Por estos días previos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en nuestro país, pareciera que el único tema del que se puede hablar es de la paz. Si a mí, en este momento, me preguntan cual es la principal causa de la cantidad alarmante de muertes, en nuestro país, me resultaría muy complejo mencionar una sola. Estoy, 100%, convencido que la violencia y la corrupción deben estar allí arriba en esa lista de causales; la indiferencia del colombiano, promedio, debe estar muy cerca (igual o arriba) es algo que mi mente me grita, así que la incluiría en ese listado que no debería existir. Las FARC, por supuesto, deben estar (como es obvio) en el "top 5" pues para nadie es un secreto que han llenado de sangre al país. Tras pensar, hace mucho tiempo, en esto, puedo llegar a afirmar que la indiferencia en Colombia asesina a más ciudadanos que el mismo grupo terrorista.
La palabra indiferencia (Del lat. indifferentĭa), es definida por la Real Academia Española (RAE) como: Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado. El término "negocio", utilizado por la RAE, debe ser entendido como "situación" para comprender un poco más de lo que quiero opinar el día de hoy. Lo preocupante, en el caso del colombiano, es que las situaciones con las que se es indiferente son hechos trascendentales, cotidianos y dolorosos para la sociedad e, inclusive, para el individuo. El grado de indiferencia de los habitantes del país, esta tan comprobado como la existencia de sangre en el cuerpo de una vaca; de hecho, textos como estos pueden llegar a ser "más de lo mismo", para algunos, pero el problema es que no generamos esa consciencia que debemos tener.
En el plano social la indiferencia, de la mayoría, no tiene límites. Se puede ver a niños, jóvenes, ancianos y mujeres en situaciones de peligro y la salida, de muchos, es aplicar una dosis excesiva de indiferencia para "salir del paso". En nuestro país, lamentablemente, es común ver por las calles a niños de 10 años, o menos, con un evidente estado de descuido como resultado de vivir en la calle, de la penumbra, de la falta de protección, del abandono y de la falta de "humanidad". No creo que haya un solo compatriota que no haya visto a un niño pidiendo monedas en las calles de las grandes ciudades colombianas; ahora bien ¿Cual es la reacción que tenemos ante este hecho? Esa respuesta, por supuesto, solamente la conoce cada uno de nosotros y Dios. Ojalá podamos ser sinceros y respondernos, personalmente, para ver si estamos entre esa población indiferente. El miedo es un factor, vital, para la creación y mantenimiento de este virus que contamina cada vez a más colombianos. Cualquier persona que haya sido víctima de un atraco, sin importar el lugar, puede dar fe de la falta de solidaridad de la sociedad actual. No les pido que usen la capa de Superman; algo tan simple como una llamada a la policía, un grito, hacer sonar una alarma o interceder de cualquier otra forma avisándole al ladrón que alguien más está viendo la escena, es trascendental para detener el accionar delictivo. La violencia contra la mujer, definitivamente, es la expresión máxima de falta de HOMBRÍA en cualquier sujeto. Lo peor del caso, es que en nuestro país la frase "no sea sapo" es más utilizada que "tenga un buen día". "Amor no te metas, ese problema no es tuyo" recuerdo que me decía una novia, hace años, cuando llegaba a interceder ante una situación de maltrato a la mujer. La verdad, prefiero ser un sapo a ser un cómplice. No podemos ver eso, tan cerca, e invisibilizar el problema de una forma tan radical. Con los ancianos el contexto no cambia mucho. Pocos han ayudado a una señora de cabellos de plata a cruzar una calle en Colombia, intentando prevenir un accidente, caída, golpe, entre otros.
En el campo político, la indiferencia, llega a escalas impresionantes. Ahora que tenemos el recuerdo fresco, les formulo una pregunta ¿Cuanto fue el porcentaje de abstención en la contienda electoral del pasado 25 de mayo? Les ayudo... Más de la mitad del país decidió no salir a votar (el porcentaje da vergüenza decirlo). Cifras como esas son las que les pueden explicar, a algunos, la razón por la cual estamos como estamos. En otros escenarios políticos, a algunos, no les toca una fibra el rumbo del país. Las decisiones del poder legislativo en Colombia son, ampliamente, ignoradas por los ciudadanos. En este caso estoy seguro que todos deberíamos ser más sapos. En definitiva todos vamos a tener la necesidad de hacer uso, en algún momento, de un colegio, universidad, hospital, pago de impuestos, etc. La indiferencia del pueblo en estos temas es el primer ladrillo para construir la esfera de corrupción que azota, hace décadas, al pueblo colombiano. Lo más paradójico es que otras situaciones como los chismes de la farándula criolla, con las que sí podríamos ser indiferentes, son las que más bajos niveles de desconocimiento tienen en nuestro país o acaso ¿Quién no ha visto a alguien analizando, profundamente, la relación de Shakira y Pique? Yo, al menos, sí.
En suma, todos esos escenarios pueden -deben- cambiar en la mentalidad del colombiano para tener el país que TODOS queremos tener. La invitación a ser más sapos queda abierta. Sí un sapo hace la diferencia, imaginemos cuan distinto sería todo si fuésemos más de 47 millones de anfibios. Perdamos el miedo a aportar, en lo más mínimo, a hacer de Colombia el país que por su riqueza debería ser y no el pozo de lágrimas que tenemos hoy en día.
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