El origen del paro del 21 de noviembre (21N como se terminó conociendo) se encuentra en el análisis que sobre la política económica y social, que pretendía implantar el gobierno Duque en el segundo semestre de 2019, acogiendo las órdenes de la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, hace el comité Ejecutivo Nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, y que lleva a convocar —con las otras centrales sindicales y más de 40 organizaciones sociales y populares— el Encuentro de Emergencia del 4 de octubre de 2019.
Encuentro que, en medio de la situación electoral que se vivía, toma varias decisiones: presentar una agenda para negociar con el gobierno que se llamó —a partir de ahí— el Paquetazo de Duque, la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, y Por la Vida y la Paz*, realizar un paro nacional el 21N y crear el Comité Nacional de Paro, CNP, encargado de organizarlo y promoverlo.
Frente a la decisión tomada, las posiciones fueron varias. Una que expresaba que paro no habría y que no pasaría de ser una marcha más y, otra, que veía que el paro sería grande y fuerte. Y esta última, no porque fueran adivinos sino por las múltiples expresiones de respaldo señaladas en las calles y sitios de trabajo. El ambiente de apoyo a la protesta se sentía en los poros de la piel.
El paro fue muy grande y fuerte. Pararon centenares de miles de trabajadores —de diversos sectores laborales— y protestaron en las calles ese día y a través del cacerolazo, millones de colombianos a lo largo y ancho de la geografía nacional. Y, ante la magnitud de la protesta, el gobierno pretendió descalificarla y atacarla como una acción vandálica, inspirada en el Foro de Sao Paulo, el Castrochavismo y Rusia. Pero, además, creó una situación artificial, en Bogotá y otras ciudades, para justificar la represión, crear un ambiente de terror y zozobra e infundir miedo y desasosiego en la población, con el fin de matar en su cuna el movimiento social que acababa de nacer.
Sin embargo, no pudo. La maniobra fue rápidamente desenmascarada. Las gentes del común conservaron la voluntad de movilizarse, todos los días, de manera reiterada, derrotando la violencia y el miedo. La frase lo expresa con claridad. “Nos quitaron todo, hasta el miedo a protestar”. Y lo hicieron el 27N, el 4D y muchos días más, de diversas formas pacíficas, y denunciando el uso desmedido de la fuerza por parte del Esmad, denunciando su comportamiento y exigiendo su disolución.
Ante la inevitabilidad de reconocer la inmensa movilización social, el gobierno toma la decisión de adelantar, para recoger la protesta, lo que llamó “Conversación Nacional”. Bregando a ocultar que estaba obligado —por los hechos— a llegar a acuerdos, en medio de una negociación, con el Comité Nacional de Paro, CNP, que así lo solicito desde la tarde del 21N*.
Paralelo a esa situación, reconocidas figuras y “formadores de opinión” salieron a expresar que el paro había desbordado a sus organizadores, que los participantes no reconocían al CNP porque este no los representaba, en una argucia destinada a desconocer a quienes habían organizado la jornada y definido sus objetivos. Algunos alcanzaron a decir —haciendo coro al gobierno— que el Comité Nacional de Paro era excluyente y no representaba las nuevas ciudadanías.
Finalmente, el presidente Duque decidió reunirse con el Comité Nacional de Paro, CNP, con la pretensión oculta de meterlo en la “Conversación Nacional” que en el fondo es un monólogo de respaldo a su política. El rechazo del CNP a esta iniciativa fue inmediato, y ante lo sucedido, el presidente nombró una comisión para conversar con el Comité Nacional de Paro. Cinco reuniones se hicieron con los delegados, pero, tras la negativa del gobierno de crear una mesa de negociación y acuerdos sobre los puntos de la agenda presentada, el CNP tomó la decisión de suspender las reuniones hasta tanto el gobierno nacional acepte que sea una mesa de negociación y acuerdos del pliego presentado*.
Y ahí fue troya. El gobierno salió a decir que los 13 ejes presentados inicialmente y sobre los que no quisieron adelantar negociación alguna, se habían convertido en 104, imposibles de negociar. Unos —dice—son del resorte del Congreso; otros, de los Jueces, y los que podrían considerarse, tampoco serían negociados ya que, lo que se tenía era unas reuniones para acordar unos puntos que el gobierno llevaría a las mesas de “Conversación Nacional” para su discusión. Dijo el gobierno, además, que el Comité no podía imponer sus puntos de vista, que el gobierno no iba a modificar el actual estado de cosas, ni iba a entregar las políticas de Estado que habían implementado varios gobiernos. Se atrevieron a insinuar que el Comité quería dar un golpe de Estado.
La explicación de por qué son 104 ordinales dentro de los 13 ejes de la agenda propuesta es sencilla. El pliego tenía, dentro de los ejes presentados, que crecer, como creció el paro. La presencia de más organizaciones y diversos sectores sociales —como diversa es la sociedad colombiana— así lo obliga. Y lo obliga —sobre todo— los 30 años de acumulación de políticas neoliberales rechazadas por millones de compatriotas. No son solo los organizadores iniciales —entre los que se encuentra Dignidad Agropecuaria— son decenas de fuerzas sociales y gremiales que deciden sumarse al movimiento nacional que nace, el 21N.
Así son las luchas sociales —que como la vida— nacen y dependiendo del estado de ánimo de las gentes, de la correlación de fuerzas, del acierto de quienes las dirigen y de las condiciones objetivas y subjetivas que se den, crecen y se desarrollan, alcanzan sus objetivos, generan modificaciones profundas en la realidad económica y social de los pueblos pero, sobre todo, logran los cambios por el cambio en la conciencia de la gente, lo que permite, finalmente, en el largo o mediano plazo, llegar a nuevos estadios del desarrollo social. Casos se dan también en que se hace imposible superar las dificultades y no se alcanzan esas indispensables condiciones que hacen posible, cambios y transformaciones. En el caso del 21N es claro —en la mente de la gente— que Colombia despertó, otro país es posible.
Las movilizaciones siguieron, los conciertos de respaldo al paro se realizaron con la presencia entusiasta de centenares de miles de colombianos —de todos los sectores sociales— que con su asistencia demostraron que el espíritu del Paro No Para.
Pero la tarea no está concluida. El año 2020 anuncia nuevos desarrollos de lo comenzado el 21N. Realizar encuentros de los comités municipales y departamentales de paro y el Encuentro Nacional del 30 y 31 de enero, es la tarea.
Si el gobierno cree que todo pasó y que el movimiento que nació el 21N terminó puede equivocarse peor de lo que ya lo hizo antes. El pulso está echado y será el pueblo el que decida. Pero pase lo que pase en los próximos días, el 21N ya dejó sembrado en la mente de millones de colombianos la necesidad de derrotar las políticas neoliberales y alcanzar la paz y el progreso social de nuestra patria.
*Todos los documentos parte de esta historia están acá.