Desde siempre he querido conocer Europa. Soy un colombiano de 32 años que siempre ha tenido el sueño de conocer el viejo mundo, como muchos otros, y solo hasta ahora tengo las condiciones en mi vida que me permiten hacerlo. Justo cuando se acerca el viaje que he esperado casi como si fuera un hijo, estalla esta epidemia del Coronavirus que tiene al mundo entero revolucionado. Es como si fuera un injusto castigo divino.
Este viaje a Europa es algo que vengo planeando desde hace casi un año, cuando compré los tiquetes. Durante meses pasé tardes y noches enteras leyendo sobre destinos para organizar mis itinerarios por regiones específicas de Francia, España, Bélgica, Alemania, Italia, Austria y Suiza. Lo anterior, sin contar que llevo todo este tiempo guardando la tercera parte de mi sueldo para poder darme este gusto.
En mi trabajo solicité vacaciones para estas fechas desde finales del año pasado. Fui uno de los pocos que se quedó en la oficina mientras los demás viajaron en fin de año. Sin embargo, ahora que se aproxima la fecha del viaje, y que tengo tanto alojamientos como pasajes pagados, me han hecho todo tipo de advertencias para que lo cancele o lo postergue. Me han dado a entender que la compañía podría prescindir de mis servicios si así lo considera. Inclusive, me han dicho que cuando regrese es mejor que me tome 14 días en mi casa antes de regresar al trabajo. Es tal la fobia al Coronavirus que hay en la oficina que hasta prohibieron ingresar a ciertos baños porque los usa mucha gente externa.
Al ver el comportamiento de mis compañeros de trabajo me surge la inquietud sobre qué tan justificada está la preocupación por el Coronavirus. Es decir, el pánico que genera la enfermedad y la enfermedad misma son dos cosas diferentes. He hablado con gente en Europa y me cuentan que, si bien es cierto que hay que cuidarse, la prensa lo exagera todo. Es como si los medios, en lugar de ayudar y difundir información útil, multiplicaran el pánico generado para ganar rating y tráfico. Lo único bueno que puede dejar esto es que en los lugares que visitaré no habrá las manadas de turistas usuales que se ven en otras épocas. Mi viaje va en firme.
A decir verdad, más que la epidemia del Coronavirus, lo que me tiene realmente preocupado es la disparada del precio del dólar, y del euro. Mientras el primero hoy alcanzó los 4mil pesos, el segundo está rozando los 4500. Pagar un tinto con tarjeta de crédito en París podría arruinarme. La disparada del euro significa que la plata que ahorré durante todo este tiempo vale menos con cada día que pasa. Eso sí que es preocupante.
Estando a cuatro días de partir, me he ganado casi que la enemistad de varios compañeros de trabajo. Mi mamá piensa que soy un irresponsable y no hay día que no me tenga que aguantar su mirada de desaprobación. Sin embargo, no me importa. He soñado toda la vida con este viaje y no hay Coronavirus que me lo dañe. En últimas, si me voy a contagiar puede suceder tanto en el Duomo di Milano como en cualquier bus de Transmilenio.
