Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.
En las últimas dos décadas la barbarie de los secuestradores ha provocado las oleadas criminales de sus enemigos: los paramilitares, ya nadie ignora que muchas veces miembros de las Fuerzas Armadas colaboraron en esas orgías de sangre y en esos amaneceres de horror que llenaron de cadáveres y sangre los ríos, que llenaron de fosas comunes el territorio y que llenaron de vergüenza a la generación de nuestros padres.
Nada ha terminado y nada terminará. En vano hay quienes sueñan que llegará el día de la paz, el día en que no sea necesario tener los ojos vendados y obedecer, cambiar el paradigma y dejar a un lado la tángana idea de que ese es el absurdo triunfo del desarrollo. La democracia es algo que se construye cada día, y no se consigue con complicidades, sobornos, engaños, supercherías y adulaciones. Lo que está en juego es el destino de un país que merece y quiere vivir, que cada día trabaja, respeta la ley, lucha por su bienestar, y no puede estar bajo el mando de los criminales ni de las imprudencias de sus “salvadores”, esa franja pequeña de poder que impide el progreso y más allá de una mirada, un paso hacia el futuro.
Reconciliación no es olvido, es atreverse a mirar al abismo de la verdad reprimida y frustrada encajada en el corazón de la cultura de un pueblo que ha soportado medio siglo de violencia, tragedias, atentados, muertes inocentes, desplazamientos forzados, pobreza, masacres y las frías criticas de personas que sin conocer la situación del país, se atreven a juzgarlo desde afuera.
No es una novedad saber que Colombia se encuentra en una profunda crisis, basta con darse un breve recorrido por la historia y sus cuestionables gobiernos para notar que hemos vivido durante muchos años en una especie de tómbola que gira y gira sin detenerse cargada de corrupción, clientelismo y sobornos implícitos de este fenomenal caos.
En tiempos electorales es momento de empezar a reflexionar y pensar más allá de los intereses personales, cuando se aprende algo con convicción, el afán no importa, lo que cuenta es la constancia, haber votado por el que no ganó no significa haber perdido el voto, busquemos las razones de por qué el país está como está y además preguntémonos ¿Es posible que la solución de la crisis nacional venga de allá mismo, de los que la han provocado?
