Uribe no supo elegir su sucesor. En un país de élites y dinastías políticas le entregó la llave a alguien de apellido, un Santos. Sabemos lo que pasó. La segunda vez escogió a un tipo con el suficiente carácter débil para que no pasara lo que con Santos, pero las cosas no se le están dando. No precisamente por su fidelidad, sino porque para asegurarla eligió a un endeble. Y al buscar juventud eligió a un total incompetente: así puso de presidente al ejecutor de los errores necesarios para que el uribismo empiece a ser superado.
La derecha tiene pavor a un proyecto alternativo que canalice inteligente e integralmente la protesta social y las cosas que están pasando en Colombia y son intolerables. Afortunadamente, para ellos, ese proceso está a medias y el proyecto no tiene la fuerza que debería por la división de esa alternativa. Así que los grupos económicos y las élites tradicionales no confiarán de nuevo en el que diga Uribe y aprovechan este tiempo que les queda para reinventar su proyecto a través de alguien que con un poco de marketing en campaña pueda hacer creer que es una opción nueva o, peor, una alternativa de “centro”, pero sobre todo no uribista. De derecha, claro, aunque públicamente rechace extremos (Petro-Uribe, en su retórica) y en el fondo soporte la vieja estructura. En eso Uribe no tendrá cabida, pues, incluso les es contraproducente: la derecha no quiere la carga del antiuribismo que respira Colombia. Entendámoslo: el uribismo es solo una fuerza —sí, importante y poderosa, pero solo una— de las tantas que gobiernan Colombia y que coinciden en un modelo económico y social.
Llámele si usted quiere derecha o clase política o elites tradicionales, pero en ese amplísimo espectro hay líneas duras y blandas, conservadoras y liberales, uribistas, santistas, lleristas, fascistas, militares, empresarios, banqueros, ganaderos, terratenientes y un largo etcétera. En suma, una estructura viejísima y sobre todo astuta, que no sabe lo que es perder el poder y por eso no van a seguir con el mismo juego pues saben que la temperatura social que hoy se siente en el país no se había sentido antes y que ante una nueva muestra de debilidad e incompetencia la izquierda está ahí para capitalizarla.
A todo ese espectro no le importará demasiado lo que pase con Uribe. Uribe usó a Duque para sus intereses personales y así ni la economía ni el desarrollo ni el dólar ni los capitales van bien. Esto sí les interesa a los demás sectores. Lentamente estamos pasando la página del uribismo con el ocaso de su líder que, como tantos en la historia, se está acabando a sí mismo. Sin embargo, se abrirá un horizonte aún más incierto a falta de dos años y medio para cerrar este gobierno, el primero tras los acuerdos pésimamente manejados pues a esta altura ni son ejecutados ni serán trizas. Veremos.
