La maldición de ser enfermera en Colombia en época de coronavirus

La maldición de ser enfermera en Colombia en época de coronavirus

Nos aplauden como héroes todas las noches a las 8 pero nos miran como si fuéramos delincuentes todos los días en el Transmilenio

Por: Yaneth Vergel
marzo 30, 2020
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La maldición de ser enfermera en Colombia en época de coronavirus
Daniela Trezzi, la enfermera que se suicidó en Italia - foto: FNOPI

Mucha gente me dice que nadie me obligó a elegir esta profesión y que por eso tengo que asumir las consecuencias de lo que implica ser enfermera. Sin embargo, cuando elegí ser enfermera, si bien es cierto que me motivó el cuidado a los que así lo necesitan, en ningún momento elegí ponerme en riesgo a mi y a mi familia. Creo que ningún profesional de la salud escogió su oficio sabiendo que se venía una pandemia como el Coronavirus, donde esta profesión significa exponerse a un virus que fácilmente se le puede pegar a uno y de ahí pasar a madres, padres, hermanos, cónyuges o hijos.

Bastante paradójico que a las ocho de la noche haya una cadena masiva de aplausos en toda la ciudad. Su objetivo es motivarnos a nosotros, el personal que trabaja en hospitales y clínicas, a cumplir con nuestro trabajo. En cierto modo, entiendo que es una forma de agradecimiento. Sin embargo, no puedo evitar sentir cierta sensación de hipocresía porque todos los días cuando voy hacia mi casa o hacia el trabajo en transmilenio me toca padecer exactamente lo contrario. Portar el uniforme en el transporte público significa el rechazo y el asco de otros ciudadanos. Nos miran peor que si fuésemos indigentes. En más de una ocasión he visto como la gente se aleja de mi solamente porque me les paro al lado. Es como si dieran por hecho que porque uno trabaja en una clínica u hospital ya es portador del virus.

Además, el maltrato de los mismos pacientes tampoco ayuda. En esta profesión uno debe tener dotes de psicólogo pues toca entender que se trata de pacientes que están sometidos a altos niveles de estrés ante la posibilidad de que estén contagiados del COVID-19. Sin embargo, todo tiene un límite y nosotras también somos seres humanos. Cada vez que me acerco a un paciente sospechoso y con síntomas es inevitable no preguntarme si me va a contagiar.

En días pasados se filtró en redes sociales una denuncia sobre las precarias condiciones en que el personal sanitario de una clínica en Cali debía enfrentar la pandemia del Coronavirus. Teniendo uniformes y equipamento necesario para protegerse, los directivos de la clínica decidieron que todavía no era momento de usarlos, pese a que en la institución ya se habían confirmado casos. Básicamente, en la clínica les dijeron "Ustedes son jóvenes, no importa que se contagien". Aunque en lo personal no he visto casos como ese, sí pienso que esa denuncia refleja muy bien lo que nos toca vivir a todos los que trabajamos en esto por estos días.

Mi objetivo al escribir estos renglones es hacer un llamado a la sociedad colombiana para que la solidaridad que profesan cada día a las 8 de la noche sea real. De hecho, yo preferiría que ni siquiera aplaudieran. Con que dejen de mirar con asco a quien porte un uniforme de médico o enfermera, es suficiente.

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