La soledad sentenciada en las esferas sociales es hoy por hoy lo más próximo a la empatía y defensa del otro de forma masiva. A pesar de los diversos protocolos que se asumirán este y otros virus seguirán llegando, no estamos alejados de la paupérrima sanidad pública que afecta gradualmente toda la geografía terrestre.
Es una afectación de grandes “dimensiones” que nos enuncia una vez más lo folclóricos que somos, la incompetencia de un Estado que ha imposibilitado las reformas necesarias a la salud para la prevención de cualquier tipo de enfermedad. Al mismo tiempo, centenares e incluso miles de personas han entendido por fin la importancia del aseo personal, la educación; pero en especial, que la salud no es una broma ni un cuentico fastidioso de los encargados y expertos en el área.
Todos nos enfrentamos a un enemigo que ha desbordado el miedo más allá de lo habitual, que ha puesto a enormes potencias a merced del tiempo y forjado cambios en formas de comprensión social, política y económica. Asimismo, el enfrentamiento no es solo en términos estadísticos, es en la realidad de cada individuo, ya que muchos contraerán y otros probablemente morirán por el virus (incluso, yo puedo contraerlo y morir) ese acercamiento con el fin del día es la probabilidad. Como es lógico, lo anterior puede no suceder, esa diminuta esperanza también es una probabilidad.
No obstante, es importante comprender que Colombia no afronta solo el COVID-19, sino otras afectaciones que silencian gran parte de los medios y que conducen a la muerte de forma preocupante. Por ejemplo, el dengue —alerta epidemiológica desde hace varios meses— se ha manifestado en la ciudad de Neiva con cifras que superan las trescientas personas. Además, el departamento del Valle notifica que son más de diz mil personas diagnosticadas con la enfermedad y la cifra de muertos por la trasmisión del Aedes Aegypti, sobrepasa las diecispeis personas en lo que va del año. Un tema que se ha normalizado con descaro…
También, municipios como Íquira (Huila) están con cifras preocupantes de dengue y a esa constante se le suma la capacidad médica limitada y una situación financiera sumamente preocupante. El año pasado la ESE Hospital Maria Auxiliadora fue categorizada en riesgo, es decir, sometida a un proceso de saneamiento fiscal y financiero. La respuesta de la Secretaria de Salud a la difícil situación, además de ser torpe, es sumamente irracional: la unificación de Empresas Sociales del Estado (ESE). El sistema no está diseñado para la rotación médica y menos en un país que ha tratado a la salud como cántaro de dinero.
El entorno de miedo e histeria colectiva nos está conduciendo al individualismo, a esa concepción de la muerte donde solo importa lo personal, dejando oleadas de prejuicios en la calle. El camino para afrontar la situación actual es y debe seguir siendo el respaldo, la protección, el cuidado y en especial —aunque suene sumamente diminuto— el manejo de la calma. Pensar en el otro, asumir la salud con responsabilidad y evitar el juego comunicativo-mesiánico mientras se olvida lo cercano.