Con inusitada frecuencia se escucha que la paz de los pueblos es una construcción ineludible, claro que lo es, pero, ¿en qué condiciones?:
¿Puede pactarse un tratado de buenas relaciones entre los tiburones y las sardinas?
¿Puede pactarse sana convivencia entre el león y los antílopes?
¿Puede pactarse un tratado de coexistencia pacífica entre el oso hormiguero y las hormigas?
¿Puede pactarse un fraterno entendimiento entre halcones y palomas?
Es viable sostienen los voceros del poder a ultranza, arguyen que la vida animal no puede existir sin los tiburones, los leones, los osos hormigueros y los halcones, en consecuencia, las sardinas, los antílopes, las hormigas y las palomas son unos bichos raros, alimañas perturbadoras de la naturaleza, hay que someterlos a las nomas de los más fuertes y competentes en el marco de la selección natural, como lo plantea el darwinismo social, que ideológicamente justifica la expoliación. “Es cuestión de sana adaptación, agregan”. Karl Popper, filósofo del pensamiento liberal, impugnó severamente este pensamiento.
Aplicado esta teoría, imitadora de la evolución biológica, daríamos una vuelta histórica de tuerca y regresaríamos al estado de la barbarie.
La comparación no constituye un motivo de animadversión para con los países desarrollados y solo pretende que, a manera de ejemplo, nos aproximemos al examen de dos economías abismalmente desiguales: la norteamericana y la latinoamericana que, en el caso de la primera, representa el ochenta por ciento de Producto Interno Bruto del Continente, parámetros con los cuales se negocian los tratados comerciales que comprometen el bienestar de los países ‘no desarrollados’, tramitados, presuntamente, con recíprocas ventajas.
Para ponerla fácil, si los acuerdos de libre comercio se realizan bajo el lema de ‘business are business’ y no incluyen o llevan implícitos la defensa de la soberanía política y los intereses de la naciones dependientes, como el medio ambiente y los servicios públicos fundamentales, la desaparición de las sardinas, los antílopes, las hormigas y las palomas será cuestión de tiempo.
En otras palabras, cuando los estragos de libre comercio, que tiene países con subsidios del treinta por ciento a la producción agrícola, ya no se concentren en la revisión de acuerdos arancelarios y las patentes comerciales, sino en los muros que a lo largo de Panamá, México, Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá se levanten para atajar a los pobres, el sueño americano seguirá siendo hipnotizador y deslumbrante, como las luces de Las Vegas.
Y es evidente, que si los tratados se pactan en términos de las discusiones actuales, tendremos, en poco tiempo, países latinos donde la población vestirá jeans y tenis usados, utilizará electrodomésticos, computadores y vehículos de segunda mano, consumirá productos lácteos, arroz y maíz norteamericano, sin posibilidad de competencia y, como solución al desempleo, se ampliará la base social de la informalidad doméstica en el país del Norte, extendiendo ‘humanitariamente’ el ‘Housekeep Service’, término para camuflar la limpieza de viviendas.
Mientras tanto, la violencia social en los países latinos, con su bandidismo callejero, producto de la pobreza, terminará por tomarse las ciudades para alcanzar la felicidad de los delincuentes, rapando celulares y vaciando apartamentos.
Basta observar, en aras del libre comercio, que nuestros pueblos cada día pierden derechos ciudadanos en salud pública, educación y medio ambiente, asumidos por la empresa privada transnacionalizada, como ocurre con la explotación energética, aurífera y farmacéutica, en alianza con la inducida devaluación de la moneda, que conducirán a amplios sectores de las clases medias bajas a caer en la órbita de privaciones y penurias.
Lo que esta sucediendo en nuestros países, desde El Rio Grande hasta La Patagonia, es consecuencia del poder de los leones, los halcones, los plantígrados y los tiburones que manejan el libre comercio.
Irritante la concentración del poder financiero, visible la desaparición de las sardinas, mientras los escualos de los tratados comerciales navegan plácidamente por los océanos de las economías latinoamericanas, en tanto que los leones financieros, sin necesidad de utilizar sus garras, arrastran los últimos restos de las economías nacionales y las disfrutan insaciable y globalmente. ‘Business are business’.