No es un secreto que, desde la elección del alcalde William Dau, gran parte de la prensa cartagenera ha empezado una campaña de desprestigio vestida de noticia. Sin tintas medias: periodismo tendencioso y marrullero. Lo mismo aplica para la mayoría de los actuales concejales, quienes, súbitamente, recordaron sus funciones de control político. Y no es que eso esté mal, por el contrario (de hecho, el alcalde Dau afirmó que no le tenía miedo a que lo controlaran). No obstante, lo repentino de la práctica es lo que genera suspicacia, dada la mediocridad que, por años, han mostrado ciertos concejales; algunos de los cuales —amantes de los libros— siguen vinculados al proceso de la elección de la excontralora, Nubia Fontalvo. Las razones de fondo por las que esto está sucediendo tampoco son desconocidas por los ciudadanos, quienes, finalmente, entendieron que el único camino para un cambio que propenda por el bienestar general (y no el de unos pocos) radicaba en elegir a alguien libre de ataduras a las casas políticas.
La apuesta de la mayoría de los votantes por el alcalde Dau viene acompañada de un cambio en las prácticas clientelistas que, por décadas, se han encargado de los nombramientos en las distintas dependencias de la alcaldía por medio de nepotismo y/o compromisos previamente pactados y no por idoneidad del cargo. Las consecuencias del clientelismo pueden verse, en menor o mayor grado, en todos y cada uno de los barrios de la ciudad (y en las zonas rurales e insular), independientemente del estrato socio-económico. El primer paso ha sido la escogencia del equipo de trabajo. A juzgar por sus hojas de vida y la manera cómo fueron seleccionados, puede decirse que Dau tiene un gabinete de lujo. ¿Eso es prenda de garantía para que las cosas salgan bien? Para nada, sería tonto pensarlo. Es por esto que el equipo deberá estar, como mínimo, a la altura de la dificilísima tarea que tienen por delante; pero, para eso, se necesita tiempo y priorización de lo que hay que intervenir a corto (muchas cosas), mediano y largo plazo. La ciudadanía tiene que entender eso y ser paciente.
Mi mensaje para la prensa local malintencionada: parece que no han notado que la gente cambió y que les será muy difícil (a ustedes) disociar a esa masa crítica de ciudadanos que, en las urnas, decidió que ustedes (y a los que representan) no tienen cabida en una sociedad hastiada de tanta desidia. Asimismo, ustedes están en todo su derecho de intentar mantener el statu quo con la única arma que tienen: masificación de noticias falsas a través de periodismo mediocre. Sin embargo, sepan que hay muchos ciudadanos probos (y profesionalmente mejor preparados que ustedes en varias áreas del conocimiento) que están dispuestos, desde hace rato, a darles la batalla.
¡Cartagena se respeta!
Adenda. La tarea que queda pendiente es cambiar a la mayoría de los concejales en las próximas elecciones. Vamos por ustedes.