En Montería se vivió este 8 de junio una verdadera fiesta a puertas de su feria ganadera.
Ese equipo joven, desconocido e iluso, necesitará mucho para ser campeón en el torneo de la B- quizás esa expresión se dibujaba en los rincones de los otros departamentos cuyos equipos tenían más nombre, historia y una camiseta más comercial. Sin embargo, y como lo expresa el mismo presidente de Jaguares, Nelson Soto: existe en este proyecto un espíritu humilde, con ganas y muy comprometido.
Esa actitud y aptitud, mezcla perfecta como la experiencia y talento joven fueron decisivos para que hoy Córdoba exhiba el título de su equipo.
Jaguares no la ha tenido fácil, no hay un amplio ni jugoso presupuesto para sostener a los jugadores, no cuentan con lujos y tampoco hay espacio para las pretensiones particulares. Lo que sí tienen en esta organización son las inmensas ganas por brindar con orgullo un escudo en lo más alto.
En este equipo abunda la hermandad, el apoyo de una hinchada celosa y ferviente, el respaldo decidido de dos administraciones que creyeron y le apostaron a esta iniciativa, en manos de su Alcalde Carlos Correa y su Gobernador Alejandro Lyons se piensa en la posibilidad de ascender a la primera línea del fútbol colombiano.
América de Cali fue inferior a Jaguares, no cupo la menor duda, este equipo joven pese a enfrentarse a los rojos y que además llevaba a sus espaldas una presión histórica, controló el partido, lo guerreó, con tenacidad, valentía y sin ninguna intimidación ante su adversario.
En la ciudad de Montería, con un marcador de 4 goles por 1 empezó la gloria, América sintió esa arremetida y fue consciente de que se trataba de un marcador difícil de superar, pero que nunca dieron por imposible.
Ya en la ciudad de Cali la mechita sintió la barrera que había planteado Jaguares, éste controló los tiempos, manejó el escenario y dio punto final a un partido que desde sus inicios tenía olor costeño.
Córdoba necesitaba esta celebración, un departamento en el que se permea con facilidad la injerencia pasional de equipos ajenos a su geografía como el Junior de Barranquilla, Nacional de Medellín e incluso el América de Cali, puede empezar a construir culturalmente las banderas de su propio equipo, desde lo terrenal, desde la identidad misma como representación social desde lo local.
Este título de Jaguares, aunque es el inicio y se asume con prudencia, se convierte en un grito firme para que la empresa privada crea y apoye financieramente a este grupo de jugadores deseosos de más victorias. Para que las administraciones se animen a terminar el estadio y darle el estatus que todo jugador profesional se merece.
Qué bien por este proyecto deportivo, a pesar de que nadaron en contra de corrientes fuertes, de amenazas, insultos, desprecios y rechiflas por considerarlo piedra en el zapato de otros clubes de renombre, el río Sinú, con su paciencia y tranquilidad pero incisivo como siempre, les brindó la magia y la templanza que bastó para que se consiguiera besar por primera vez un trofeo tan anhelado.
Esa frase bella “se ama más lo que se conquista con esfuerzo” en la noche del título si se supo pasear por la piel de los jugadores, por la sangre de su técnico José Alberto Suárez y por los pulmones de su presidente Nelson Soto, quienes con ejemplo de dedicación y sobre todo de disciplina y confianza firmaron con letra mayúscula la página principal de la historia del fútbol en Córdoba.
