Creo firmemente en tomar postura frente al país, frente a nuestra realidad. Por tanto creo en el voto. La postura en este caso, presidenciales segunda vuelta 2014, tiene tres posibilidades: la “S” la “U-Z”, o el voto en blanco. ¿Cuál de estas producirá más sonrisas en los colombianos? Esa fue la pregunta que me hice al escoger esta columna. Me motivó a escribir sobre el tema, la polémica creada por mi jefe en uno de sus escritos y que reflejó una vez más la polarización en nuestra gente.
Me tildarán de ingenuo, de “crecimiento personal” —de lo cual estoy orgulloso—, o pararán de leer la columna cuando vean el contenido esencial. Pero soy fiel creyente de que producir sonrisas es mejor que crear sufrimiento. Practico el rodearme de gente que lo hace.
Entonces, ¿cuál candidato u opción producirá más sonrisas en Colombia? La respuesta la tiene cada uno de nosotros cuando examine sus valores y principios, que son por los que votará —decidirá— el 15 junio. Ya que van ligadas sonrisas y bienestar con el firme propósito de mantener los principios y valores que nos inculcaron padre y abuelos.
No votaré por un candidato mentiroso. Me dirán: ambos lo son. Yo digo, quien haya evolucionado hacia la verdad, ese es. No votaré por un candidato que engañe. Voto por quien mantenga la entereza y la rectitud o supere su pasado. Me niego a seguir construyendo un mundo donde no nos importe la trampa.
No votaré, esto es esencial, por el sufrimiento. Quien tenga perfil de hacer sufrir al congénere no es mi candidato. Tampoco será mi presidente, ya que la desobediencia civil es un derecho y una opción. Soy fiel a mí mismo, no traicionaré mis principios votando “en contra” o “por el menos malo”, la postura del acomodado.
No votaré por lo que me indiquen mis entrañas, voto reactivo, voto emotivo sin fin. Votaré por lo que me indique mi sabiduría intuitiva, el corazón. (Ni siquiera es la razón, favor no confundirse). La intuición ve el panorama global, que mis ojos de humano no alcanzan a vislumbrar. Siempre que la he seguido el resultado final ha sido de bienestar, así el camino no haya sido fácil.
¿Con cuál candidato u opción de voto mi cuerpo se siente sereno y no con pasión desbordada y pasajera? ¿En cuál la certeza se instala? ¿En cuál la alegría no es momentánea? Consulto a mi cuerpo, para votar, ya que el cuerpo no miente. Entre tal cantidad de “verdades”, “mentiras”, dichos, contradichos, datos y más datos, ante tal mar de información y desinformación, solo el cuerpo intuitivo conoce la verdad.
Pero mi voto —mi decisión— trasciende las elecciones. Se constituye en una forma de vivir la vida, como dije antes, de rodearse de gente que produce sonrisas y eso solo sucede si yo mismo las produzco. (Esa fue una de las razones para dejar de ejercer la medicina en el ámbito de la seguridad social, después de 38 años. Pero eso ya será motivo de otra columna).
Porque votar así es votar por mí mismo como parte de la solución de Colombia, es hacerme uno con Colombia y actuar desde mi terruño por ella. Aunque caiga en repetir lo dicho “No preguntes qué hará la patria —mundo, humanidad— por mí, sino que haré yo por ella” A veces hay que recordar esto hasta que se vuelva una práctica real.Voto por el bien común, no por el individual, no por mi egoísmo. Voto con conciencia, por la creación de sonrisas.
