Desde hace alrededor de una década, el mundo ha presenciado una serie de daños ambientales irreparables, muchos de ellos claramente causados por nosotros mismos demostrando una vez más ser sujetos de producción, consumo e indiscutiblemente indiferentes no sólo frente a los demás, sino, frente al mismo espacio que habitamos.
Dentro de los principales problemas que hemos visto están la contaminación, degradación del suelo, el consumo elevado de energía, la escasez de agua, y el cambio climático que ha traído con el, la deforestación que entre el 2018 y 2019 nos dejó sin gran parte de la Amazonía Colombiana, y de la misma manera, en los últimos días se ha llevado alrededor de 2.045 hectáreas del páramo de Sumapaz destruyendo un número significativo de vegetación nativa, que además tardaría según expertos treinta años en recuperar.
Pero ¿Qué hemos hecho en Colombia los ciudadanos por el medio ambiente? Si bien, es cierto que se han creado diferentes colectivos ambientalistas y hay un trabajo por parte de algunos partidos políticos de centro y de izquierda frente al activismo en calles, aún hay mucho que va más allá de tirar o no basura, de usar o dejar de usar bolsas plásticas y es justamente entender sobre las decisiones que se toman en el país, entender el qué y para qué y aunque indiscutiblemente, hay una falta de pedagogía en temas ambientales, considero que la principal razón por la que no hay una conciencia ambiental en la sociedad colombiana es la falta de información.
Deforestación
En primer lugar, hay que hablar de unos puntos claves en materia ambiental en Colombia, el primero, claramente la deforestación pues aproximadamente 900.000 hectáreas de bosque serán deforestadas en este gobierno, ya que en el Plan Nacional de Desarrollo —la hoja de ruta con la cual se rige el país durante cuatro años— se planteaba que la tasa anual de deforestación no subiría, pero tampoco bajaría. Es decir, que el presente gobierno nacional tolera una pérdida de bosque de cerca de 220.000 hectáreas al año lo que equivale a 900 000 hectáreas en sus cuatro años de gobierno.
Uso del plástico
Por otro lado, está el problema del consumo excesivo del plástico, en Colombia y alrededor del mundo este ha sido una de las principales razones de la perdida de especies marinas, contaminado los mares y océanos que nos rodean.
En este punto, se ha trabajado un poco más desde diferentes campañas activistas dando información a la población que ayuda a dimensionar un poco sobre el tiempo que tarda en descomponerse el plástico, entendiendo que hay tipos de plástico que podrían tardar hasta 1.000 años en degradarse.
La costumbre en Colombia de utilizar y botar ha sido más fuerte que cualquier cifra que se diga y la opción para las grandes empresas desde hace unos años para acá fue cobrar por la bolsa de plástico como si esto realmente hiciera que un colombiano promedio dejara de utilizarla, si no hay una conciencia sobre el por qué dejar de usarla la gente sólo va a pensar que es otro impuesto pendejo que se le ponen a las cosas.
Mientras países como Chile, China, Etiopía, Francia, Panamá, India, entre otros prohibieron el uso total del plástico, en Colombia esperamos hasta el 2021 para prohibirlo, cuando hay un consumo aproximado de 13, 5 kg de plástico de un solo per cápita al año y los ríos Magdalena y Amazonas se encuentran entre los 20 contaminados por plástico en el planeta.
Tiburones
Pasando a otro punto, las decisiones ambientales además de ser ineficientes y tardías son incongruentes y crueles. La resolución 350 del 2019 autoriza la pesca de diversas especies, dentro de ella la del tiburón sedoso, esta norma emitida por el Ministerio de Agricultura les permite a los pescadores cazar una cuota máxima de 475 toneladas de tiburones, tanto en el Mar Caribe como en el Océano Pacífico colombiano, hasta ahí parece una decisión elocuente ya que según el Gobierno, la regulación combatiría la práctica ilegal conocida como “aleteo”, la cual consiste en cortar las aletas de tiburón, venderlas en el mercado asiático y tirar los restos del animal al mar.
Lo cierto es que esta resolución también está legalizando la venta de aletas y cierta manera lo que está hace es incentivar el aumento de la pesca incidental de tiburones para la comercialización de las aletas además que el documento no aclara cuáles son las especies que pueden ser cazada y no tiene en cuenta poblacionales, controles portuarios y verificaciones de cuotas de caza.
Fracking
Y llegamos al último de los puntos de los que hablaré, aclarando que existen muchos más, pero este resulta ser uno de los más controversiales en el país. Hablar del Fracking y las consecuencias ambientales que este puede traer a un país como el nuestro no es nada sencillo y aunque la conversación se escucha aquí y allá, los medios de comunicación no han sido lo suficientemente eficaces frente al cómo contar, no sólo a las poblaciones ubicadas en la ciudad, sino también, a las personas que habitan las zonas rurales del país, el por qué pararle bolas a esta y varias problemáticas ambientales que vive Colombia.
El fracking, según Andrés Ángel, asesor científico de la Asociación Interamericana Para La Defensa Del Medio Ambiente (AIDA) es una técnica de extracción de hidrocarburos que consiste en la inyección de grandes volúmenes de fluidos a presión para generar fracturas en rocas y así crear vías de migración de los hidrocarburos hacia la superficie, esta, fue desarrollada desde 1865 para fracturar suelos e incrementar la producción de petróleo y gas natural en algunos estados como Pensilvania y West Virginia.
En Colombia fue incorporada como una tecnología de extracción desde hace alrededor de cincuenta años, con pozos ubicados en la zona del Magdalena, frente a esto el año pasado, el Consejo de Estado mantuvo la suspensión de esta práctica, dando a conocer que la autorización del fracking podría traer graves afectaciones al medio ambiente y a la salud de los ciudadanos. Sin embargo, existe un peligro real de que se practique, pues el Gobierno Nacional y los gremios petroleros insisten en la necesidad de realizar esto en Colombia ya que según ellos habría una crisis energética y además económica si no se hace.
Lo cierto es que esto traería efectos negativos como que el suelo se afecte por los vertimientos químicos y derrames, que haya una alteración en la biodiversidad, se consuma 4 veces más agua que en la extracción convencional, lo cual no es nada bueno porque además las aguas residuales tienen alta toxicidad. Todo esto sumado a que hay sospechas de que se incrementen los riesgos sísmicos debido a la fracturación de rocas.
Colombia hoy no sólo ha normalizado la guerra, ha normalizado respirar aire contaminado, ha normalizado ver como diariamente hay más especies en extinción, y el pan de cada día son las noticias sobre la deforestación, el daño a los océanos y la extracción de petróleo, pero no hay un conocimiento real sobre las decisiones que se están tomando en las instituciones que nos gobiernan por lo que al final terminan siendo unos pocos quienes se quejan realmente, quienes dan voz y sobre todo luz a la situación.
La clave para mí está en entender las dinámicas de los diferentes contextos que componen a Colombia hablar a lo urbano y a lo rural sobre la emergencia que realmente es tomar acciones y sobre todo entender qué pasa en el país. Los medios de comunicación junto con las entidades e instituciones encargadas del medio ambiente tienen el deber de suplir la necesidad de un cambio cultural que perdure en el tiempo, por medio de acciones estratégicas de capacitación, concientización y participación.
El impacto ambiental de los residuos domésticos e industriales a través de la educación y la legislación pueden logran grandes cambios, deben haber jornadas de reflexión que muestren panoramas reales, campañas de comunicación participativa que realmente informen ya que si no hay un conocimiento difícilmente existirá un cambio de mentalidad.
Si bien, sabemos que ya hemos perdido mucho, es importante darnos cuenta de que estamos a tiempo de tomar conciencia sobre qué dejamos hacer en nuestro país, es posible hacer una transición de energías más limpias que no pongan en riesgo ni nuestros recursos, ni la biodiversidad y salud de la población. Es posible generar cambios desde las casas y las comunidades, pensando en que nuestro país esté por encima de los intereses económicos de unos pocos.