En Subachoque todos saben dónde queda la Granja de Luis Eduardo Motoa. Internada en un pequeño cañón que mira a la cordillera está el lugar, el refugio que este actor compró con los ahorros que le dejaron 17 años siendo Carlos Alberto Franco, el patriarca de la familia más conocida de la televisión, el Papá de Colombia como le decían a mediados de los noventa cuando Padres e hijos explotaba el Rating. Y es que todos, después de llegar del colegio, alguna vez nos quedamos enganchados al televisor siguiendo, en silencio y vergonzantes, los avatares de Daniela Franco y sus novios, la decadencia económica de Carlos Alberto quien terminó hasta de vendedor puerta a puerta después de tener un exitoso consultorio odontológico.
Motoa no sabe que todavía su nombre y su rostro son protagonistas de memes. No tiene Instagram, Facebook ni Twitter, escasamente un celular donde atiende las 150 visitas que anualmente tiene en su granja, colegios, empresas que quieren tener una experiencia con sus aves exóticas, su invernadero, sus plantas y sus clases. Si, Motoa, a sus 60 años, parece inmune en el tiempo. El sombrero, que no se quita nunca, oculta el único vestigio que le han dejado los años: una calvicie prominente. Tiene la paciencia de los que no tienen reloj, calendario, ni pareja. Vive solo y vive bien.
Desde que la fama le estalló en 1989 cuando protagonizó Amar y Vivir, la novela original, escrita por esos dos genios Carlos Duplat y Germán Escallón, Motoa, entendiendo la fragilidad de una profesión que tiene fecha de vencimiento, empezó a apostarle a una vejez en donde pudiera hacer lo que se diera la gana. Mientras muchos se preguntaban como un actor de sus características –Carlos Duplat decía que había preparado su papel en Amar y Vivir con la intensidad de Robert De Niro en Toro Salvaje- se había encasillado haciendo el mismo personaje, el de Charlie en Padres e hijos, durante 17 años. Motoa no lo ve así “haber tenido trabajo durante 17 años constantes me permitió tener el plante para hacer esta granja”.
El terreno lo compró en 1994, ese año sembró los primeros robles que fortalecen la granja. El Doctor Santiago Rojas lo encarretó con eso de la Programación Neurolinguistica y así a muchos les suene a cuento, Motoa ha hecho de eso su razón de vida. Lejos de las penurias de otros actores que se quejan del olvido en el que los tienen los canales privados, Motoa vive tranquilo, sin afugias y en paz.