Es la primera vez que el nombramiento de una magistrada auxiliar causa tanta curiosidad en los periodistas, por eso a Belkys no le gusta dar entrevistas. Sabe que los periódicos y los noticieros muestran su nuevo cargo como una excentricidad, y ella no entiende esto en un país con 87 etnias diferentes. Es la primera vez que una indígena ocupa un cargo en el Consejo Superior de la Judicatura y esto para muchos es un hecho admirable; aún más, si se trata de un mestizo común y corriente.
Pero Belkys Florentina Izquierdo Torres es realmente Aty Seikuinduwa, nombre indígena que significa -madre más allá de la oscuridad-. Una arhuaca de la comunidad Jewrwa, cerro donde nace el agua en la Sierra Nevada de Santa Marta, con una hoja de vida más extensa que muchos. Es una abogada de la Universidad Nacional de Bogotá con una maestría en administración pública y énfasis en políticas públicas pero antes que eso es la hija del Mamo Mayor de la casta Busintana, un linaje que tiene la misión de unir el mundo indígena con el no indígena a través de la comunicación.
Belkys, el nombre elegido por su madrina para el “blanqueamiento” como le dicen a un segundo bautizo más occidental, solo se llama Aty en rituales y actos culturales. Por eso, el día de su nuevo nombramiento se hicieron dos ceremonias. Una posesión legal donde tomó juramento frente a su nuevo jefe, el magistrado Néstor Raúl Correa Henao, y otra, donde los dos Mamos Mayores de la comunidad -uno de ellos su papá-, hicieron “la limpia de caminos”, un rito que busca alejar las energías negativas que obstaculizan el alcance de la verdad. El saumerio inundó la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura para que la ética y la coherencia se mantengan firmes en esta indígena que no solo representará a su etnia sino también a las mujeres y a los habitantes de las zonas rurales. “Esto no me puede cambiar, tengo que mantenerme”, dice convencida.
Esta mujer de 39 años tiene diez hermanos de padre y madre, pero otra decena por parte del Mamo Mayor quien tiene dos esposas más. Es una de las hijas menores de esta unión que desde niña la preparó para ir a la ciudad sin perder sus raíces. Belkys hizo la primaria en la única escuela que hay en Jewrwa y el bachillerato en el Centro Indígena de Educación Diversificada en Nabusimake -capital de los arhuacos-. Un internado donde viven los estudiantes de varias comunidades que se alistan para asistir a la universidad.
Los arhuacos son indígenas estudiados que defienden sus derechos porque fueron marcados por una época de discriminación y explotación a manos de los colonizadores. Ellos estudian porque no quieren volver al pasado y en cambio buscan volverse visibles no como una comunidad exótica sino como una cultura que tiene mucho que aportar al desarrollo del país.
A los 17 años Belkys recibió su diploma de bachiller y viajó hasta Bogotá para presentarse en la Universidad Nacional. No pasó los exámenes de admisión y se devolvió para la Sierra a ser profesora en la escuela. Después de un año su mamá la mandó de nuevo para la capital y le prohibió regresar hasta que consiguiera dónde estudiar porque quería alejarla de un matrimonio prematuro. Insistió de nuevo en la Nacional y por segunda vez la rechazaron. Por descarte entró a estudiar matemática en la Pedagógica donde estuvo un semestre porque al terminar hizo su tercer intento de estudiar Derecho y pasó. Desde niña fue muy elocuente, por eso siempre quiso ser abogada y además porque en las discusiones de pueblo hacía las veces de mediadora.
En la Nacional encontró el amor y se casó rápidamente. Un artista plástico proveniente de la etnia Inga del Putumayo se robó el corazón de Belkys y en segundo semestre ya eran marido y mujer. Su papá la casó en la Sierra con Kindi Llajtu quien hoy es el padre de sus tres hijos. Así, sus herederos fueron bautizados como: “Espíritu del viento”, una joven de 18 años que estudia sociología en la Universidad Externado; “Corona del sol”, un adolescente de 14; y “La que siempre florece”, una niña de cinco que entró al colegio este año. “Somos los embajadores de nuestro pueblo en las ciudades”, dice después de definirse ente todo como mamá.
Para Belkys la familia es lo más importante de su vida. Como mensajera arhuaca cree que sólo construyendo la comunicación familiar se pueden llevar mensajes a la sociedad. “Algunos echan un discurso afuera y no son capaces ni de tener una familia”. Por eso sus hijos están acostumbrado a viajar y adaptarse a las diferentes regiones, porque siempre han estado al lado de sus papás.
Apenas recibió su título de abogada se devolvió para la Sierra a trabajar en la conformación de las empresas de la salud indígena (EPS e IPSI). Koguis, wiwas, arhuacos, cangumos y yukpas se unieron en esta tarea que infortunadamente hoy se ha convertido en un foco de corrupción (Vea http://www.las2orillas.co/los-bebes-que-mueren-de-hambre-en-la-guajira/). Luego se vinculó al Programa Presidencial para la Acción Integral contra las Minas Antipersonal con el que viajó por Nariño, Cauca y San José del Guaviare. Con la Presidencia también trabajó en Colombia Joven, desarrollando políticas públicas interculturales que promueven el reconocimiento de un país multiétnico. “Somos diferentes y tenemos que mantenernos así pero podemos compartir y pensar juntos los problemas del país”, esa ha sido su misión.
Luego se vinculó a la Federación Indígena del Tayrona donde trabajó con el Ministerio de Interior sobre el proyecto de Ley de Tierras y Desarrollo Rural. Además hizo parte de la mesa de concertación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en la consulta de reformas ambientales. Belkys ha participado en varios procesos de consulta hacia las comunidades indígenas. Con el Programa Presidencial Indígena generó estrategias de diálogo de los mineros y los petroleros con los indígenas. En el Ministerio de Educación impulsó la interculturización de la educación universitaria para promover la importancia de que existan diversas visiones de desarrollo. Para ella todos los colombianos somos producto de una mezcla y así debemos reconocernos. “En la Universidad nos enseñan a pensar que es maravilloso que existan los indígenas pero el conocimiento que vale es uno solo.”
Belkys no buscó su nuevo trabajo, como siempre, la invitaron a tomarlo. Sabe que es un paso muy importante en esa causa a la que ha dedicado su vida: incluir a todos los grupos sociales en las decisiones del país. Por eso como magistrada auxiliar buscará desarrollar el artículo 7 de la Constitución que dice que “el Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana.”
Desde 2005 Belkys vive en Bogotá pero desde antes siente esta ciudad como suya. Todavía vive en el barrio que la recibió por primera vez cerca a la Universidad Nacional de donde todos los días despacha a sus hijos para el colegio, sale a trabajar por un país más inclusivo y se sienta a estudiar en las noches con su familia. Porque Belkys, la primera magistrada indígena, antes que eso fue una mamá, estudiante y trabajadora arhuaca.