La pandemia vista desde la sociología

La pandemia vista desde la sociología

Una breve exposición de los conjuntos de matrices de pensamiento que han orientado el fenómeno desatado por el coronavirus

Por: Sebastián Acosta Zapata
marzo 30, 2020
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La pandemia vista desde la sociología
Foto: Leonel Cordero

Si para algo sirve la sociología es para intentar comprender el mundo y analizar las coyunturas. Por eso escogí y sigo escogiendo esta disciplina. He procurado desarrollar unos conjuntos de matrices cognitivas de análisis sobre las cuales se ha construido este momento histórico: no cualquier cosa confina al mundo a estar en sus casas semanas (a los que tienen la posibilidad de confinarse).

El primer bloque de matrices de origen busca explicar la causa de esta pandemia. Hay dos matrices: la primera la que expone que este fenómeno biológico y epidemiológico se da por un fenómeno casual natural. La segunda intenta ordenar todo bajo unos cánones de sospecha hacia los poderes establecidos bajo teorías bien organizadas de la conspiración con tendencias paranoicas.

Los seres biológicos mutan, esa es una ley universal de las ciencias naturales. Los expertos en esos asuntos (claramente yo no soy experto) señalan que la presión del ser humano sobre ciertos ambientes naturales, el consumo de animales y la copresencia de distintas formas de vida en un entorno muy próximo puede generar que microorganismos muten muy rápido. Nosotros, los mamíferos tenemos una cadena genómica que se conoce como ADN. Es larga, muy estable y se demora mucho mutar. Otros organismos (uso el término más próximo porque hay un debate en la ciencia sobre si los virus son o no vida, debido a que no tienen células) tienen cadenas genómicas más cortas, inestables y fácilmente mutables que son reconocidas como ARN. Por eso, si hay una serie de condiciones y acciones casuales pueden facilitar la evolución y el surgimiento de un nuevo virus, como en el caso del Corona-Virus-Diases-2019 (COVID-19), perteneciente a la familia de los virus corona, es decir, aquellos que tiene forma de corona. La mayoría de este tipo de enfermedades, que desembocan en epidemias o pandemias se origina en África y Asia por una compleja red de interacciones sociales, ambientales y biológicas.

La otra matriz de lo que he llamado las matrices de origen se ciñe a las versiones que apuntan a que esta crisis es ocasionada por poderes inconmensurables de la economía y del capitalismo global. En esta estructura de pensamiento todo encaja en una gran sospecha. Las dos más grandes economías del mundo llevan al plano biológico la guerra comercial ayudándose de la industria farmacéutica. Incluso los defensores de esta postura han tenido comidilla con una serie de acusaciones de los gobiernos de Estados Unidos a China y viceversa. Han buscado noticias, acciones, declaraciones y hasta trinos en donde se acusan y amenazan para ordenar el desorden. Es que el ser humano siempre pretender darle orden y explicación a las cosas que no entiende, o que son demasiado casuales, tiene que construir una causalidad única, univariable, lógica, sencilla: A conduce a B. Estados Unidos manda el virus a China para ganarle la guerra comercial. La construcción social de las deidades, de los dioses, de las religiones surge de las necesidades humanas de buscarle una explicación a la vida misma, al sentido de las cosas, al porqué del porqué. Las teorías conspirativas y paranoides no necesitan analizar ni reflexionar nada, ya tienen dicho todo, todo argumentado, todo encajado.

Habiendo abordados las matrices de los orígenes, quiero explorar las matrices de las consecuencias y respuestas. He definido, arbitrariamente, tres conjuntos de matrices. El primero versa sobre la decisión salvar a la gente y salvar a la economía. El segundo se centra en la forma territorial de asumir esta crisis desde el centralismo o desde el autonomismo. Y el tercer conjunto de matrices binarias está la que concibe la explicación científica como la garante del bienestar y la que se enfoca en el cálculo político.

Del primer conjunto de matrices están las decisiones que se han tomado sobre salvar a las personas. Ante una crisis de magnitud global, lo sensato sería salvar a las personas sí o sí. Pues no hay algunos gobiernos y sociedades que no han adoptado esta matriz cognitiva. Las decisiones de salvar a la gente cuentan con una serie de políticas y estrategias orientadas al bienestar físico de la población. Hubo países que se adelantaron a cerrar fronteras terrestres, marítimas y aéreas, a declarar confinamientos preventivos obligatorios generalizados, a cancelar eventos de aglomeración, a suspender sistemas de transportes masivos, y a dejar abiertos los comercios necesarios (productos de primera necesidad, alimenticios y droguerías). La máxima solo era salvar gente, que no se enfermara y que algunos no murieran. El ejemplo hoy es el pequeño país centroamericano de El Salvador. Igualmente, invirtieron en más camas hospitalarias, en más ventiladores asistenciales, en hospitales construidos en tiempo record o de campaña, en más lugares de reposo del personal médico y los enfermos leves como hoteles y coliseos. En estos países se tomaron decisiones que muchos considerarían drásticas, radicales y exageradas, sin embargo tenían solo un objetivo en mente: salvar a la gente. La economía puede esperar.

La otra matriz de este primer conjunto toma como pilar salvar la economía. No cerraron fronteras, ni aeropuertos, ni comercios, invitó a no tener miedo ni incitar al “pánico” porque la economía, el mercado, las bolsas de valores se pueden desestabilizar. Buscan no afectar el sistema productivo, sin importar nada más. Y algunos han dado un viraje radical como Estados Unidos. Otros se sostienen esperando no tener tantos muertos como Reino Unido que proyecta en 20.000 los decesos, todo para que el resto no asuman una economía quebrada. En el plano latinoamericano Colombia, Brasil, Chile y México (sin tener un gobierno del todo neoliberal), han optado por esta opción sin decirlo. Hace muchas décadas la región asumió el cinismo como forma de comunicación política, indistintamente el color político del gobierno en ejercicio. Sacan comunicados escuetos que solo favorecen al sector privado, prometen créditos a los más vulnerables, generosas exenciones a los bancos y grandes capitales, dilataciones para no afectar el comercio exterior, y garantizan la representación de los intereses de los gremios, de las corporaciones, de las grandes empresas en detrimento del resto de la sociedad.

Del segundo conjunto de matrices está el centralismo. Casi todos los países envueltos en esta pandemia, es decir, casi todo el mundo, ha tenido que sortear la disputa de quién manda y en dónde. El modelo del Estado-Nación moderno se presenta, como desde hace muchos años —de hecho fue la excusa principal para el neoliberalismo— como muy grande para los problemas chicos y muy chico para los problemas muy grandes. Bueno, esta pandemia ¿Qué es? ¿Es muy grande o muy chica?, o sea, ¿aborda las fronteras nacionales y globales, o las subnacionales y locales? Pues esta pandemia es muy grande y muy chica, muy nacional-global y muy subnacional-local. Por eso hay una vuelta hacia el Estado, pero también una exigencia de los territorios. Paradójico. El libre mercado mismo, que por tantos años ha renegado del Estado hoy lo aclama a gritos, pide intervención, control, ayudas y rescates. Pero décadas de reducción, de adelgazamiento, de delegación en el mercado, en las organizaciones internacionales y entidades subnacionales hace que hoy esa vuelta al Estado-nación y al ejercicio del gobierno sea algo menos que un atropello, una inepta respuesta para ambos lados de las fronteras.

La otra matriz cognitiva gira sobre el autonomismo de las entidades territoriales. Hubei, la provincia de China donde surgió el brote epidémico, el norte de Italia donde azotó con más fuerza luego el virus, las ciudades de Estados Unidos, las entidades territoriales de Colombia y Ecuador han sido el primer bastión de contención de la propagación del virus. Han adoptado medidas por mucho más eficientes y eficaces que las de los gobiernos nacionales. Han asumido su papel de puente entre la sociedad y el gobierno central, son el Estado Local en ejercicio pleno. Ese autonomismo no es ni siquiera un federalismo de facto, va mucho más allá de eso, supera la lógica burocrática centrándose en la pragmática. El cierre de ciudades, regiones, carreteras demuestra que las entidades territoriales no están tan limitadas como se cree, independientemente el modelo político administrativo —centralista o federalista—. La cooperación entre los niveles de los poderes públicos no está tan coordinada y las entidades territoriales son más autónomas de tomar decisiones fuertes ya que no tienen exigencias tan altas del mercado, ni de los gremios, ni del sector financiero.

El tercer conjunto de matrices de pensamiento está centrado la lógica científica y en el cálculo político. Así, lógica científica ha dado desde el primer momento unas serie de respuestas y recomendaciones necesarias y suficientes para contener y detener el virus, sin embargo no son escuchadas con la seriedad del caso ni por los medios de comunicación, ni por los políticos, ni por los empresarios, ni por la sociedad en general. Asimilar la cientificidad y la intelectualidad ha sido una estrategia de las universidades principalmente. No obstante, con el paso del tiempo, el aumento de los casos y la visibilidad del impacto de la enfermedad, la opinión pública, los medios de comunicación y, en alguna medida, los gobiernos han entendido la importancia de los médicos, los epidemiólogos, los científicos y los intelectuales. Diferentes asociaciones de profesionales de la salud y la misma Organización Mundial de la Salud han insistido en medidas fuertes y restrictivas ya que el virus se mueve con las personas. Cada vez más los datos y las hipótesis científicas son consultadas y los medios de comunicación de masas han optado por expertos para explicar y entender este proceso desde el punto de vista biológico y médico.

Por otra parte, la matriz del cálculo político es la que ha primado en las primeras semanas de contagio y es lo que ha favorecido la expansión del virus. Esta matriz es la que orienta la interpretación de la mayoría de los gobiernos, están pendientes que la población no entre en pánico, los mercados de valores no entren en pánico, no darle la razón a la oposición, la producción no se detenga en seco, los viajes continúen y no afectar de sobremanera la cotidianidad. Sin embargo, poco a poco, el cálculo político ha cedido ante la presión de la sociedad civil, de la opinión pública y del colapso de los sistemas de salud en diferentes naciones. Los discursos de unidad, todos ellos utilitaristas, pierden vigencia por la falta de voluntad, de acción y de capacidades para enfrentar la pandemia. Y aunque se haya mermado la potencia del cálculo político, ésta no desaparece, seguirá vigente, en algunos momentos coordinará la acción del Estado, pero en otros afectará una rápida respuesta para contrarrestar la expansión. Muchas veces la práctica de gobierno se ciñe a mostrar una fría y falsa tranquilidad para favorecer los intereses del ejercicio del poder político y económico.

Esta es una breve exposición de los conjuntos de matrices de pensamiento que han orientado esta pandemia. Una visión del origen de la enfermedad y la situación. Tres visiones binarias que giran en torno de las consecuencias y las respuestas que se han generado en medio de esta crisis. Visiones que se yuxtaponen, se complementan y en algunos momentos se contradicen.

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