quieren? ¿Qué sostengamos una bandera?

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