Mi sensación al momento de apagar el televisor estuvo a medio camino entre la extrañeza y la resignación, para luego pensar: ¿si hasta en la tragedia de los niños de fundación la prepotencia estuvo presente, porque no en un momento de clima álgido como son las elecciones presidenciales?
El debate presidencial realizado en Caracol televisión pone en tela de juicio el manejo de la objetividad e imparcialidad, dos temas clave a la hora de ser un buen periodista. Y desafortunadamente nunca un debate me había generado tanto dolor de estómago como este último, realizado en días pasados con un moderador impositivo bajo una modalidad que raya en lo dictatorial, a tal punto que los candidatos presidenciales amenazaron con retirarse representando el peor panorama para un evento político televisado nacional (y no nos digamos mentiras hubiera sido un descalabro para el canal de la floresta), a lo que el señor Luis Carlos Vélez con su manera pasivo-agresiva rectifica sus reglas diciendo que “dejaran hacer su trabajo”, evidenciando un ligero hedor Santista.
No soy periodista (pero me hubiera encantado serlo) y considero que es responsabilidad de una persona que está en cabeza de un medio de comunicación tener en sus filas personas que encuentren en la verdad una herramienta para informar, convencer y generar opinión más allá de la experiencia o el bagaje acumulado y el señor Vélez es la paradoja hecha persona.
Resulta increíble que siendo alguien que trabajó en una de las cadenas internacionales de noticias más grandes durante muchos años refleje todo lo opuesto a lo que dice aprendió allá, no solo su falta de veracidad ha sido evidente sino que su arma para ser “carismático” consista en la arrogancia; esto me hace plantear muchos interrogantes entre ellos si este señor realmente puso un pie en un aula de clase o si la influencia puede más que el conocimiento.
Ya los medios televisivos están en declive como para que alguien siga empujando las arcas de televidentes a internet o medios independientes para obtener información sin filtros políticos o favoritismos que por ende transformen todo en un teléfono roto, y viendo como están las cosas no pasara de un simple llamado de atención pasando por encima los mismos errores, los mismos desaciertos aplicando el dicho: a palabras necias….
Yo siendo una humilde televidente le digo al señor Vélez que la influencia no garantiza ser un buen periodista ni con ello rectifica tener credibilidad, así que yo haría alguna de estas dos cosas: replanteo mi labor o me regreso a la universidad.