Desde que el Coronavirus, que hoy tiene en vilo al mundo entero, fue anunciado por los medios de comunicación en China, una avalancha de información y publicidad al respecto se ha desatado por todo el mundo, casi como si se quisiera inducir al pánico; los noticieros, las redes sociales e incluso los programas de temas totalmente ajenos a este, se han visto invadidos por los comentarios frente a la pandemia actual.
Es evidente que el virus existe (sin importar el cómo ni el cuándo haya aparecido) y que es potencialmente nocivo para la salud del ser humano, sin embargo, siempre surge la pregunta de si es lo suficientemente peligroso para la especie humana como para merecer un despliegue de acciones sanitarias y mediáticas masivas como las que se han venido adoptando y que desde hace cierto tiempo no se percibían en el mundo.
¿Es mucho más riesgoso para el ser humano este tipo de virus que cualquier otra enfermedad, situación o elemento patógeno? Si fuésemos radicalmente estadísticos frente al virus y lo comparáramos con las principales causas de muerte en la especie, el Coronavirus, el pánico mediático y todas las medidas que se han venido adoptando nos parecerían un chiste de mal gusto.
En Colombia, la tasa de infectados por COVID – 19 es de 57 más una curva de posibles infectados no reconocidos aun que podrían elevar la cifra a unos 150, teniendo en cuenta que nuestra población es de 50 millones de individuos, el Coronavirus ha afectado a menos del 0.001 de la población nacional, una cifra que frente a los números de desnutrición en el país es una verdadera comedia.
Sin embargo y aun teniendo en cuenta que hay factores mucho más peligrosos para la especie humana, se ha venido llevando a cabo todo este protocolo que, si bien es sumamente necesario para evitar una emergencia sanitaria mayor, decepciona frente a las medidas que se toman para afrontar otras afecciones comunes y más graves como el suicidio o la desnutrición infantil.
Aún más decepcionante resulta el analizar algunas medidas tomadas para detener la propagación del virus, asumiendo una realidad absurda e incoherente y utópica al parecer, en la cual todos los colombianos tienen una posición económica media-alta, nos envían a quedarnos en casa todo el día viendo series en Netflix, desconociendo que hay familias que no tienen ni los elementos básicos, miles de individuos que viven en las calles y empleados de la informalidad que cada día trabajado significa el comer o no comer.
Pareciese ser que la preocupación gubernamental solo aflora cuando la situación es potencialmente peligrosa tanto para ricos como para pobres, para los que andan en servicio público o los que se pasean en camionetas costosas, cuando el dinero y “la clase” pasan a un segundo plano y la naturaleza misma nos recuerda que sin importar quien seas o cuanto tengas, no eres diferente a los demás.
En fin, es casi seguro que, superada la emergencia, las cosas retomarán su cauce habitual y los medios continuarán transmitiendo su amarillismo vacío y sin sentido, mientras las cifras de muertos por desnutrición, indigentes sumidos en la pobreza, suicidio, diabetes y homicidio, que superarían juntas por mil las del Coronavirus, se seguirán dejando a un lado pues en una sociedad como la nuestra, no hay virus más letal e ignorado que el pobre.
