Dávila, Nassar, experiencia de alcantarilla
Opinión

Dávila, Nassar, experiencia de alcantarilla

La periodista Dávila y el señor Nassar ofrecieron lo que los gurús del mercadeo exigen: no vendan productos; ofrezcan experiencias. Y lo hicieron con una simetría asombrosa, interpretando a la audiencia

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febrero 17, 2020
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Hedor de alcantarilla, por un lado. Orgullo por rigor y valor, por otro, estuvieron sobre la mesa la semana pasada en hechos protagonizados por el periodismo colombiano. Dávila – Nassar, emblemáticos de lo primero; Ricardo Calderón y su equipo, por su contribución al esclarecimiento de dolorosas verdades, de lo segundo.

Lo que la periodista Vicky Dávila y el señor Hassan Nassar nos ofrecieron a los colombianos la semana pasada fue una “experiencia”. Está en el orden del día que los proveedores de bienes y servicios no deben ofrecer, en un mundo marcado por vertiginosos cambios, productos (físicos o intangibles), sino “experiencias”.

Están, Dávila y Nassar, a la vanguardia, aplicando lo que los gurús del mercadeo contemporáneo exigen: no vendan productos; ofrezcan experiencias.  No pretendo, por supuesto, insinuar que se pusieron de acuerdo. Sin embargo, la sincronía fue maravillosa. La misma pasta profesional, una simetría asombrosa, que refleja que interpretan a la maravilla las necesidades de la audiencia.

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En el fondo, son exitosos porque tienen como tribuna un público caracterizado, en términos generales, por una cultura política mediocre, ávido de actitudes de aniquilamiento

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Es claro que la venta de “experiencias” gira alrededor del cliente, de sus necesidades. La ofrecida por este par de periodistas fue, sin duda, exitosa. No solo por satisfacer los más exigentes indicadores de tendencia en las redes (en número de pantallazos, retuiteos, seguidores nuevos, comentarios, réplicas, etc..., señalan que la sacaron del estadio). En el fondo, son exitosos porque tienen como tribuna un público caracterizado, en términos generales, por una cultura política mediocre, ávido de actitudes de aniquilamiento, alineado con una u otro en función de actitudes frente al gobierno actual o el pasado, con el abanico de etiquetas que se llevan blandiendo hace casi dos décadas desde distintos lados del espectro político. Una parte significativa de la audiencia alaba la agresión, el “no se deje” y, por supuesto, lo que se parezca a aquello de “usted no sabe quién soy yo”, que fueron hilos conductores implícitos de la experiencia de alcantarilla aludida.

¿Qué es eso de “la experiencia”?

A raíz del auge del comercio electrónico, los negocios que vendían sus productos en mostrador han visto reducir sus ventas. Plataformas como Amazon, Alibaba, eBay y muchas otras, ofrecen centenares de miles de productos que miles de millones de consumidores, desde sus casas en cualquier parte del mundo, pueden adquirir con unos pocos clics, plataformas que están minando la venta física de mostrador.  Por eso, miles de tiendas al detal han venido cerrando sus puertas desde hace varios años en los Estados Unidos y otros países. Ni más ni menos que 9.000 el año pasado. Superficies famosas como Macy’s han anunciado el cierre de 125 almacenes en el 2020 (NYTimes, 15.2.20).

Las librerías, obvio, han sido unas de las víctimas que van cayendo con la venta de libros digitales. Y el cuento se extiende a prácticamente toda la gama de distribuidores de bienes de consumo “presenciales”. Almacenes de venta de ropa, zapatos, e fin, lo que se puede ofrecer en un centro comercial, están en peligro.

Pues bien: para recuperar, mantener, aumentar la clientela, se acude ahora a “la experiencia”. El método se ha diseminado a restaurantes, centros comerciales, librerías y muchos otros centros de consumo. Eataly, creada por un inteligentísimo señor Farinetti, no es simplemente un restaurante: ofrece la experiencia de comer al lado de la cocina, en donde se puede aprender a hacer la salsa equis y, desde luego, hay, pegada, una tienda donde adquirir lo que se quiera en materia de insumos para comida italiana. Se paga (y se goza) la experiencia. Hay 28 sucursales en varios países.

En toda esta órbita están, por supuesto, los realities, uno de cuyos más destacados protagonistas ha sido (sigue siendo) el actual presidente de los Estados Unidos. Los parques temáticos, los funerales, la venta de carros, se van convirtiendo en experiencias.

Así que no hay que quejarse. Estamos al día en materia de periodismo a partir de la oferta de experiencias.

Dávila y Nassar están, pues, en su salsa. Ofrecen, para regocijo del público, experiencias.

Por fortuna, hay un puñado de comunicadores anticuados que investigan, verifican la información de sus fuentes, no son afectos al montaje de realities, arriesgan  su pellejo averiguando verdades, respetan a su interlocutor. A ellos, del estilo de Ricardo Calderón, director de investigaciones de la revista Semana, que recibió el premio de periodismo Rey de España, el mayor reconocimiento.

 

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