A casi nadie le gusta hablar del momento irreversible, la muerte. Si bien, partir no debería ser una tragedia si entendemos que el que se va, como dicen por ahí, pasa a mejor vida. El muerto, muerto está, pero hay difuntos que parecen hablar desde el más allá. Tal es el caso del nombradisímo José ‘Ñeñe’ Hernández Aponte, que a un mes de cumplirse un año de su deceso, parece que se hubiese destapado su cajón con aquellos secretos innombrables que, para los conocedores de los mismos, debía haberse llevado el señor Hernández a la tumba. Sin embargo, lejos de estar bajo tierra empiezan a cobrar vida en la superficie política manifestándose como uno de esos escándalos en los que la culpa es de la vaca, porque aun con evidencias, y al igual que el Coronavirus, se lavan las manos como única medida preventiva y buscan a toda costa su inmunidad, como siempre pasa.
El Ñeñe, como era conocido por sus familiares, amigos y figuras políticas destacadas, que ahora lo desconocen, ostentaba en sus redes una vida sabrosa y muy cómoda: fincas, narcocamionetas, viajes, parrandas y buen trago, un pack al que le acuñaba frases como “Gracias Dios mío por tantas bendiciones”, -¿caídas del cielo?- las cuales solo eran la fachada de su activa participación en acciones ilícitas comprobadas con narcotráfico. Sus publicaciones, mensajes y llamadas telefónicas, son ahora las pruebas que comprometen al Presidente Iván Duque y a muchos de los allegados a su campaña presidencial, por la compra de votos y financiación con recursos aportados por Hernández en 2018.
En este contexto tratemos de dimensionar lo que significa que el presidente que se nos impuso no aceptó su derrota y, en cambio, accedió gustoso el hecho de hacerse elegir de la forma más ruin, pasando por encima de la historia democrática de un país, que por tantos años ha visto correr ríos de sangre inocente por culpa de nuestro propio virus, para el que todavía no hay cura: el narcotráfico. “El narcotráfico en Colombia es un depredador del medio ambiente, un destructor de instituciones y, ante todo, un corruptor social”, diría Duque meses atrás, preso ahora de sus palabras.
Mientras tanto, el Coronavirus que ya coronó a tres personas en el país, es la cortina de humo perfecta que usa este Gobierno para ocultar lo evidente y, por si fuera poco, victimizarse, como siempre lo hacen los militantes del uribismo que aun estando en lo profundo siguen remando por mantener su cinismo a flote.
Y pensar que todavía hay cosas que desconocemos.