Como Manet cambió todas las reglas del realismo, nuestro Óscar Muñoz ha cambiado todas las reglas de arte conceptual. Este artista nació en Popayán en 1951, hoy en día expone sus obras en el palacio que dejaron los Impresionistas para ser parte de la gran colección del siglo XIX en la Gare d’Orsey, vieja estación de tren que fue remodelada para albergarlos. Ahora el Jeu de Paume se dedica a consagran artistas del siglo XX. Y, con esta exposición —además de muchas que ya han sucedido— Muñoz pasó a la eternidad. Muy merecido reconocimiento al trabajo de un hombre que conquistó el mundo de las artes desde su calmado mundo en Cali. Con él, en algo se desmitifica la triste versión de que los latinoamericanos son aristas marginales de la periferia de los centros de poder del arte. En algo estamos evolucionando para que la historia del arte se vuelva a escribir porque son muchos los creadores del siglo XX que siguen excluidos de los mundos académicos. Para no hablar de los mercados internacionales.
Así que acá tenemos un grande. Creador de un universo que, sin salir de su entorno, ha creado un trabajo riguroso que busca entender algunas de las muchas contradicciones. Lo alucinante es que cambia de medios y de técnicas y su obra no ha dejado de tener la unidad de su entorno conceptual.
La fotografía es el único capítulo donde giran las mil versiones. Pero sus técnicas de producción, como sus medios, cambian de piel, se transforman pero existe en su obra la coherencia que es un vínculo único. Más allá, cambian los intereses: de lo temático a lo urbano a lo privado de su propia imagen, de lo visible a lo invisible, de la construcción a la deconstrucción, del papel al video, de la obra a la magia. Muñoz siempre ha utilizado a la fotografía como un intermediario fiel de sus múltiples interpretaciones. Fenómeno que da coherencia a su unidad es los que nos interesa y se centra en el qué y el cómo se representa una unidad.
Ha atravesado distintas etapas: de los dibujos de las baldosas a las cortinas de baño pintadas, de los mundos privados como los egos profundos a fotografías aéreas que en el suelo y con un vidrio roto que las cubre pueden ser caminadas. Todas estas son la representación de cómo la violencia endémica se olvida en el momento en que los medios de comunicación trasgreden la inmediatez de la verdad. Puede también pasar de lo poético a lo sensorial, de lo geográfico al lago donde se asoma su imagen como Narciso. El retrato hecho en el agua donde se mira a sí mismo hasta que se seca y queda en carboncillo el rastro de la imagen es una obra donde la casualidad de lo efímero y el paso del tiempo importan como ingredientes en el resultado de la obra. Manipula los videos hasta como si fuera magia. Por eso su mundo es el de mantener el núcleo de la esencia mientras el objetivo es permanecer y mutarse a la vez.
Fecha de publicación original: 31 de mayo de 2014
