Dice un artículo en The New York Times[1] que Latinoamérica será el continente más afectado por el Coronavirus, sobre ella quizás caigan el mayor número de muertos de esta pandemia. Y, que, las mayores víctimas caerán acá en países que no tienen grandes recursos económicos y no invierten mucho en la salud de sus habitantes.
En Colombia, antes de esta alerta sanitaria, se escuchaban casos abrumadores sobre el trato de los pacientes en los hospitales públicos, EPS´s públicas y privadas. Un país que piense que su gente es el recurso más importante no debería maltratar de esta forma sus habitantes, al tenerlos en una sala de espera permanente y muchas veces sin ser llamados para resolver sus dolencias: Doña Encarnación, por ejemplo, una mujer de 56 años que lleva entutelando el estado para que la atiendan, así ha conseguido, tardiamente, su quimioterapia, luchando por el derecho a la salud. Igual sucede con Mauricio que espera el fallo del juez para que su EPS le de sus retrovirales para enfrentar el V.I.H. Juan Manuel espera una radiografía de húmero que le harán en tres semanas. Ana María y Andrés Felipe son unos, de tantos, que esperan hace dos semanas en los pasillos de urgencias de un Hospital Universitario para que se desocupe una cama en uno de los cuartos de hospitalización. A Héctor le han reprogramado la cirugía de su rodilla tres veces, lo que le dicen es que no ha llegado la prótesis. Ellos son algunos, de miles de casos, que en la cotidianidad del sistema de salud colombiano deben enfrentar maltratos, negligencias e injusticias y olvidos, que son derivados de la corrupción política y de la falta de estrategias serías que se piense que la salud va primero. Frente a ese panorama cotidiano se prepara el sistema de salud colombiano para recibir a miles de infectados, llegarán a los servicios de UCI y necesitarán para recuperarse un respirador artificial que les permita no morir por neumonía. Dentro de los afectados puede estar usted o yo o ambos.
Es decir, antes de llegar a esta ruleta de la suerte que es el sistema de salud colombiano, sumado a las prevenciones que se han ido difundiendo en las redes sociales y demás medios de comunicación, una forma de no caer en este juego de azar será la -prevención- mejor acatar las recomendaciones de los especialistas en salud y encerrarse en casa. A lavarse las manos, a salir si es urgente. A leer, ver cine, escribir, hacer ejercicio, cocinar, a desatrasar tareas del trabajo y de la casa. A compartir con el que no tiene. Cuidar de uno, es cuidar a todos.
También, el riesgo en Latinoamérica, específicamente en Colombia, será en los pueblos y en las veredas y lugares apartados de las ciudades, pues escasean las clínicas de tercer nivel, los hospitales no están preparados para estas eventualidades epidémicas y, si hay pacientes graves deberán trasladarse a la ciudad más cercana, con todo el riesgo de contagio que eso implica y toda la aglomeración que pueden encontrarse al hospital o clínica que se llegue y los reciba.
Si las clínicas de las ciudades se atiborran de enfermos, los habitantes de los pueblos irán allí a esperar turno, mientras eso pasa, el tiempo puede no ser suficiente para ganarle esa pelea al Coronavirus. En los pueblos no se tienen los recursos suficientes, ni humanos, ni técnicos, para atender una emergencia sanitaria y son los que más deberían cuidarse. Y, de eso, de evitar el colapso, deben encargarse alcaldes, secretarios de despachos, policía y sociedad en general que deben asumir ese reto para la historia. En Colombia, los pueblos son lugares que terminan siendo los olvidados, donde llegan los políticos de siempre o los de moda a pedir votos, luego, en tiempos de su mandato y de crisis, se olvidan que existen necesidades no resueltas (por las que la gente supuestamente votó, suponiendo que se haya votado libremente) y las que llevan décadas sin soluciones no solo en pueblos, sino en los corregimientos y veredas. Ahora, imagínense la crisis de salud que se puede venir si no se controla este virus responsablemente. La vulnerabilidad de expandir la epidemia, de quienes viven en los pueblos es mayor. El riesgo de muerte no es solo Bogotá ni las demás capitales de los departamentos, sino que vienen siendo los pueblos, los olvidados de Colombia.
Sumado al sistema de salud de los pueblos, viene como en contravía para enfrentar el virus el sistema de creencias de sus habitantes, pues se piensa que eso pasa es allá en China, que eso pasa allá en Italia, en Irán, allá en Bogotá, allá en Medellín, allá en Cali, y que en los pueblos, veredas y corregimientos no les llegará el virus porque Dios es grande y dejan el cuidado de la salud de su cuerpo a su fe, al poder de la divinidad. En los pueblos hay mucho conservador y cristiano, que es lo mismo, pues no han tenido la posibilidad de vivir en sociedades más liberales de pensamiento, por lo menos la mayoría (no significa que en las ciudades no los haya, solo que se tienen más o menos mejores posibilidades de conocimiento.) Y no hacen nada para cuidarse. Entonces es común que se sigan visitándose entre vecinos, nada les pasa, dios es grande, dios es bueno y su sistema de creencias los conduce a que se burlen de los toques de queda. Los alcaldes y secretarios de gobiernos y policías son lapsos con la salida de la gente a la calle y no se asumen actitudes más radicales y contundentes como las tomadas por el alcalde de la Ceja Antioquia quien ya había tomado medidas severas y oportunas para proteger al pueblo, con mucha anterioridad, a las medidas lentas y dudosas del presidente Duque, porque sabe que en estos momentos en los pueblos no puede existir un contagiado ni dos ni 10, de aparecer y agravarse y necesitar un respirador, el camino de cura no es muy alentador. Los alcaldes y secretarios de gobierno deben disponer de medidas de prevención, severas, racionales, científicas, alejándose de los credos y de salvaciones a punta de camándula y oración.
Enfrentamos, para cuidarnos entre todos, al país del señor de los milagros, de la milagrosa y el sagrado corazón. El país que se echa la bendición cuando sale de su casa. El que reza y peca y empata. Y, puede serlo. Solo que dejarle la solución de esos cuidados a la divinidad puede causar muchos muertos. Los credos pueden seguir, la manera de relacionarse con las cosas y con la gente es lo que debe cambiar, la vecindad puede seguir, pero hay que protegerse. Queda ejercer un autocuidado entre vecinos en los pueblos olvidados.
Los lugares pequeños y apartados de Colombia pueden ser un detonante en esta pandemia si no se actúa con compromiso social, con seriedad, con vehemencia. A los alcaldes se les eligió para eso, para velar por la protección de una sociedad y se necesitan medidas que lleven a proteger la población y que en un futuro corto no se lamente tanto cuerpo muerto que llegue viajando en un féretro a abuelos, adultos y niños que se despiden de sus seres queridos entre la soledad de las pantallas cibernéticas. Va a llegar, en los pueblos, va a tocar el virus y cuando llegue ojalá no se lamente haber ido a comprar demás ese papel higiénico que no hacía falta para la supervivencia como especie. O no se lamente haber dejado el cuidado de la salud a la virgencita de Chiquinquira.
[1] https://www.nytimes.com/es/2020/03/19/espanol/opinion/coronavirus-america-latina-gobiernos.html