Hace dos décadas, o tal vez menos, nadie daría un peso o tomarían por loco a alguien que llegara y les dijera que con el reciclaje se podía ganar plata, incluso hasta transformar la economía de un país. Por fortuna, como diría Bob Dylan, “the times they are a-changin”.
El calentamiento global, el cambio climático, y todas sus consecuencias –que cada día son más evidentes: el deshielo de los polos, las temperaturas cada vez más extremas o la subida del nivel de los mares– nos han llevado a replantearnos nuestros hábitos de consumo y nuestra relación con el medio ambiente. Esto también ha impulsado a que los gobiernos tomen medidas para mitigar el impacto ambiental, así como a fomentar el reciclaje y la creación de nuevas industrias que dejan atrás el modelo de producción basado en una economía lineal (tomar, hacer, desechar) para dar paso a una economía circular basada en las 3r: reducir, reutilizar y reciclar.
En el caso colombiano, el gobierno presentó el año pasado, a través del Ministerio de Medioambiente, un programa que busca estimular e incentivar el reciclaje, la reutilización de las materias y objetos. “La Estrategia Nacional de Economía Circular”, nombre con el que el gobierno bautizó este programa, se basa en lo que han llamado las 9r: repensar, reutilizar, reparar, restaurar, remanufacturar, reducir, reproponer, reciclar y recuperar. Este tipo de iniciativas de la economía circular también han sido estudiadas y propuestas a lo largo del mundo por fundaciones como la Ellen Macarthur, que fomenta el desarrollo sostenible y el cuidado del medio ambiente. “Tal como la imaginan sus creadores, la economía consiste en un ciclo continuo de desarrollo positivo que conserva y mejora el capital natural, optimiza el uso de los recursos y minimiza los riesgos del sistema al gestionar una cantidad finita de existencias y unos flujos renovables. Además, funciona de forma eficaz en todo tipo de escala”, así define esta fundación el concepto de este nuevo enfoque económico.
Pero ¿cómo se traducen todas estas palabras e ideas en el día a día de las personas? Un gran ejemplo en el país es como los centros de reciclaje ha ayudado a la formalización de los recicladores, brindándoles una mejor calidad laboral y de vida. En Colombia, según la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, hay más de 300 organizaciones de recicladores formalizadas que cuentan con la ayuda del Estado, esto quiere decir que más de 28000 recicladores cuentan con este apoyo. Para Natasha Avendaño, Superintendente de Servicios Públicos, el objetivo de esta política ha sido “acompañar a las organizaciones de recicladores de oficio en su formalización ante la Superintendencia, lo que garantiza la remuneración de su oficio y su proyección en la cadena de valor del servicio público de aseo”.
Para hacer parte de estas iniciativas no necesariamente uno se tiene que dedicar a actividades relacionadas con el reciclaje. Ciudades como Bogotá y Medellín han emprendido campañas que buscan fomentar el reciclaje en sus habitantes mediante campañas en las cuales se están cambiando botellas de plástico o de aluminio y cajas de tetra pak por pasajes de Transmilenio y del Metro de Medellín. Guardar esos envases plásticos y llevarlos a los lugares de recolección le representará a los usuarios un beneficio económico, así que piénselo dos veces antes de tirarlos.
A una escala mayor, Juan Carlos Gutiérrez, gerente de la empresa Eko Red, estima que en el país se dejan de percibir más de 2 billones de pesos anuales por no reciclar desechos plásticos, según afirmó al periódico El Heraldo. Para la investigadora Luz Ángela Rodríguez, profesora del programa de ingeniería industrial de la Escuela Colombiana de Ingeniería, si el país fuera más riguroso con el reciclaje se podrían “generar 250 empleos por cada 10.000 toneladas recicladas y 42.000 puestos de trabajo asociados al reúso”. En materiales como el plástico hay todo un campo para desarrollar nuevas tecnologías dentro de las empresas de reciclaje de este material. Ideas que podrían ir desde la reutilización de los envases plásticos de un solo uso para convertirlos en muebles, ropa o materiales de construcción.
Según un estudio de la Universidad Piloto, en Bogotá el 48% de las empresas transformadoras se encuentran ubicadas en la localidad de Kennedy; el 19% en Puente Aranda; el 8% de en Fontibón; el 6% en Bosa. El 79% de las empresas señala que en su proceso productivo de transformación utiliza entre un 81% y el 100% de plástico posconsumo. Y tan solo el 5% de las empresas reporta utilizar menos del 20% del material proveniente de posconsumo en su proceso productivo.
Por eso, como afirma el profesor de la Escuela de Diseño, Fotografía y Realización audiovisual de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Germán Gómez –en el portal web Expeditio– estas transformaciones deben ir de la mano con un cambio educacional y pedagógico: “La gente cree que el material tiene la culpa y lo satanizan. El problema no es del plástico, tiene que ver más bien con estrategias y políticas educativas hacia los públicos, dado que el problema está en el posconsumo, pues no sabemos cómo reutilizarlo, cómo llevarlo a la fuente ni qué tipologías de polímeros existen y qué se puede hacer con ellos”. Y si logramos esto no solo ayudamos a salvar el planeta, sino que también podemos mejorar desde las finanzas personales hasta las estatales.
