Popayán, 6 de junio de 2014
Jorge Enrique Robledo y Álvaro Uribe Vélez representan en este momento dos vertientes políticas de una misma clase social: la Burguesía Agraria. Es la razón de que el MOIR y el Centro Democrático coincidan en varios temas y aunque en otros difieran, no son antagónicos. Es fundamental entender en esta coyuntura política las causas históricas, las limitaciones ideológicas y los factores que llevaron a que un proyecto partidista del proletariado colombiano hubiera terminado al servicio de la burguesía.
Sólo un análisis de clase, una reconstrucción histórica de los hechos sociales y económicos y del devenir de las concepciones políticas e ideológicas comprometidas, nos permitirá explicar porqué coinciden estos dos personajes en este instante de la vida política del país. Ambos han concurrido en el apoyo a los paros agrarios, se han identificado en las reivindicaciones estrechas y economistas de esas luchas, y hoy se oponen al unísono a la reelección de Santos. Uribe con candidato propio (Zuluaga) y Robledo con el Voto en Blanco, aspirando a ser neutral.
Así el destacado senador del MOIR se defina como de “izquierda” y el otro sea un representante eximio de la extrema-derecha colombiana, ambos personifican en este instante – desde vertientes políticas diferentes – los intereses de la burguesía agraria. Así como Uribe necesita a las FARC para crecer y mantenerse como proyecto político, el MOIR necesita de su rival de clase para sentir que están jugando un papel revolucionario en la sociedad colombiana.
Robledo es hijo de una familia de clase media alta de Ibagué. Uribe es hijo de un campesino rico antioqueño. Por circunstancias de la vida han terminado representando a la misma clase, disputándose su dirección política. El dirigente de izquierda quiere convertirla en punta de lanza contra el imperialismo estadounidense mientras el líder de la derecha se apoya en ella para construir su proyecto nacionalista-comunitario, una especie tropical y sui géneris de nacional-socialismo criollo. El primero sueña mientras el otro construye su proyecto totalitario.
La historia
El Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR es, después del Partido Comunista, la segunda organización partidaria de izquierda más antigua de Colombia y la más estructurada y cohesionada en el momento actual. Es el eje organizativo e ideológico del Polo Democrático Alternativo. Fue fundado en 1968 por Francisco Mosquera y ha hecho aportes importantes al proceso revolucionario colombiano pero – también –, ha cometido graves errores históricos.
“Pacho” Mosquera se esforzó durante dos décadas por demostrar que en Colombia existía una burguesía nacional que tenía contradicciones con el imperialismo. Realizó valoraciones y estudios económicos para demostrar su existencia. Esculcó en los pronunciamientos de los gremios y de diversas figuras políticas representativas para revelar cómo esa burguesía nacional se manifestaba contra la dependencia imperialista. Fue la suya, una labor titánica para conseguir que esa verdad científica fuera aceptada. Sin embargo, él era muy consciente que dicha burguesía era supremamente débil y vacilante.
Para alimentar el debate es necesario usar una larga cita de su folleto “Lecciones de táctica”. Mosquera decía en 1978: “Ayer hablábamos sobre la necesidad de la alianza con la burguesía nacional, y de ésta como posible aliada del proletariado en la revolución nacional y democrática, así no tuviera una manifestación muy clara, su carácter fuera vacilante y representara el ala derecha del frente patriótico. Hoy hacemos hincapié en que el frente no se puede guiar por los postulados programáticos reformistas de la burguesía nacional, así luchemos por conseguir un acuerdo con ella; pero un acuerdo revolucionario. Ayer luchábamos contra el sectarismo de quienes rechazaban todo compromiso, y nos tocó comenzar por probar la existencia misma de una burguesía que tenía contradicciones insalvables con el imperialismo y sus intermediarios. Hoy hay que insistir en que esa burguesía a veces le teme más al pueblo que al imperialismo, en que no podemos ceder ante sus tendencias derechistas, ni fomentar sus vacilaciones, ni permitirle la engañifa de que se pueden curar las actuales dolencias de la sociedad sin extirpar el origen de las mismas. Nos esforzamos por explicarles a nuestros camaradas que si el MOIR se va a la cola de esta tendencia, hipoteca su independencia política y traiciona la revolución. Si nos vamos detrás de la teoría oportunista en boga, ponemos en juego la independencia de clase del Partido y su legítima aspiración a dirigir la revolución. Esta batalla, su desarrollo, no depende únicamente de nosotros. Está en discusión uno de los problemas centrales, el de quién dirige a quién, y el Partido debe hacer un esfuerzo por esclarecérselo a la militancia y a las masas.”[1]
Pero lo trágico para ese dirigente revolucionario, para su partido y en parte para la Nación colombiana consiste en que, esa burguesía nacional fue exterminada física, económica y políticamente en menos de una década. La alianza criminal entre una burguesía burocrática descompuesta, la gran burguesía en proceso de transnacionalización y las mafias de narcotraficantes que habían permeado a la sociedad colombiana, le dieron un golpe de gracia a esta débil clase que había surgido a principios del siglo XX.
La burguesía nacional, en la que Mosquera fundaba algunas esperanzas, fue liquidada materialmente a finales de los años 80s y principios de los 90s del siglo pasado. La ilusión del fundador del MOIR de que esa clase capitalista cumpliera una función revolucionaria y nacionalista, así fuera “empujada” por el proletariado y los campesinos pobres, se quedó sin soporte real.
La historia está allí y escrita. Los principales líderes políticos de esa burguesía nacional (Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galán) son asesinados por agentes del narcotráfico en los años 80s por encargo de políticos corruptos. Más adelante, esos capitalistas nacionales fueron entregados a la voracidad del mercado global a partir de 1990 y son llevados a la quiebra económica o absorbidos por los grandes grupos y conglomerados financieros (eje económico de la burguesía transnacionalizada). Y, los herederos políticos de esa burguesía nacional (César Gaviria Trujillo y los hijos de Galán Sarmiento), enterraron las ideas políticas elaboradas durante más de 40 años por los Lleras, Echavarría Olózaga y otros teóricos burgueses. Ellos traicionaron a esa fracción de clase y terminaron absorbidos por la burguesía burocrática.
Es una tragedia porque el trabajo de toda una vida se desvaneció casi de un momento para otro. La teoría de la alianza entre los trabajadores y la burguesía nacional para poder realizar la revolución de Nueva Democracia, se quedó sin piso real en la realidad Constatar esa situación y no tener la capacidad para reaccionar ante ella, llevó a Pacho Mosquera a la muerte.
Pero no sólo es el exterminio de la burguesía nacional. Como tenía que ser, el proletariado colombiano fue fuertemente golpeado en su estructura básica, grandes empresas y factorías fueron liquidadas por la apertura económica y los trabajadores del Estado son colocados a la defensiva por los procesos de privatización y liquidación de empresas estatales. La desregulación y liberalización de las normas laborales sirvió de soporte jurídico para la legalización de la tercerización y la precarización de las formas de contratación, proceso que ya venía aplicándose de hecho desde hacía más de una década.
Para acabar de completar, la guerrilla contribuyó con su parte. Con su accionar militarista y anti-político en la etapa de ofensiva militar entre los años 1982 y 1998, convirtieron a los campesinos ricos y escasos capitalistas del campo en su principal objetivo económico y político, lo que contribuyó a que la burguesía agraria se convirtiera en un apéndice ideológico de los grandes latifundistas. Es claro que esa burguesía agraria desde su origen tenía grandes dosis de conservadurismo clerical por ser hija de hacendados esclavistas y terratenientes feudales. Entre ellas se destaca especialmente la burguesía agraria cafetera surgida en el eje antioqueño-caldense y la burguesía cañera del Valle y norte del Cauca.
La historia en el MOIR
Lo que no podía imaginar Mosquera era que al colocar tanto énfasis en la alianza con la burguesía nacional, ese aspecto de su estrategia se fuera a constituir después de su muerte en un factor ideológico y político para que representantes de esa burguesía nacional se posicionaran en la dirección de ese Partido, completando un proceso de desnaturalización de esa organización.
¿Cómo fue ese proceso? Durante la década de los años 90s la representación proletaria dentro del MOIR fue mermada. La mayoría de dirigentes sindicales fueron liquidados de las empresas estatales o de factorías industriales donde tenían trabajo organizativo (USO, TELECOM, Caja Agraria, Ferrocarriles Nacionales, Fabricato, Icollantas y numerosas empresas y sectores productivos) y aunque intentaron mantener sus vínculos de clase, esa labor se dificultó por las luchas intestinas entre organizaciones políticas por la dirección de los sindicatos. Otros dirigentes sindicales se burocratizaron y se fueron desprendiendo del partido en medio de las divisiones posteriores a la muerte de su fundador.
Un poco antes en el tiempo se produce el rompimiento del Pacto Internacional del Café en julio de 1989. Ello generó condiciones para que la inestabilidad se apoderara de la economía cafetera a nivel mundial y nacional. El gerente de la Federación Nacional de Cafeteros de entonces dijo: “El Pacto Cafetero fue un soporte para la economía colombiana durante 30 años. Fue un acuerdo fundamental. Pero a finales de los 80 las condiciones mundiales empezaron a cambiar con la idea de la libertad del mercado y la reducción del Estado. Por eso entran en crisis todos los acuerdos. Se consolidaba así la hegemonía del Consenso de Washington y la Escuela de Chicago”[2].
Pero además, la Gran Burguesía en proceso de transnacionalización en Colombia – al calor de la embriaguez neoliberal –, feriaba al mejor postor casi todas las empresas financieras, de servicios, transporte y otras áreas productivas que los cafeteros habían construido en más de 70 años de trabajo. El Banco Cafetero, la Flota Mercante Gran Colombiana, Avianca, y otra serie de empresas de importancia vital para ese gremio fueron privatizadas y casi confiscadas por la gran burguesía. Lo único que no pudieron hacer fue acabar con la misma Federación, aunque lograron que los grandes productores se refugiaran en el control de la exportación para mantener sus enormes ganancias, a expensas de los pequeños y medianos caficultores.
Como es natural, los productores cafeteros sufrieron las consecuencias del rompimiento del pacto cafetero y de las políticas neoliberales aplicadas en Colombia. A mediados de la década del los años 90s la gran mayoría de caficultores colombianos estaban al borde de la quiebra, endeudados con los bancos y con una Federación de Cafeteros cada vez más debilitada por los gobiernos neoliberales en boga, casi inhabilitadas para prestar sus tradicionales servicios de asistencia técnica, transferencia de tecnología y apoyo financiero al agro.
Ese terreno es aprovechado por los dirigentes del MOIR, que como en el caso de Robledo estaban viviendo en la región. Él oficiaba como profesor de arquitectura en la Universidad de Caldas y contribuía en el trabajo con caficultores que realizaba Aurelio Suárez Montoya en el departamento de Risaralda. Organizan primero Unidad Cafetera en compañía de los dirigentes liberales Fabio Trujillo Agudelo y Leonidas Arango Escobar para defender los intereses de los caficultores colombianos, y más adelante conforman el Movimiento de Salvación Agropecuaria con Ángel María Caballero, que agrupó a otros sectores agrarios como arroceros, paneleros, ganaderos y cacaoteros.
Tanto el trabajo con Unidad Cafetera como con el Movimiento de Salvación Agropecuaria le permiten al MOIR revivir de las cenizas. Suárez se convierte en diputado y más adelante, Robledo es elegido senador. Las relaciones se ensanchan a una buena parte del país y la organización se consolida recuperando cuadros formados en largas décadas de trabajo político y lucha social. Fue una labor meritoria y sacrificada que tuvo una serie de deficiencias que marcaron el devenir político que estamos describiendo y que se corresponden con las limitaciones ideológico-políticas que se heredaron del período anterior.
En forma sintética presento esas deficiencias en la formación ideológica-política, en la práctica organizativa y en la lucha social, que deben ser objeto de una exposición más detallada y amplia en un posterior artículo. Son:
- Dogmatismo en la formación filosófica que llevó a Francisco Mosquera a no partir de la realidad de la estructura social y económica colombiana y lo condujo a aplicar mecánicamente las teorías “maoístas” sobre la revolución de Nueva Democracia, en especial, el papel de la burguesía nacional en ese proceso.
- Sobrevaloración del poder de la URSS, a la que Mosquera definió como “Social-imperialismo Soviético” siguiendo algunas formulaciones del Partido Comunista Chino PCCH y Albanés PTA, identificando a la Unión Soviética como el principal enemigo de la humanidad. De contera, caracterizó a las FARC como agente del revisionismo soviético y también como el principal enemigo del pueblo colombiano, idea extrapolada por renegados moiristas que la pusieron más adelante al servicio del uribismo.
- Práctica del “anarco-sindicalismo” en las organizaciones sindicales, gremiales y sociales, preocupándose en lo fundamental por nuclear cuadros hacia el Partido pero sin construir organización propia de las masas populares. La lucha por el control de las direcciones y la asignación de tareas políticas a las organizaciones amplias de las masas, se constituyó en un problema que llevó al MOIR a grandes confrontaciones con otros sectores políticos.
Estos tres aspectos (entre otros) de la formación ideológica y de la práctica política del MOIR, llevaron a que esta organización se concentrara, por un lado, en la problemática agraria, alimentándose fundamentalmente de militantes cafeteros, pero sin crear una base campesina que sirviera de contrapeso al papel cada vez más preponderante de dirigentes de los campesinos ricos y de la burguesía agraria. Esos elementos más pudientes de los caficultores utilizaron e instrumentalizaron la labor del MOIR en momentos álgidos y de grave crisis económica (acumulación de deudas bancarias, bajas de precios del café, importaciones de arroz y otros productos, encarecimiento de insumos agropecuarios, etc.). Esa situación se presentó en 1996-98, 2003 y 2013-14, pero frente al conjunto de las políticas neoliberales de los diversos gobiernos oligárquicos no acompañaron a esa organización de izquierda.
Fue así como la prueba de fuego le llegó al MOIR en el auge del Paro Nacional Agropecuario de 2013. La dirigencia derechista de la burguesía agraria encabezada por Álvaro Uribe Vélez había apoyado el paro cafetero de febrero-marzo de 2013, pero frente a los avances del movimiento agrario en agosto del mismo año en torno a la consigna de renegociar los TLCs, Uribe le retira el apoyo al movimiento y alerta sobre que “no se debe cerrar la economía”. Era el momento y el instante de romper una alianza de hecho y denunciar al uribismo ante el conjunto de las masas productoras del sector agropecuario.
El MOIR no lo hizo. No lo podía hacer por su “nueva” naturaleza de clase. Así fortaleció a Uribe y a su candidato Zuluaga quien fue el que canalizó el trabajo y la lucha del MOIR. La dirección de Dignidades Agropecuarias cedió a las presiones del gobierno, se tranzó por ratificar los acuerdos del paro cafetero que fueron de tipo inmediatista, economista y gremial, renunciando a la bandera principal que el movimiento agrario había levantado contra los Tratados de Libre Comercio. El MOIR de esa manera consagró su quiebra histórica. El proletariado y sus intereses generales quedaron olvidados en el pasado. Hoy su política es la de la burguesía agraria, que como lo dijo Pacho Mosquera “le teme más al pueblo que al imperialismo”.
En próximo artículo entraremos más en detalle en la formación ideológica y política del MOIR. Esa formación fue el factor fundamental para que – en el contexto particular de Colombia – ese proceso de involución política se hubiera presentado. De igual manera miraremos con más profundidad las causas de su actual postura frente a otras clases, ante el nuevo proletariado en desarrollo, frente a los campesinos e indígenas, a las expresiones políticas de la pequeña-burguesía en vías de proletarización (Petro, Claudia López) y su actitud en la actual coyuntura electoral en donde llama en cabeza de Robledo a votar en blanco.
Es interesante destacar que casi todas las organizaciones “maoístas” de América Latina terminaron del lado de la burguesía. Ejemplo Bandera Roja en Venezuela. Es el resultado – en lo fundamental – de una concepción política no proletaria, pequeño-burguesa y burguesa, y a la no comprensión científica de nuestra compleja realidad que es particular y única, y que requiere de la construcción de nuevos paradigmas para comprenderla y transformarla.
Nota: La tragedia es todavía más dramática. La otra vertiente de la izquierda – armada –, o sea, las FARC, de origen campesino, también terminó representando a una burguesía agraria en formación (emergente), resultado de la acumulación capitalista en zonas de colonización impactadas por la economía del narcotráfico. Hoy esa incipiente burguesía agraria busca cómo legalizar sus tierras y capitales e integrarse al mercado capitalista. En ese dilema se encuentran los dirigentes farianos, presionados por esa burguesía agraria pero a la vez, por militantes y combatientes que se acostumbraron a vivir de y en la guerra. Ese es su dilema.
[1] Francisco Mosquera. “Lecciones de táctica y de lucha interna”. http://www.moir.org.co/LECCIONES-DE-TACTICA-Y-DE-LA-LUCHA,1580.html
[2] Revista Dinero. Bogotá, julio de 1989. Edición impresa.