Clara López Obregón tenía todo para que hoy en día fuera una vieja millonaria, petulante y muy muy muy poderosa. Es probable que si se hubiera montado en el vagón más cómodo, en esa primera clase de la vida que en este mundo todos andan buscando, ella hubiera sido Presidenta de la República desde hace mucho tiempo. No hubiera tenido que luchar por llegar a la cima, pues en ella nació. A muchos la psiquis les patinaría haciéndoles creer Nerones suprahumanos si hubieran sido sobrinos de presidentes, familiares de poderosos industriales y ministros; y no cabrían en sus vestidos si además de haberse graduado de Harvard, hubieran obtenido el magna cum laude que los sindica de ser el mejor estudiante del mundo.
Muchos, se estirarían cómodamente en el sofá flotante que los arrastraría por el río de la riqueza, se dejarían llevar por las aguas serenas de una vida confortable, iluminados por los lamparazos de las revistas sociales. Muchos, y puede ser que hasta yo me incluya un poco en esa cochada, pero Clara no. Perfectamente habría podido ser presidenta de cualquier multinacional, diplomática, empresaria o simplemente vincularse a alguno de esos partidos tradicionales que la habían rodeado desde niña.
Ella me dijo una vez que todo empezó defendiendo sus planteamientos, cuando en la infancia debatía sus lecturas extraescolares con su padre, que la hizo una mujer librepensadora y democrática. Otros han dicho que fue defendiendo a las negritudes en los sesenta. Algunos han afirmado que la visión humana y social de Clara que la lleva a la izquierda socialdemócrata, nace cuando se enamora de Carlos, su esposo adorado, que antes de lograr una beca y graduarse como abogado fue pescador en el Magdalena… … Yo en cambio le echo la culpa a la sonrisa: cuando una persona tiene risa de bacana, es una bacana. Y más bacana que la sonrisa de Clara, no hay. ¿No me creen? Mírenle por ejemplo la jeta a Óscar Iván y se dan cuenta de lo que hablo. Ese man se ríe y a uno se le achicharra un testículo del susto, parece como si se estuviera riendo Darth Vader detrás de la máscara. En cambio Clara destella mil cupidos armados con flechas de bacanería… … sí, yo sé, estarán todos diciendo que qué man tan cursi, tan mañé y hasta lambón, pero me dicen lo contrario cuando tengan el placer de pasar una tarde con ella, tomando café y hablando de los viajes que pudo hacer, hace mucho tiempo, cuando salió de la universidad y se fue de guerrera, sola y a darle la vuelta al Asia. En los sesenta pasó eso con Clara… ¿Oyeron?… en los sesenta, cuando todas andaban escogiendo el marido que les pusiera el delantal, Clarita andaba caminando el sudeste Asiático con una mochila al hombro, sin un man que la cuidara. El año pasado estuve por allá con un parchesito de gente y créanme, hoy en día, a mis cuarenta, no me le mido a pegarme ese viaje solo, me cag… del susto, pero bueno, volvamos a Clara.
Precisamente para que no me vinieran a decir que ando haciendo política desde mi columna, me guardé este artículo para después de las elecciones. Por otra parte, a Clara le ayudé en lo que pude cuando estuvo en campaña, pero como se lo dije alguna vez a un amigo senador: “siento que los políticos se estresan de tal forma en estas épocas, que lo mejor es no acercárseles”. A Clara le envié unos mensajes de texto para darle fuerzas, me vine de Nueva York a votar por ella, pero ni la he llamado desde que entró en la recta final y no pienso hacerlo hasta dentro de unos días, cuando pase el maremoto. Ese maremoto al que yo no me acostumbraría jamás. Y en el que ella se metió, desde que decidió que su vida no iba a ser para ella sino para su patria.
En su familia algunos dirán que fue por loca, y hasta ella misma en algún momento de su vida podrá haber dicho que fue por bruta. Como cuando con esposo en mano, sin ni siquiera una muda de ropa, le tocó salir corriendo del país, porque ya los sicarios de Rodríguez Gacha les estaban rascando la espalda. “Si no se va, la matan, doctora” le dijo un coronel de la policía que se enteró del mandado de ‘El Mexicano’, que ya había dejado un reguero de izquierdistas abaleados. Eso, a Clara, también se lo abono. Clara se hizo y se mantuvo en la izquierda, en una época en que estar de ese lado significaba colgarse un blanco en el pecho: Pardo Leal, Jaramillo, Pizarro… a Clara no le alcanzan los dedos de arriba y de abajo para contar la cantidad de amigos que torturaron y abalearon, en esos tiempos sangrientos que muchos quisieran repetir, muertes que justifican aquellos en los que aún hoy en día persisten esas pulsaciones de carniceros.
Por eso es que a Clara sí se le puede creer que quiere la paz. Su discurso, como ella, ha sido coherente y permanente, ella sabe de lo que habla: quiere la paz porque sabe lo que es la guerra. Además el ‘solle’ de su hablar pausado y moderado sobre la paz, no se confunde con la retórica oportunista de algunos senadores y concejales, a los que esa palabra de tres letras se les derrite en sus fauces de cocodrilo.
Clarita, lástima, el país entero perdió una oportunidad, tú eras la precisa. No importa, ya llegará. Por mi parte, firme a tu lado. Me imagino que andas esquivando todos esos lagartos intensos, que brincan apenas se acaba una campaña electoral. Lo único que espero es que la cinta tricolor no se la tercie ese Darth Vader, al que gobierna el amo oscuro de la galaxia, porque el peligro que representan sus ojos en los noticieros todas las noches, transmitiendo esa energía proveniente del lado oscuro podría llegar a cegarnos y a convertirnos en clones perversos y asesinos… … tan diferente hubiera sido todo con tu sonrisa, diáfana y transparente, como tu nombre. Clara: la fuerza siempre estará contigo, te lo dice este Yoda boyaco que tanto te quiere.