Un día cualquiera del que no quisiera acordarme, mientras almorzaba plácidamente una deliciosa lasagna, las noticias del medio día fueron interrumpidas por un suceso fatal. Me atrevo a decir que ni siquiera el asesinato de Jaime Garzón causó tal nivel de estupor en el rostro de un presentador de noticias. Sentimiento de tristeza y frustración que inmediatamente se trasladó a la expresión facial de todos cuantos almorzaban en aquel lugar.
La noticia puso a Colombia y al mundo patas arriba. El futbolista Colombiano Radamel Falcao“El tigre” García sufría una lesión que probablemente lo marginaría de su participación en el Mundial. Fue tan terrible la cosa, que incluso el jugador que supuestamente ocasionó la lesión, aseguró haber recibido amenazas de muerte provenientes desde nuestro país.
Desde entonces la rodilla del jugador Colombiano se ha convertido en “la niña bonita” de muchos. El día a día de gran parte de la población, en la comidilla de los periodistas deportivos e incluso en un gran foco de oración... Y es que Jesucristo debe tener un expediente aparte para la gran cantidad de plegarias que le deben llegar a diario por la sanidad del futbolista.
Pero. ¿Es tan importante el fútbol que desviamos la atención de la grave situación del país y la concentramos en una rodilla? Pienso que esta es una razón suficiente para reflexionar. Y es que un minuto de alegría, no compensa los largos años de terror y desigualdad de nuestra sufrida patria.
El fútbol es una industria desagradecida, superficial y que mueve mucho dinero alrededor del mundo, que enriquece a quienes hacen parte de ella, incluidos los facinerosos comentaristas deportivos y que contribuye al empobrecimiento mental y financiero de los países y de los individuos.
Muchos se matan por el color de una camiseta, dejan de producir por seguir una liga o se echan a la pena por la lesión de un futbolista, mientras que la industria nada en mares de fama y opulencia.
Por esto me atrevo a decir que a Falcao no le interesas tú, no sabe que existes, la pasión desbordada que le profesas no la conoce, dudo mucho que él tenga un afiche en su habitación donde aparezcas tú o que tenga una camiseta con tu nombre estampado en la espalda. Si te enfermas, el no irá al 20 de Julio a prender una velita por ti. Y si necesitas dinero, tampoco te lo prestará.
Es momento de reflexionar, ¡Menos circo y más pan!
